miercoles 20 de septiembre de 2006
Cuestión de dignidad
IMANOL VILLA
Definitivamente, he perdido cinco años de mi vida. Los he tirado a la basura, como quien tira un pañuelo de papel usado. Me duele haber llegado a tan triste conclusión pero, tras escuchar al señor Rajoy el agosto pasado, no me queda más remedio que admitir que me equivoqué. Y es que «la inmensa mayoría de los españoles no quiere una revisión de la historia, ni quiere volver a hablar de la República ni de Franco» porque - y esto fue lo que me deshizo por completo- no sirve «absolutamente para nada». ¿Hala!, punto final. Así que, al igual que he hecho yo, queridos amigos, compañeros y colegas de estudios, a cascarla con otros cuentos, que eso de la historia no interesa a nadie. Cierren por tanto las academias y facultades de tan estúpida disciplina y vayamos a ocuparnos del futuro. Es decir, convirtámonos en echadores de cartas, visionarios de bolas de cristal o, si se prefiere, en votantes acérrimos de un partido, el PP, que prefiere obviar que cuarenta años de la historia de este país estuvieron marcados por la vergüenza, la represión, la falta de libertades y el fascismo.Es cierto que los españoles no colman sus tertulias ante una caña fresquita con temas de conversación relacionados con Felipe V, Wifredo el Belloso, la República y Franco. ¿Estaríamos buenos! Pero tampoco olvidan que hubo una época en la que muchas cosas que hacen, dicen y eligen estaban literalmente prohibidas. Y ahora hacen, dicen y eligen condicionados por aquellos años de impotencia porque, en el fondo, todos ellos son herederos de vencedores y vencidos. Me extraña, por eso mismo, que no haya una sola persona que en un momento determinado no se pregunte el porqué de cómo somos actualmente y de por qué nos pasa lo que nos pasa. Y es aquí, en este principio para hacer historia en el que el señor Rajoy y todos sus amigos han de cerrar la boca porque para eso estamos los historiadores, para colmar la necesidad imperiosa que toda sociedad tiene de conocerse en el presente viajando previamente al pasado. No sólo para no repetirlo sino para no caer en un estado de estupidez absoluta que nos convertiría en el hazmerreír del mundo.Es por todo ello que rectifico lo dicho con anterioridad y me aferro convencido a lo que soy. Y al mismo tiempo afirmo de nuevo que es hora de pronunciar la historia en toda su extensión por lo que. sirva esto de ánimo para quien lo desee, confieso sentir vergüenza de una etapa de la historia de este país que va desde el 18 de julio de 1936 hasta el 20 de noviembre de 1975 (y algo más). Nada, absolutamente nada justificó aquel gobierno dictatorial y fascista. Es por ello por lo que, de una vez por todas, se ha de devolver la dignidad a los que oficialmente y con malas artes la perdieron, al mismo tiempo que ha de borrarse toda mención, monumento, estatua y distintivo que haga referencia a aquellos años de infamia. Será así la única manera de que mi hija, nuestros hijos, cuando echen la vista atrás en la historia, puedan sentirse orgullosos de lo que se hizo por la libertad y la justicia en el país que habitan.
martes, septiembre 19, 2006
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