domingo, septiembre 24, 2006

Arias Cañete, motero, se considera un ser marciano a la hora de...

MIGUEL ARIAS CAÑETE"Una pequeña dosis de ´pepiñismo´ no nos vendría mal en el PP"
Juan Delgado
TOQUE PERSONAL
Arias Cañete, "motero", se considera un "ser marciano" a la hora de circular por el tráfico madrileño.

"Estamos como en Italia, la economía real va por un lado y la oficial, por otro", asegura quien se ocupa de las cuestiones económicas en el Grupo Parlamentario Popular.

25 de septiembre de 2006. Ex ministro de Agricultura, secretario de Economía del PP y portavoz de esta materia en el Congreso de los diputados. Madrileño de nacimiento (56 años), andaluz de adopción por obra y gracia de su boda con una jerezana con la que comparte tres hijos. Este abogado del Estado, de aspecto adusto por su poblada barba blanca, rezuma al mismo tiempo guasa, rigor, entusiasmo y apasionamiento. Le encanta la velocidad. Se mueve por Madrid en moto. Y está aterrorizado con el carné de puntos. ¿Se encuentra la economía española tan boyante como pregona Zapatero? Hay dos visiones de la economía. Por un lado, la triunfalista del Gobierno, basada en algunos datos macroeconómicos sin tener en cuenta los fuertes desequilibrios de la economía española. Y, por otro, la que revelan los indicadores de confianza con independencia de su autoría. Todos ellos apuntan una enorme desconfianza de los españoles sobre el futuro de nuestra economía. Ese escepticismo se fundamenta en la percepción de que efectivamente crece, pero no lo suficiente en términos de riqueza relativa. Y así, per capita, la convergencia con la Unión Europea se ha desacelerado y hoy en día los salarios suben menos que la inflación. La pérdida de poder adquisitivo y el incremento de los intereses de las hipotecas generan unas incertidumbres en las familias que pueden afectar al consumo a medio plazo y crear una ralentización económica importante. De ahí que sean imprescindibles reformas estructurales que el Gobierno no pone en marcha. ¿Existen síntomas de recesión o crisis? No. Sí hay, en cambio, indicios de que si no se corrigen determinados desequilibrios de la economía española, podemos entrar en barrena. Los desajustes básicos son el diferencial de inflación con la Unión Europea -casi dos puntos- y el déficit exterior. Este último pone de manifiesto una pérdida de competitividad de nuestras empresas, que no son capaces de exportar al ritmo necesario. ¿Cuáles son esas reformas profundas que necesita nuestra economía? Una fiscal de gran envergadura. No, desde luego, la cicatera que ha planteado el Gobierno. Esa reforma debe reducir la presión fiscal en más de 10 puntos sobre las compañías mercantiles. Y, en segundo lugar, nos guste o no y con todo el diálogo social necesario, necesitamos irremediablemente una reforma de nuestro sistema de relaciones laborales que introduzca más flexibilidad, así como fórmulas que vinculen los aumentos salariales a los de productividad. ¿Esa reforma fiscal no afectaría a los ciudadanos de a pie? A mi juicio ha de estar centrada en estimular el ahorro. Falta ahorro nacional, y estamos viviendo de las reservas de Francia, Alemania o Italia. Esta situación entraña mucho riesgo, ya que si estos países lo necesitan, se encarecería enormemente la financiación del funcionamiento corriente de la economía española. Su partido hizo de las liberalizaciones una de sus principales banderas en materia económica. ¿Requiere nuestra economía una mayor profundización en esta línea? Desde luego en el sector eléctrico no se ha llegado a la liberalización plena. Tenemos un sector muy regulado. También queda aún mucho por hacer en el de las telecomunicaciones, transportes y distribución. ¿Es intervencionista en el plano económico el Gobierno de Zapatero? La operación de E.ON revela que el señor Sebastián se debía encontrar en otra galaxia el día que calificó de liberal al Gobierno de Zapatero. Los casos de intromisión gubernamental en la economía son abundantes: la manipulación a que ha sido sometida la Comisión Nacional de la Energía; las desautorizaciones a que se ha visto sometido el Tribunal de Defensa de la Competencia; los espectáculos que nos ha ofrecido la Comisión Nacional del Mercado de Valores; la publicación de decretos de ley ad hoc, además de determinadas actuaciones de Montilla en otros ámbitos del sector