26-IX-2006
A vueltas con el orden de sucesión
EDITORIAL
En este mismo sentido, se manifestó el propio Don Felipe, con ocasión del nacimiento de su hija, al señalar que "no hay urgencia" y al recordar que "hay otra generación por medio y hay tiempo".
La noticia del segundo embarazo de la Princesa de Asturias ha reabierto el debate sobre si es o no urgente modificar nuestra Carta Magna para erradicar de ella la tradicional prelación del varón sobre la mujer en el orden de Sucesión a la Corona.
El presidente del Consejo de Estado, Francisco Rubio Llorente, ha afirmado, no obstante, en diversas ocasiones, que aún hay tiempo para introducir una reforma en la Constitución para que la primogénita de Don Felipe sea la próxima Princesa de Asturias, con independencia de que la infanta Leonor tenga o no hermanos varones.
Aunque esta calma no la compartan algunos insignes constitucionalistas, lo cierto es que, hoy por hoy, el único heredero de la Corona es el Príncipe Felipe, y sólo el derecho del actual Príncipe de Asturias podría verse afectado si se cambiara ahora –y se hiciera con carácter retroactivo– el orden de sucesión a la Corona. En este mismo sentido se manifestó el propio Don Felipe, con ocasión del nacimiento de su hija, al señalar que "no hay urgencia" y al recordar que "hay otra generación por medio y hay tiempo".
Tampoco sostenemos –entiéndasenos bien– que haya que esperar a que Felipe de Borbón sea Rey para establecer un nuevo orden que, en el futuro, llame a su primogénita a ser su sucesora aunque esta tenga hermanos varones: bastaría con que el nuevo orden de sucesión, aun bajo reinado de Juan Carlos I, perpetuara una generación la prelación del varón sobre la mujer en favor de Don Felipe –para respetar sus derechos que ya tiene como príncipe de Asturias– y estableciera al tiempo para su futura sucesión unos criterios de discriminación distintos, en los que ya estuviera totalmente consagrado, con independencia de su sexo, el privilegio del primogénito.
Por muy manido que esté, no existe, ni protocolaria ni constitucionalmente la figura del "heredero del heredero" a la Corona. Por lo tanto, aunque Doña Leticia alumbrara en mayo a un niño, ese Infante no vería afectado en el futuro ningún derecho actual y legalmente protegido por una posterior reforma; tan sólo el puesto que ocupa entre los demás infantes para llegar a ostentar en su día los derechos de sucesión que sólo ostenta el Príncipe de Asturias.
No obstante, la evidente falta de unanimidad respecto a si es urgente o no esta reforma se ve agravada por el intento de algunos de convertir su necesaria consulta popular en un plebiscito sobre la Monarquía; por no hablar de quienes, como el Gobierno y sus aliados, quieren introducir de rondón otras reformas constitucionales que, como las referidas a las comunidades autónomas o a la reforma del Senado, pueden debilitar, no ya la continuidad de la Corona, si no la de la propia nación.
Si el historiador Raimon Carr señaló en su día la paradoja que suponía que un partido tradicional como el de los carlistas prefiriera un derecho de familia francés, como era la ley sálica, a las Partidas Medievales españolas, cuyo orden de sucesión ha preservado hasta ahora nuestra Carta Magna, esperemos que, con el tiempo, no nos resulte paradójico que un supuesto intento de "modernizar" la monarquía termine por debilitar las ligaduras tradicionales en las que se ha estado sosteniendo la Corona y por las que ha resultado ser útil.
Gentileza de LD
martes, septiembre 26, 2006
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