jueves 3 de julio de 2008
España a la intemperie
Ismael Medina
T ERMINÓ el polémico XVI congreso del Partido Popular y es inminente la celebración del que corresponde al supuesto Partido Socialista Obrero Español. La conclusión es obvia cuando del primero se levanta la piel de la retórica: se han impuesto el posibilismo y el relativismo sobre los cacareados principios. Otro tanto puede afirmarse del congreso rodriguezco. Importan menos los gravísimos problemas que asedian a España y a los españoles que los votos a ganar para acceder al poder o para permanecer en él. Si por fidelidad a los principios se entiende la lealtad a los fundamentos de uno u otro cuerpo doctrinal, habremos de admitir que los partidos políticos en liza han perdido sus señas de identidad. Izquierda y derecha buscan exasperadas disputar el llamado centro progresista o centro reformista para ganar los votos de los indecisos, decepcionados, desnortados o confusos. ¿Y cuáles son las características de ese ansiado centrismo? Cabría responder que el espacio de convergencia entre los opuestos. Y de eso hay mucho en el PP y en el P(SOE), las más de las veces enmascarado.
Rajoy ya habla de "marianismo", cuyo perfil describe como "centro, mujeres y futuro". El marianismo se despega del aznarismo y esconde los principios de la derecha, su origen, para seguir la moda del centro reformista o progresista. Una ensalada estratégica que prescinde de sus componentes primigenios, sustituidos por otros que le son exóticos y de los que el gallardonismo le pone los ingredientes postmodernistas y las mujeres la salsa femenina de un aídismo intelectualmente elitista. Algo así como la cocina experimental y de laboratorio de Adriá frente a la tradicional más o menos aligerada.
EL CENTRISMO RODRIGUEZCO DE QUITA Y PON
RODRÍGUEZ es ideológicamente indefinible. Llegado al poder "por accidente" e intelectualmente huero, ha hecho del eufemismo y la superficialidad oportunista su santo y seña. Lorenzo Contreras ha trazado su retrato político: "ZP ha sido un experto en proponer una amplia gama de variantes supuestamente seductoras, tales como la tercera vía (copiada de Giddens y Blair), el socialismo liberal, el socialismo libertario, el republicanismo cívico del politólogo Philip Petit, la Alianza de civilizaciones, el socialismo ciudadano (?), el patriotismo social, el postmaterialismo de Moraleda y otras derivaciones caóticas".
Rodríguez se anticipó a Rajoy en dejar fuera de juego a sus críticos u oponentes, fueran éstos reales o presuntos. Ha construido un socialismo a su medida del que puede decirse en términos castizos que "ni es chicha ni limoná". Un centro poliédrico en el que todo cabe, desde desperdicios del pasado a basuras de presente. Nada que desagrade a Rodríguez tendrá acogida en el XXXVI Congreso del P(SOE). Jesús Caldera, coordinador de la ponencia marco, reconoció en rueda de prensa que las 5.632 enmiendas admitidas (las presentadas fueron 7.298) no las asumirá el gobierno y serán incorporadas como principios generales, visiones estratégicas o reflexiones. Lo cierto es que las de más rabioso laicismo eran innecesarias una vez que ya formaron parte de la campaña electoral y las reiteró con énfasis Fernández de la Vega después del 9 de marzo. Seguirán pareja suerte que las más de dos mil que llegaron al congreso valenciano del marianismo. La ley del embudo prima en el totalitarismo partitocrático.
EL CENTRISMO MARIANISTA
"EL centro -sostuvo Rajoy en RNE- no es propiamente una ideología; es una actitud". Actitud, conviene precisarlo, equivale a postura o disposición de ánimo expresada exteriormente. Es lo que Xavier Pericay considera en "ABC" el "saber estar" de Rajoy. Cosa muy distinta, por supuesto, al "saber ser". Se puede estar en un lugar u otro, en una situación dada o en la contraria, según acomode a lo que se persigue. El "saber estar" en cada coyuntura, sin que importen los principios, define el soporte del relativismo centrista. El "saber ser", por contra, implica fidelidad a la esencia, naturaleza y fundamento de una convicción doctrinal, sea religiosa o no.
"El centrismo -proclamó Rajoy en Valencia- es una voluntad. La voluntad de evitar cualquier exageración. La voluntad de sacar el mejor partido de las cosas sin prejuicios doctrinarios. La voluntad de sintonizar con los deseos y las necesidades reales del pueblo español, que es fundamentalmente moderado y rechaza todo extremismo porque lo entiende como una mezcla de insensatez y de ineficacia". La utilización de los sufijos se presta a no pocos equívocos. Y el sufijo "ismo", en concreto, equivale a proceso y tiene un efecto multiplicador, según confirmo en una viaja Gramática, única que en este momento tengo a mi alcance.
