viernes 22 de septiembre de 2006
Tres libros importantes
Por Pío Moa
Van saliendo últimamente algunos libros serios sobre la Guerra Civil, de los cuales paso a comentar tres: El exilio republicano, de Milagrosa Romero Samper, en Ediciones Encuentro; El crimen que desató la Guerra Civil, de Alfredo Semprún, en Libros Libres, y la reedición de Historia del Ejército Popular de la República, de Ramón Salas Larrazábal, en La Esfera de los Libros.
El primero es el mejor estudio, con mucho, desde los valiosos trabajos de Javier Rubio, y muy oportuno, pues con pocas cosas se ha hecho una labor de falsificación tan sistemática como con el exilio de posguerra. Sobre él se ha fabricado una inmensa literatura lacrimógena, olvidando que, como la misma guerra, fue una consecuencia final de la destrucción de la legalidad por el Frente Popular.
Dentro de la mixtificación imperante, las izquierdas suelen empezar por incluir entre los exiliados a quienes habían huido de las izquierdas –que fueron muchos, en gran parte intelectuales, como aclaró en su momento Gregorio Marañón–, y a otros que habían asentado sus vidas en el extranjero ya antes de la guerra (Picasso, incluido a menudo entre los exiliados, sería un buen ejemplo). Todos por igual figuran como "exiliados del franquismo" en la falaz literatura corriente.
De similar modo, el carácter no democrático del grueso del exilio se manifiesta, además de en sus ideologías, en el arribo y amparo de muchos de sus componentes en regímenes como el PRI mejicano o la dictadura de Trujillo en Santo Domingo. Precisamente, no hace mucho los "republicanos" tributaron un encendido homenaje a la memoria de Lázaro Cárdenas, uno de los gobernantes más corrompidos de Méjico y, desde luego, nulamente democrático. Está bien esa gratitud, a condición de no confundirla con una inexistente "defensa de la democracia".
Milagrosa Romero trata también otro aspecto muy poco confesable de la emigración, ocultado sistemáticamente en la historiografía izquierdista: el de los cuantiosos tesoros robados por el Frente Popular al patrimonio histórico y artístico español y al patrimonio de los particulares, incluyendo entre éstos a la gente pobre que depositaba bienes familiares en los montes de piedad. Se trata de hechos perfectamente conocidos por los testimonios de las mismas izquierdas, salidos a la luz a causa de las disputas por el botín; aunque insuficientemente documentados, a causa de la comprensible opacidad de la gestión.
Por supuesto, debemos distinguir entre el exiliado de a pie y los dirigentes, estos últimos no más demócratas ni honrados –en su mayoría– que cierto enterrador de Montesquieu especialista en la explotación demagógica del exilio, entre otras destrezas.
La segunda parte del libro, más de la mitad de él, trata los avatares políticos de los jefes exiliados hasta la reunión de Munich, en 1962, una historia tan poco edificante, en general, como las anteriores. Y muy mal conocida para la mayoría, aunque merece mucho la pena conocerse. Este libro viene a llenar una laguna importante, y el lector no quedará defraudado.
Dice Alfredo Semprún que su libro sobre el asesinato de Calvo Sotelo "no es de historia, sino un reportaje". Error. Es un buen libro de historia y a la vez un reportaje, no hay contradicción entre ambas cosas. Una manía hoy corriente, confundiendo la pesadez con el rigor, quiere pasar por libros de historia "verdaderos" unos romos y burocráticos estudios, abundantes en citas pero escasos de análisis inteligente.
Semprún no es historiador profesional, en el sentido de que no se dedica profesionalmente a la investigación histórica, ni siquiera en el sentido que le dan los pedantes historieteros progres, según los cuales para escribir autorizadamente sobre el pasado es imprescindible sufrir sus lecciones falsarias –y hoy sabemos hasta qué punto lo son– y sus exámenes sectarios. Pero su reportaje tiene un valor historiográfico muy superior al de tantos enredosos libracos que por ahí circulan. Como contestó Stanley Payne a unas pintorescas observaciones de Tusell:
"Parece, pues sobreentenderse que sólo los profesores pueden tener un pensamiento serio o escribir convenientemente sobre historia. Semejante idea sería particularmente grotesca en países como Inglaterra o Estados Unidos, donde la mayoría de las mejores y más leídas obras de historia no las escriben profesores".