eléctrico. Si eso no es intervencionismo en la economía, que venga Dios y lo vea. Cada vez que ha podido, lo ha sido. No le hemos visto ninguna intención liberalizadora. Ni siquiera en el Plan Nacional de Reformas hay elementos de liberalización que se puedan constatar. Por cierto, un plan tan virtual como el Plan de Dinamización de la Economía, que lamentablemente es el instrumento para conseguir la convergencia plena con la UE. Visto con perspectiva, ¿qué le quedó por hacer al Gobierno de Aznar en materia económica? Probablemente la reforma del sistema de relaciones laborales y una mayor liberalización del sector eléctrico, iniciativas que estaban previstas para una tercera legislatura, ya que son medidas que llevan aparejado ineludiblemente un coste político y que han de tomarse en los primeros cien días cuando el Gobierno tiene aún caliente el respaldo de los electores. Nosotros confiábamos en ganar las elecciones y, por tanto, continuar con el proceso de reformas. ¿Qué está haciendo este Gobierno por el tejido industrial, cada vez más deshilachado? El Ministerio de Industria, Comercio y Turismo ha estado hibernado y aletargado porque su inquilino estaba en la política catalana. Hemos visto cómo los sectores tradicionales básicos, como el calzado, el textil o los pavimentos cerámicos, muy expuestos a la competencia exterior, se han visto muy deteriorados. También hemos asistido a un proceso de deslocalización importante sin que el Ministerio haya peleado por un marco fiscal atractivo y una flexibilización del mercado laboral. Montilla ha pasado olímpicamente de la industria, del comercio y del turismo. Este último, que equilibraba la balanza, presenta un descenso de los gastos por turista, mientras aumentan los de los españoles en el exterior. Este macroministerio, muy importante, ha estado vacante durante dos años y parece, de acuerdo con el perfil del señor Clos, que va a seguir el mismo camino. Será una legislatura perdida para la industria, el comercio y el turismo, que necesitan ineludiblemente un impulso. Hablemos de empleo. Los últimos datos no son tan positivos. ¿Qué evolución prevé? Terminados los procesos masivos de regularización de inmigrantes auspiciados por Caldera, lo normal es que se produzca una desaceleración en la creación de empleo en nuestro país. Lo preocupante es que las prestaciones por desempleo para inmigrantes están creciendo enormemente a un ritmo superior al 20 por ciento. Nuestro sistema de empleo no pueda respuesta a tanta demanda. A este problema hay que añadir otra adicional: la existencia de casi un millón y medio de ilegales conlleva una economía sumergida que distorsiona los procesos transparentes de creación de empleo.¿Sirve para algo la reforma laboral de Caldera? Sí, para que los empresarios contraten indefinidamente gracias a las subvenciones que le da el erario público. Cuando se termine el Programa de Contratación Indefinida, veremos lo que pasa en España con la temporalidad. Ha sido una reforma cerrada en falso. Los empresarios y los sindicatos saben que la gran reforma laboral está aún por hacer. Esa reforma exige una enorme racionalidad, una gran responsabilidad y un importante coste de imagen para todos los que participen en la misma. ¿Quién manda realmente en la política económica española, Solbes o Sebastián? Ninguno de los dos porque el Gobierno ha renunciado a hacer política económica y fiscal. Estamos como en Italia, la economía real va por un lado y la oficial, por otro. Afortunadamente nuestros empresarios están tirando del carro, no así el Gobierno. ¿Está el Gobierno preparando este país para la inminente pérdida de fondos comunitarios? Ni el Gobierno ni las comunidades autónomas son conscientes de la situación a la que se va a enfrentar a España a partir de 2013 cuando perdamos totalmente los fondos comunitarios. Eso plantea al Estado, que es el garante del equilibrio entre comunidades y de la cohesión económica y social, la necesidad de dotar un fondo de compensación interterritorial que permita invertir en las regiones que tienen atrasos. Eso sería lo racional. Actualmente tiene una dotación irrisoria. Lamentablemente el Gobierno no está pensando en este problema. ¿Qué futuro le augura a los líos de diversa índole que tiene entre manos Zapatero? Todos los problemas irresueltos que tenemos ponen de manifiesto un Gobierno sin