Podría decirse que "centrismo" es una exageración de "centro". Rajoy se zambulle de cabeza en la piscina del centro progresista y reformista, cuyo espécimen más acabado en el PP es Ruiz-Gallardón. Resulta congruente en esta línea que Rajoy lo haya elevado dedocráticamente a la directiva del partido, de igual manera a como Aznar hizo de Rajoy su sucesor. O como Rodríguez ha creado en el partido y en el gobierno una sumisa guardia petroriana. Esperanza Aguirre no va a la zaga de Ruiz-Gallardón en centrismo. Apartar a una y exaltar al otro se reduce por tanto a una cuestión de personalismo como instrumento de poder. De cercanía operativa y de confirmación de una deriva hacia un mero posibilismo electoral, a mi parecer equivocado.
INCOMPATIBILIDAD ENTRE PRINCIPIOS Y RELATIVISMO
ES razonable que a Rajoy le importen los problemas reales de los españoles. Pero conviene diferenciar cuales son los problemas reales que afectan a la mayoría de los españoles, voten a unos u otros partidos, y los que, por añadidura, sienten como propios los electores del PP o, al menos una parte ostensible de sus afiliados (en torno a los setecientos mil) y votantes (diez millones y medio). Más de una vez he subrayado que un porcentaje nada desdeñable de votantes del PP lo hacen a regañadientes y sólo movidos por el temor a que ganen los socialistas.
Y son muchos más de los que el nuevo rumbo de Rajoy puede ganar escorándose hacia un centrismo sin fronteras apreciables. Un sector en el que prevalecen dos creencias sentidas con hondura: la fe católica y la unidad de España. Y aunque el laicismo hacia el que se inclina el "nuevo" Partido Popular esté edulcorado, no es suficiente para engañar a los creyentes.
Hace ya más de medio siglo que la Iglesia (Iglesia somos todos los que profesamos la fe católica y no sólo su estructura eclesiástica) asumió la libertad religiosa y la separación de potestades con las del Estado. Pero a un católico no le será propicio votar a un partido que, si quiere representarlo en el ágora política, no defienda aspectos fundamentales de la fe que profesa.
Persiste el crudo dilema de si se puede ser a un mismo tiempo católico y socialista. O católico y comunista. O católico y relativista. Una guía elemental para respuestas válidas pueden ser aquellas cuestiones en que la doctrina de la Iglesia es inequívoca. Por ejemplo, la defensa de la vida desde el momento mismo de la fecundación. No es lícito para un católico, o que dice serlo por oportunismo político, aprobar, favorecer o legalizar el aborto en cualquiera de las fases de la gestación. Puede aceptarse el matrimonio civil como opción laica, pero no otorgar la condición de matrimonio a la unión entre homosexuales. Ni admitir la eutanasia, equivalente a homicidio si es asistida, o a suicidio si se la provoca a sí mismo el enfermo. Ni el uso, tráfico o manipulación de embriones humanos que aparejen la liquidación de la vida ya engendrada. Ni respaldar, favorecer o estimular cualesquiera acciones o propuestas que dañen u ofendan a la fe y a la Iglesia. Y ni tan siquiera lo que contravenga la moral natural.
Rajoy ha intentado justificar la inclinación laicista del “nuevo” Partido Popular con un argumento a mi entender farfullero. Dice que no todos los votantes de su partido son católicos. E incluso los habrá agnósticos y ateos. No lo niego. Pero un planteamiento de esta índole pone de manifiesto que , como escribí más arriba, parece que importa más ganar votos que mantener los principios, aún a riesgo de que abandone la nave popular una parte nada desdeñable del voto católico. También es posible que el cambio de rumbo y la selección de personas para la nueva dirección del partido obedezcan a una soterrada identificación o dependencia ideológica de índole relativista.
No se trata de reproducir el modelo confesional que caracterizó a la CEDA durante la II República. Y no por el hecho de que la sociedad haya cambiado. Desde que el Concilio Vaticano II estableció el principio de la libertad religiosa quedó clara la separación de potestades entre el Estado y la Iglesia. Criterio asumido por la Ley de Libertad Religiosa con anterioridad al transacionismo democratizador y recogido por la Constitución de 1978 que en ningún caso cabe interpretar como proclamar el laicismo como fundamento del Estado respecto de la religión.
