jueves 1 de noviembre de 2007
Varapalo a la conspiranoia, ¿o no?
Lo cierto es que la letra pequeña de la sentencia dista mucho de justificar esa aparente euforia oficialista
Luis del Pino
¡Para qué nos vamos a engañar! La sentencia que hoy se ha leído en la Casa de Campo representa todo un varapalo para nosotros los conspiranoicos. ¿O no?
El tribunal ha comprado toda la versión oficial de los atentados, prueba a prueba. ¿O no?
Además, lo ha hecho con una escenificación claramente dirigida a desaconsejar cualquier intento de cuestionar la versión oficial, por muy infumable que sea, por muy incongruente que sea, por muchos indicios de manipulación de pruebas que se hayan puesto sobre la mesa. ¿O no?
El tribunal ha comprado, incluso, las pruebas que él mismo se encargó de poner en evidencia, como por ejemplo esa lista de IMEIs anotada por unos hindúes y que nos permitió, supuestamente, conocer qué teléfonos usaron en los atentados los terroristas. ¿O no?
El tribunal ha avalado las tesis oficiales incluso sin molestarse en explicarnos cómo es posible que la máxima condena recaiga sobre un español que, además, es confidente policial. Incluso sin molestarse en explicarnos cómo es posible que ninguno de los tres máximos condenados tenga ni la más mínima vinculación con el islamismo. ¿O no?
Pues a lo mejor resulta que no.
Porque, detrás de la parafernalia mediática, detrás de la aparente contundencia contra nosotros los conspiranoicos, lo cierto es que la letra pequeña de la sentencia dista mucho de justificar esa aparente euforia oficialista.
¿Dónde está, por ejemplo, el Skoda Fabia, estimados miembros del tribunal? Se ha caído como prueba, ¿verdad? Y, si no era una prueba válida, ¿quién lo colocó en Alcalá de Henares tres meses después de los atentados? ¿Por qué la sentencia no dice una sola palabra sobre una prueba que tan crucial resultó para meter en la trama a Allekema Lamari, el supuesto séptimo suicida? ¿Por qué esa prueba se desvanece en la nada, sin que nos digan por qué sí o por qué no? ¿Era una prueba falsa? ¿Y quién la falsificó?
Me temo que esa letra pequeña de la sentencia, por mucho que trate de avalar la versión oficial, no puede nunca dotar a ésta de algo de lo que carece: lógica y sentido común. Los parches no mejoran la calidad de las telas, sólo tapan temporalmente los agujeros.
Pero, de todos modos, he de confesar que hay algo que me gusta enormemente de esta sentencia: el hecho de que permita que todo el mundo se retrate. Creo que resulta muy útil para entender las cosas que van a suceder en este país en los próximos meses.
¿O no?
http://www.libertaddigital.com/opiniones/opinion_40175.html
jueves, noviembre 01, 2007
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