lunes, noviembre 05, 2007

German Yanke, Marruecos, el vecino incomodo

lunes 5 de noviembre de 2007
Marruecos, el vecino incómodo
GERMAN YANKE
Los países no se inventan con tiralíneas, los hacen la Historia y la voluntad de los ciudadanos. Por eso resulta un tanto enervante y un poco más absurdo que el Gobierno de Marruecos proteste tras el anuncio de la visita de los Reyes a Ceuta y Melilla. La única descripción cierta que puede hacer Marruecos de esas ciudades es -desde todo punto de vista, salvo el del expansionismo nacionalista- que están «al lado» de su país, nunca que son «su territorio». Añadir, como ha hecho el primer ministro El Fassi que son «ciudades expoliadas» no sólo raya en el ridículo, sino que manifiesta, desgraciadamente, el talante de un Gobierno que no defiende precisamente ni las libertades ni la diversidad social y religiosa que se disfruta en ellas por el hecho sencillo de formar parte de una nación democrática. Para exagerar aún más esta sobrectuación se llama a consultas «por tiempo indefinido» al embajador en Madrid.
El Gobierno de Marruecos, que es el Gobierno del Rey más allá que el de las elecciones, utiliza estos pronunciamientos para su política interna, en la que una dosis de victimismo y otra de complacencia con los más radicales nacionalistas se acomoda bien con la «reivindicación» de Ceuta y Melilla, con el asalto a la Isla de Perejil y una desastrosa política ante la emigración ilegal, una parte de ella precisamente a través de las ciudades citadas, en las que se han vivido -como se sabe- episodios dramáticos. Poner en un brete a España apacigua, al parecer, ciertos movimientos molestos en el Reino norteafricano. Una actitud, por cierto, que ha contado con una red de protección muy particular ya que, durante ya demasiado tiempo, se ha entendido que las relaciones entre los vecinos, más que buenas, deberían ser complacientes.
Para no molestar a Marruecos se han evitado reacciones a numerosas declaraciones o determinadas políticas que, sin duda, lo merecían. Marruecos ha sido el peligro que se ha tratado de anestesiar, el lugar en el que se disputaba la batalla económica de muchas empresas españolas y en el que se batalla por una influencia que, de un modo u otro, parece que gana Francia. Sarkozy se ha plegado más abiertamente que España a los planes de Marruecos en el Sahara (otro ejemplo de que lo que está al lado se quiere tomar como propio), pero no con menos sorpresa que en nuestro país, en el que, lamentablemente, se ha venido modificando de hecho una política de larga data obligada por las resoluciones internacionales y por la «deuda» de España con una antigua, en este caso sí, colonia. Las buenas relaciones diplomáticas, o las mejores posibles, no tienen que estar basadas, como me parece que ha ocurrido, en el miedo a hipotéticas o reales amenazas. Ni a ocultar, y así no resolver, las discrepancias y los problemas.
Repárese, por ejemplo, en las diferentes reacciones ante la voluntad del juez Garzón de procesar en su momento a Augusto Pinochet y ahora a trece altos cargos de Marruecos por presuntos delitos de genocidio y torturas en el Sahara. No me refiero en este caso a los Gobiernos españoles, sino a una buena parte de la opinión pública que, al margen del parecer sobre el contenido de los autos, insistía en el primer caso en los aspectos procedimentales de una «justicia universal» y, en este de Marruecos, en la reacción que pudiera ocasionar en Rabat. Es evidente que las instituciones españolas han estado en el mismo escenario que buena parte de la opinión pública. Y que Ceuta y Melilla lo han padecido no sólo desde el punto de vista protocolario.
Por eso, la visita de los Reyes no sería exactamente, como dice el Gobierno, una muestra «de normalidad», sino de vuelta a la normalidad, que más que lo común es lo ajustado a las normas. Y a la normalidad interna debe seguir la exterior, alejada de una retórica de magníficas relaciones que es una y otra vez desmentidas por las frases y los hechos. Las correctas relaciones entre dos vecinos deben ajustarse a la lealtad y al Derecho y si es algo que debe exigirse a todos, más cuidado hay que tener con un país que no es precisamente un ejemplo de democracia ni de respeto a los derechos humanos. Si nuestro Gobierno no se hubiera creído que, con Marruecos, bastaba ser «anti-Aznar», como si así inclinar la cabeza significara una cosa distinta, a estas alturas la dignidad estaría acompañada por el rigor y el apoyo de la UE.

http://www.abc.es/20071105/opinion-firmas/marruecos-vecino-incomodo_200711050244.html

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