La cuestión es harto más profunda y afecta al ser mismo de España y de su nervio cultural e histórico. Así lo entendía José Antonio Primo de Rivera y conviene recordar que irritó a la derecha confesional la proclamación anticipada de la separación de potestades entre Iglesia y Estado. Y que en aquella primitiva Falange Española militaron no pocos ajenos al catolicismo procedentes del anarcosindicalismo, del socialismo e incluso del comunismo. Que hicieron suyo el pensamiento joseantoniano sobre el ser de España, inseparable, insisto de su nervatura cultural e histórica.
El relativismo es materialista desde su mismo origen y difícilmente compaginable con la fe católica. La Iglesia no impone sus preceptos a quienes se proclaman agnósticos, ateos o miembros de otras religiones. Pero le asisten el deber y el derecho a defenderlos en cualquier ámbito, amén de exigir su cumplimiento a quienes se sienten o se dicen católicos.
EL SER DE ESPAÑA ES INNEGOCIABLE
ESPAÑA es algo más sustancial y trascedente que una noción política moldeable a conveniencia. Es una realidad histórica, cultural y unívoca por encima de formas de gobierno y ocasionales definiciones constitucionales o de otra índole. No caben medias tintas: se cree en España o no se cree. Y si se cree en el ser de España y en su unidad no es admisible avenencia alguna con partidos, grupos y personajes que persiguen la segregación, sea cual sea su etiqueta. Tan extremista es en este aspecto CiU como ERC. O PNV y BNG. Y el socialismo, tanto ayer como hoy. Días atrás encontré casualmente en mi transitorio retiro santanderino un sugestivo libro: "La integración de Europa desde la perspectiva española" (Anales de Moral Social y Económica, 1967), de cuyos nueve autores sólo uno era español. Ya entonces se advertían las dificultades que encontraría la integración económica en una Europa unida. Y con mayor énfasis, las derivadas de cualquier intento de unificación política. Ahora, cuando crujen las cuadernas de la Unión Europea tras el no irlandés al Tratado de Lisboa, mero enmascaramiento de la fallida constitución giscardiana, cobran inusitada actualidad aquellas advertencias de 1967. Pero del estudio me interesa subrayar el recordatorio de que "la agrupación plurinacional preludia de forma irresistible la unificación política, siguiendo un proceso análogo al que llevó a las regiones a fundirse en el Estado Nacional (...) Meditada y agudamente se ha dicho que debe federarse Europa, pero lo menos posible; que las naciones europeas deben perder una parte de su soberanía, pero lo más pequeña que puedan.
El amor por esto que llamamos patria debería quedar como uno de los bienes más estimables de nuestro continente". A tenor de la anterior tesis sobre Europa, la cual respaldan los procesos históricos, y difícilmente refutable, configura una perniciosa regresión cualquier opción federalista que descoyunte un Estado Nacional. Una cosa es la descentralización administrativa, sin duda técnicamente apropiada, y otra muy distinta la política encaminada al federalismo o el confederalismo. Una España federal o confederal dejaría de ser España. Implicaría sustituir la existencia de una patria común por una aleatoria alianza de artificiosas minipatrias. Y no sólo una regresión artificiosa a los reinos medievales en los que alentaba una vocación unitaria, sino al tribalismo prerromano si nos atenemos a los anclajes étnicos de que hacen gala los secesionismos aldeanos y endogámicos nacidos al socaire del romanticismo y de las profundas quiebras políticas que padeció España en la segunda mitad del siglo XIX.
LOS ORÍGENES ILUMINISTAS DEL FEDERALISMO DISGREGADOR
EL federalismo antipatriótico han sido patrimonio persistente de la izquierda, consecuente con la vinculación a su matriz internacionalista y a la influencia que sobre ella ha ejercido la masonería. Frente a tales instancias disgregadoras caracterizó tradicionalmente a la derecha su defensa de España en cuanto ser histórico y cultural del que forma parte indisoluble su nervatura católica. Nuestra guerra 1936-39, cuyos antecedentes inmediatos hay que buscarlos en el nacimiento revolucionario de la II República, no fue otra cosa que el choque inexorable entre el internacionalismo antipatriótico de la izquierda frentepopulista y el patriotismo español. Y no resultó inconsecuente que los conservadurismos secesionistas se unieran a los partidos del Frente Popular. La caverna tienta más a los separatismos que la universalidad cristiana.