El reportaje histórico de Semprún tiene muchos méritos, uno de ellos el de mostrar el rápido proceso de descomposición social y política sufrido por España tan pronto alcanzó el poder el Frente Popular, en febrero del 36, creándose un doble poder desde la calle mientras el poder presuntamente legítimo vulneraba la ley y amparaba los desmanes y socialistas y anarquistas rivalizaban en demagogia, a veces a tiros entre ellos. Aunque no se lo propone explícitamente, el libro demuestra lo que nadie puede dudar a la vista de los testimonios y de la sucesión de hechos: el Frente Popular, al que es afecto el actual presidente del Gobierno, el "rojo" Zapatero, aniquiló la Constitución republicana hasta extremos inverosímiles, hasta el extremo de que sus propios órganos de seguridad se convirtieron, en buena medida, en grupos terroristas o protectores del terrorismo.
Una pequeña laguna en este excelente reportaje, y sobre la que he propuesto más de una vez una investigación a fondo: la implicación de Prieto en el crimen. No hay pruebas, desde luego, pero todos los indicios apuntan a él con fuerza.
Entre los varios libros esenciales que los profesionales de la desvirtuación histórica han logrado borrar de la universidad hay uno absolutamente clave: la Historia del Ejército Popular de la República, de Ramón Salas, mucho más de lo que su título indica. Para entender la importancia de esta obra conviene advertir que antes de ella las historias de la Guerra Civil apenas habían recurrido a los archivos.
Hugh Thomas había elaborado su libro a base de otros libros y memorias, tratados con algunos prejuicios socialdemócratas pero con inteligente sentido común, lo cual, junto con una visión artística bastante más elevada que tantas otras pedestres historias, le permitió escribir un trabajo que con justicia se ha hecho clásico. Pero sus debilidades de método la condenaban a verse superada antes o después. Salas, en cambio, se apoyó de modo constante en los documentos de archivo, "que suelen escribirse sobre la misma realidad, sin preocupación de imagen ni de lo que vaya a decir la Historia en el futuro".
El resultado fue sencillamente demoledor para las leyendas elaboradas por la propaganda de la Comintern y aceptadas brutamente por una historiografía, incluso de derecha, más interesada en parecer progresista que en la veracidad de sus contenidos.
Pero los intelectuales orgánicos han demostrado poseer una piel de hipopótamo frente a los desmentidos de sus teorías, junto con una elaborada tradición propagandística y una habilidad sobresaliente para adjudicarse fondos públicos. Y gracias a estas dudosas habilidades han logrado neutralizar durante muchos años al "historiador franquista", "militar", "no universitario" y, por supuesto, "no científico", ya que Salas prescindía de la "metodología científica marxista", de rigor en la universidad durante muchos años, y todavía hoy, de modo más encubierto.
Del mismo modo, aplicando la "metodología marxista" en su más cruda acepción, es decir, mediante un sectarismo y una falta de honestidad intelectual apabullantes, han logrado erradicar a otros grandes de la historiografía sobre la Guerra Civil: Bolloten y Martínez Bande, que, concuerdo en ello con Ricardo de la Cierva (otro "erradicado"), forman con Ramón Salas el trío imprescindible para conocer la Guerra Civil.
Debemos felicitarnos de la recuperación de Historia del Ejército Popular de la República, que debiera figurar en la biblioteca tanto de estudiosos profesionales como de aficionados al tema. Al compararla con decenas y cientos de libros escritos posteriormente, apreciamos hasta qué punto la historiografía puede retroceder en lugar de avanzar, un poco como retrocedió la biología en la URSS bajo los auspicios de Lisenko, promotor del materialismo dialéctico aplicado a la agricultura.
Por supuesto, el tiempo pasa, hay nuevas aportaciones y nada es absolutamente definitivo. Por poner un detalle, creo que Salas tiende a minusvalorar algo la impronta soviética, tanto en el ejército como en la política del Frente Popular, la cual quedó determinada por Stalin desde el momento en éste recibió el grueso de las reservas financieras españolas y dispuso de un partido por completo sometido a sus órdenes y que pronto lograría la hegemonía, pese a su pequeñez inicial.
– Milagrosa Romero Samper: El exilio republicano. Encuentro, 2005; 344 páginas.
– Alfredo Semprún: El crimen que desató la Guerra CIvil. Libros Libres, 2005; 244 páginas.
– Ramón Salas Larrazábal: Historia del Ejército Popular de la República. La Esfera de los Libros, 2006; 3.572 páginas (5 volúmenes).
Pinche aquí para leer las entregas anteriores de UNA VISIÓN CRÍTICA SOBRE LA REPÚBLICA Y LA GUERRA CIVIL.
Gentileza de LD
jueves, septiembre 21, 2006
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