Cristina Fdez. de Kirchner (Álvaro Sánchez)
05.11.2007 -
A DEBATE
Cristina Fernández de Kirchner nace el 19 de febrero de 1953 en la ciudad de La Plata, y en la adolescencia entabla relación con la militancia, en la que se inicia con tareas solidarias en Berisso. En su juventud se interesa por los enigmas del psiquismo humano y comienza a estudiar Psicología, pero se decide al final por la carrera de Derecho, desde la que comienza a militar en la Juventud Peronista (JP). Más allá de los datos biográficos, si nos remitimos a la producción de su discurso, resulta difícil referirse a su faceta como mujer política sin nombrar a su esposo, ya que ella misma se presenta con el poder del significante que representa su cónyuge, el presidente Kirchner. Cristina K. arriba al poder desde el patrimonio político heredado de su esposo. Tras su éxito en las urnas el 28 de octubre pasado, lo primero que hizo fue agradecer públicamente su triunfo a la «magnifica gestión» de su compañero: el presidente Kirchner.Desde luego, se la puede otorgar el mérito de ser una mujer agradecida, ya que con asertividad recuerda a sus compatriotas que la nueva Argentina es el resultado del trabajo realizado por N. Kirchner, tras instalarse hace cuatro años en un país que había perdido el rumbo. Es más, para que se entienda con claridad su posición subjetiva por la causa política, afirma alegremente y sin reparos que siempre ha funcionado «simbióticamente» con su marido en la carrera y en la vida profesional. El lazo simbiótico que la une aparentemente al otro impide establecer la separación necesaria entre la faceta personal y la profesional en la política, produciendo el efecto de cierta minusvalía en su discurso que (des)compensa con una imagen que a veces adquiere tintes de color rosa.Pero, la verdad, Cristina no se ha sumergido del todo en el estado simbiótico, ya que ambos miembros de la pareja han evolucionado hacia el estadio narcisista (se estima a los demás en función de la satisfacción de las necesidades propias), y el tándem de los señores K. intercambia beneficios en su posición política y social. Dicho esto, sería injusto no resaltar los méritos en la trayectoria de esta mujer de fuerte personalidad, con brillantes resultados académicos y un currículum político que la avala por sí misma. Fue elegida legisladora provincial en la Cámara de Diputados en Santa Cruz (1989), y reelegida en 1993. En 1995 accede al Senado Nacional representando a Santa Cruz, y en 1997 ingresa en la Cámara de Diputados, para, en 2001, ser senadora en la misma provincia. En las legislativas de 2005 fue elegida senadora para la provincia de Buenos Aires.Así es que cuando Cristina resitúa su trayectoria, responde con razón a aquéllos que le critican que los cargos que ha ocupado en la República Argentina han sido siempre el resultado de someterse a la votación popular. Tanto es así que será la primera presidenta electa por las urnas en Argentina, y se suma a la línea de mujeres como Michelle Bachelet. Esperemos que, más allá del cordón umbilical de oro que la vincula al señor K., la presidenta electa, férrea defensora de la actividad política de las mujeres, se singularice en su legítimo lugar, canalice su poder y concluya con éxito los cuatro años de mandato que tiene por delante, para cumplir su objetivo de reconstruir el tejido «social e institucional» de los argentinos. Queridos todos, ha llegado el momento de revisar, seriamente, la mitología ñoña de nuestros cuentos infantiles. Si durante siglos nos han vendido a todas las niñas que nosotras, mujeres del mundo entero, sólo podemos aspirar a ser alguien a la sombra del príncipe azul, se ha terminado la tontería. Bueno, alguna queda, e incluso ha aprendido a no decir la última palabra y caminar, discretamente, medio paso por detrás de su ilustre consorte principesco. Para las demás, se acabó el mito de que nuestro triunfo depende de la mayor aproximación lograda al listón de las tres 'B', a saber: Bella, porque si no eres mona vas para bruja o pelleja; buena, porque de lo contrario serás castigada como la madrastra de Blancanieves; y boba, o sea, lo suficientemente lista como para no demostrar una pizca de inteligencia. A cambio, nos daban un trono y nos permitían ejercer el poder en la sombra, como hábiles manipuladoras de nuestros hombres, es decir, de los dueños oficiales del poder. Empezaron a llegar 'las otras', Hillary, Fernández de la Vega, Ségolène ¿Y la Cristina! Y se acabó el cuento.Estas señoras, alguna de muy buen ver, ni esconden su valía, ni aceptan la sombra como hábito cardenalicio para manipular entre murmullos; se divorcian de sus parejas, suben a los escenarios y ellos ¿dan un paso atrás! Niñas, tomen nota: ni buenecitas de culebrón, ni brujas, ni tontas. Señoras con los tacones bien puestos.¿Saben lo que más me gusta de Cristina? Y no entro a juzgar sus valores como estadista; pues me gusta su descaro, ese 'quiero gobernar y no me escondo' que dejó tan claro desde el principio recordando en sus mítines aquello de «Presidenta, con 'a', y váyanse acostumbrando»; me gusta ese coqueteo con sus piernas, su peinado y sus modelitos, uno para cada ocasión, para romper la tontería masculina de que Dios nos regaló la melena para suplir la total ausencia de neuronas y para recordarles a ellos que la elección de la corbata es un detalle de respeto para quienes soportamos sus discursos. Pero, sobre todo, me gusta de Cristina el reconocimiento de su triunfo cuando su marido, ahora ex presidente, dio un paso atrás para dejarla brillar y ella no le tendió la mano para colocarlo a su lado. ¿Tonterías, las justas! Ahora gana ella y los focos son para ella.Lo dicho: papás del mundo, ojo con la lectura nocturna de los cuentos tradicionales, que en breve sus hijas les pedirán cuentas por la memez de todas las bellas durmientes.
http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20071105/opinion/cristina-fdez-kirchner-alvaro-20071105.html
domingo, noviembre 04, 2007
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