Los constitucionalistas de 1978 de izquierda y derecha crearon el nido para que crecieran y se multiplicaran las larvas del federalismo o del confederalismo. De la carcoma antiespañola. Unos, tanto de izquierda como de derecha. Envueltos en ropaje antifranquista para ocultar un pasado pasivo o complaciente con el régimen en que medraron, cuyo fiel retrato de sabandijas políticas desmenuza José Utrera Molina en "Sin cambiar de bandera", un libro de obligada lectura para aclarar ideas. Otros, aquejados de enconados resentimientos y ahítos de tópicos trasnochados. Y otros, incluidos algunos de los dos anteriores grupos, por obediencia masónica. No fue casual, ni mucho menos, que la máxima expresión identificadora, amparada por el monarca, fuera la Unión del Centro Democrático, difuso arco iris partitocrático a plazo fijo. Ni que el cambalache se encomendara a Adolfo Suárez, un trepador sin convicciones. La estrategia del "divide y vencerás", tan antigua como el hombre de las cavernas, la han utilizado las potencias expansivas para debilitar a su enemigos y satisfacer ansias imperiales. Hay mapas y documentos, en lo que concierne a España, que reproducen los alineamientos secesionistas actuales con ligeras variaciones de límites.
Uno de ellos, del siglo XIX, proviene del movimiento revolucionario sionista, en el que se dibuja con claridad las fronteras maximalistas de los llamados Países Catalanes. Otro posterior, el de la Europa de las Etnias, de las SS hitlerianas, que puede encontrarse en la revista "Joven Europa" del III Reich, no difiere sustancialmente y explica su afección racista hacia el PNV, al que prestó ayudas y cobertura en más de una ocasión, como, por ejemplo, durante la ocupación de Francia. Tampoco fueron ajenas a excitaciones de esta índole Gran Bretaña y Francia mientras mantuvieron afanes imperialistas. Ni el naciente imperialismo norteamericano a la hora de estimular la emancipación de nuestras provincias ultramarinas.
El federalismo de la I República, al igual que el implícito en la II República con el reconocimiento de los Estatutos catalanista y vasquista, fueron impulsados desde las logias masónica, las cuales añadieron un radical componente laicista y anticatólico de inequívoca estirpe iluminista. En esas mismas fuente bebieron los constitucionalista más influyentes de 1978. Y ahí radica, a mi entender, el meollo del centrismo convergente, sea a tumba abierta, como el de Rodríguez, o el "moderado" de un sector acomodaticio de la derecha que pugna por no serlo ni parecerlo
ESPAÑA HA DE PRIMAR SOBRE LA CONTINGENCIA ECONÓMICA
GRAVE, muy grave, es sin duda el actual ciclo de crisis económica y sus flecos de regresión social, entre ellos el brutal distanciamiento entre una clase cada vez más rica y el común de los españoles, del que es consecuencia un fenómeno acelerado de proletarización de las clases medias creadas por el régimen de Franco y soporte de la estabilidad política y social posterior. Un proceso sin duda alarmante del que derivan los fenómenos crecientes de inseguridad pública y de recurso a la violencia para satisfacer ambiciones personales o colectivas.
Sería un descomunal error político y estratégico centrar el debate político en la profunda recesión económica que la insolvencia y el arbitrismo del gobierno Rodríguez han ahondado. Harto más grave y pernicioso es el que afecta a la unidad de España y al emporcamiento moral de nuestra sociedad.
La irrupción exitosa de Rosa Díez debería ser aleccionadora para los dos partidos mayoritarios, Y en particular para el PP marianista. Su atracción radica en la defensa de la unidad de España y de la lengua española frente a un cerrilismo de los nacionalismos periféricos al que no son ajenos, sino todo lo contrario, los tentáculos periféricos del socialismo rodriguezco. Pero el centrismo de UPyD es al propio tiempo radicalmente laicista. Una suerte postmoderna de nacional-socialismo.
Falta por emerger un movimiento corrector y verazmente democrático que convoque a la recuperación del ser de España en sus fundamentos. Un espíritu del que las circunstancias han convertido en referencia a María San Gil y a quienes con ella comparten una alentadora rebeldía, no sólo frente al terrorismo y sus coberturas políticas. Un empeño de futuro y sin ataduras de pasado que exigirá grandes sacrificios y voluntad de servicio a España. Es obvio que verá cegadas sus fuentes de financiación, tan interesadamente generosas con los partidos convencionales, sufrirá el cerco mediático y padecerá el asedio de los centros de poder establecidos. Una misión salvadora exige audacia, renuncias personales, incomodidades y pasión liberadora.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4717
jueves, julio 03, 2008
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1 comentario:
En el último articulo de Don Ismael en Vistazoalaprensa.com, referencia a Zarzalejos Nieto.......
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