capacidad de gestión, sin ideas y que sólo vive de la propaganda. La inmigración ha desbordado al Gobierno. El proceso de negociación con ETA es absolutamente opaco. No tenemos política exterior. El cúmulo de despropósitos y errores le lleva a los ciudadanos a convencerse de que el Gobierno tiene los días contados. Por eso, hace falta que la oposición refuerce su imagen de alternativa y centre este curso político en hacer propuestas. De los diversos problemas que tiene España actualmente, ¿cuál le preocupa más y cuál le parece más difícil de resolver? Sin duda, la inmigración y el terrorismo. Pero este último estaba en vías de resolución, el PP había puesto en práctica una política eficaz que había colocado a ETA contra las cuerdas. La inmigración es mucho más compleja. Es muy difícil hacer frente a una bolsa de ilegales de más de millón y medio de personas que se refugian en la economía sumergida, y es complicadísimo gestionar una llegada masiva de inmigrantes clandestinos todos los días sin capacidad de expatriación. ¿En qué han fallado para que después de todo lo que ha llovido no hayan conseguido despegarse del PSOE? Hemos conseguido aguantar muy bien, ya que lo normal es que en la primera legislatura el partido perdedor se desvanezca. Un Gobierno tiene un periodo de gracia importante. Los ciudadanos tardan mucho en cambiar su voto. Hay una franja de votantes socialistas que se está pasando a la abstención y ahora nos toca trabajar para ilusionarles y ganarnos su confianza. En los dos primeros años no se pueden hacer propuestas, porque no resultan creíbles. Hay que hacerlas en la segunda parte de la legislatura. ¿Qué le falta a su partido en general y a su presidente en particular para ganar las próximas generales? Nos falta definir nuestras propuestas de alternativa y saberlas transmitir. Los españoles perciben que nuestro partido es riguroso y serio, y eficiente gobernando. Quizá nos falte un poco de malicia en los mensajes por ser honestos y transparentes. Ciertamente, no somos Pepiño Blanco, pero una dosis pequeña de "pepiñismo" no vendría mal. ¿Le inquietan los síntomas de desunión que se están empezando a manifestar en su partido? Llevo en este partido desde 1980. He vivido época de desunión, de grandes enfrentamientos, de congresos nacionales con dos candidaturas, de guerras en 26 provincias... Actualmente no hay ningún presidente regional discutido, no ha habido conflictos en los congresos provinciales, los procesos de elaboración de listas son bastante pacíficos... Y luego Mariano Rajoy tiene el apoyo de todo el mundo. Nunca hemos tenido una paz troyana tan maravillosa como la actual. Algún candidato discutido sí que hay. ¿No? Eso es una percepción de fuera. Puede haber pequeños discrepancias en torno a algún dirigente, que puede gustar más o menos, pero el partido es una auténtica balsa de aceite. Este verano ha actuado durante unos días de portavoz en funciones de su partido. Se le veía como pez en el agua. No. He preguntado mucho a los expertos. ¿Sigue recibiendo clases para ponerse al día en Economía? Estoy "super" al día. No diré que las imparta porque debo ser humilde, pero creo que después de dos años en este área en la que no era el más docto, aunque había estado cuatro años en la Comisión Delegada de Asuntos Económicos, que enseña más que los libros de texto, sí percibo que la Economía es una ciencia muy inexacta. En esta materia como en otras hay que aplicar mucho sentido común y políticas muy valientes. La política económica es más una cuestión de valentía para hacer reformas estructurales que de gran ciencia para interpretar datos macroeconómicos. A un amante de la velocidad como usted, ¿le han quitado ya algún punto de su carné de conducir? No, pero voy aterrorizado. Cumplo escrupulosamente todas las señales de tráfico, lo cual me convierte en un ser marciano porque nadie va por La Castellana a 50. Es toda una experiencia: el riesgo de colisión es grande con los coches que te adelantan; los insultos -cateto, paleto...-; los gestos que te hacen con la mano... Los gobiernos -central y autonómicos- deberían ser responsables y señalizar las carreteras de acuerdo con el riesgo, no con el capricho de un "colocaseñales". Debería ser la contraprestación a una medida, como la del carné por punto, que puede tener un enorme costo para los ciudadanos.

No hay comentarios: