viernes 15 de septiembre de 2006
Verbalismo y manipulación
Ignacio San Miguel
E S mucho lo que se puede hacer con las palabras. Es enorme su poder político, aunque tanto se abusa de ese poder que muchos optan por no hacer caso de ellas, tanto si dicen verdad como mentira. Es el precio que hay que pagar por la continua manipulación verbal, en la que políticos y demagogos son los maestros. A veces, crean entelequias como “alianza de civilizaciones” o “proceso de paz”, o “paz perpetua”, que carecen de sustancia, pero adquieren persistencia por el simple motivo de que suenan bien. Y ocurre también que se producen situaciones cómicas cuando se confunde burdamente una de esas entelequias inconsistentes con un auténtico programa de actuación política. Así pasó cuando los periodistas interpelaron a Moratinos sobre la actitud de Mahmud Ahmadineyad, quien a la semana de que Irán y España hubiesen presentado conjuntamente en la ONU algo parecido a una declaración de paz universal, manifestó que había que borrar a Israel del mapa. Irritado, Moratinos declaró campanudamente: “¡Esto ocurre por no estar todavía la Alianza de Civilizaciones en fase operativa!” El “proceso de paz” es también una irrealidad, pero con buena aceptación por la apariencia que arrastra de sensibilidad y altura de miras. Pero son bastantes los analistas que razonan que si los socialistas comenzaron sus contactos con la banda terrorista hace ya años, durante ese tiempo se tuvieron que concretar acuerdos y los pasos a seguir para ponerlos en práctica. Pues no es admisible pensar que tanto tiempo fuese empleado para simplemente ajustar la fecha en que comenzaran las conversaciones y el proceso. Todo está ya acordado, piensan estos analistas, y el proceso de las conversaciones ya concluyó y ahora se trata de aplicar las decisiones tomadas. No creo que les falte razón. ¿Por qué, entonces, Rodríguez asegura una y otra vez que el camino será largo, duro y difícil? Muy sencillo. Eso está también planeado. A Rodríguez le interesa llegar a las próximas elecciones con el falso “proceso” sin terminar, pero cerca de ser concluido. Su campaña electoral se basaría, obviamente, en esta próxima feliz conclusión, que se vería frustrada por completo con la elección del PP. Tendría entonces la victoria asegurada. Algunos opinan, por el contrario, que a la banda le traen sin cuidado los cálculos electorales de Rodríguez, y que tiene prisa. Puede ser. Pero los compromisos necesitan tiempo para ser sustanciados mediante fórmulas acordes con las leyes democráticas y presentados a la población. Esto puede conseguirse con seis años más de gobierno Rodríguez, no con dos años solamente, y luego con un Rajoy que pudiera echarlo abajo todo. La banda no va a encontrar gobernante más útil para sus intereses que Rodríguez. ¿Para qué precipitar las cosas? A no ser que… a no ser que el tema del 11-M vaya a estallar y todos los esquemas hayan de saltar hechos pedazos. No es imposible. Así que debemos acostumbrarnos a recibir nubes de verbalismo alienante, engañador. Ya han comenzado. El “proceso de paz” se ha convertido en una expresión no por falsa menos sagrada. Se anatematiza a todo aquél que critica el proceso, como enemigo de la paz, como enemigo de Euskadi. Así como en Cataluña el Partido Popular fue condenado como enemigo de Cataluña por oponerse al nuevo Estatuto, así también en el País Vasco ya ha sido condenado por oponerse al proceso, como enemigo de la paz y del país. Y, en posible concordancia con lo apuntado, surgen aparentes obstáculos que retrasan la marcha del proceso. Ahora mismo, aseguran que está atascado. Se trataría de lentificar, retrasar el curso de los acontecimientos de manera conveniente. El obispo Uriarte ha aportado su grano de arena manifestando que “hay que tener paciencia” con el proceso de paz. Así, las gentes acomodarán su mente a la idea de un trabajoso esfuerzo de pacificación, de una meritoria labor en pro de la concordia, llevada a cabo por hombres que han puesto los intereses generales por encima de los suyos propios, y que no se han arredrado antes los peligrosos meandros de unos caminos inhabituales. No se ha llegado a la fase de manipulación verbal y mental que describe George Orwell en su famosa novela “1984”, pero los rasgos de técnica propagandísticas que él constataba en las dictaduras comunistas y fascistas se están reproduciendo en los últimos tiempos. Concretamente en España, hace tiempo que no se utiliza la palabra para exponer la verdad, sino para deformarla con vistas a reeducar. Existe una completa desaprensión en esta labor. Los agresores se convierten en víctimas, las verdaderas víctimas en gente que estorba e incordia; se acusa veladamente a los oponentes políticos de provocar incendios y hasta de inducción al asesinato político, con la plena conciencia de que se miente; se demoniza a Estados Unidos, que es nuestro aliado, y se le ríen las gracias a Fidel Castro; se condena a Israel por haber atacado el Líbano, cuando la agresión ha partido del Líbano, etc. En cuestiones morales, se presenta la ética cristiana como anticuada y perniciosa, se alaba la homosexualidad, la manipulación de embriones, el aborto, la pornografía. Se pretende, y con éxito, educar a las masas en los presupuestos morales y políticos que nacieron con fuerza en los años sesenta. Se trata de una labor de ingeniería social tenaz, insistente, que va demoliendo todas las defensas una a una. La palabra es el instrumento. Una palabra deliberada y decididamente mentirosa, al servicio de razonamientos capciosos, alejados de la moral natural y del sentido común. Un verbalismo compuesto de estereotipos, de palabras-proyectil, de descalificaciones gratuitas y falsas protestas de moderación y pacifismo. No se puede decir que sea siempre una labor muy sutil, pero es eficaz en razón de su voluntarismo y persistencia. La nueva ingeniería social va cumpliendo sus objetivos de construcción de una sociedad renovada según principios disolventes del antiguo orden y siguiendo los presupuestos de la contracultura y la contramoral provenientes de los sesenta. En este contexto, conceptos tales como Alianza de Civilizaciones, Procesos de Paz, Paz Perpetua, y otros, suponen palabras de pura invención, de pura imaginación, sin ningún valor real, pero elevadas al nivel de mitos de una nueva religión laica acaramelada y delicuescente como su creador, Rodríguez; y que, repetidas una y otra vez, adquieren una falsa consistencia y cumplen una función adormecedora.
jueves, septiembre 14, 2006
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