martes, septiembre 26, 2006

Los suecos dicen basta

martes 26 de septiembre de 2006
LA IZQUIERDA, DESALOJADA DEL PODER
Los suecos dicen basta
Por Nima Sanandaji
Las elecciones suecas del 17 de septiembre se solventaron con una derrota histórica del Gobierno socialdemócrata. El Partido Socialdemócrata recibió apenas el 35% de los votos, su peor resultado electoral en cualquier comicio desde 1914. La principal formación del centroderecha, Moderaterna, cosechó el 26% de los sufragios, sus mejores resultados desde 1928. En conjunto, los tres partidos de izquierda recibieron el 46% de los votos, frente al 48% de las cuatro formaciones que componen la alianza de centroderecha.
¿Resulta verdaderamente sorprendente la victoria del centroderecha, después de 12 años de gobiernos socialdemócratas? Para muchos suecos, sí. Después de todo, los socialdemócratas han gobernado el país durante 65 de los últimos 74 años. Por otra parte, diversos factores concurrentes en la política interna han dado mucho más poder a los socialdemócratas que a las demás formaciones. El apoyo brindado por los sindicatos a los socialdemócratas en período electoral no tiene, sencillamente, parangón.

En las elecciones anteriores, de 2002, el monto de la ayuda prestada por el mayor sindicato al Partido Socialdemócrata se estimó en 516 millones de coronas, una cifra cinco veces superior al presupuesto electoral combinado de los otros seis partidos suecos. Durante la campaña de 2006 el monto se aproximó a los 825 millones de coronas.

Los medios suecos se alinean tradicionalmente con la izquierda, y los departamentos gubernamentales invierten 2.000 millones de coronas anuales en la conformación de las políticas públicas, a menudo con un enfoque izquierdista. Dicha suma es cien veces superior al presupuesto anual de Timbro, la principal institución pro libre mercado.

El dinero público se emplea con frecuencia en impulsar la causa de los socialdemócratas durante los períodos electorales. En la pasada campaña hemos podido dar con una buena prueba de ello. La corporación pública Utbildnings Radion envió dos DVD con información electoral a cerca de 1.500 escuelas: uno de ellos trataba de la democracia; el otro, del socialismo.

Los comentaristas extranjeros suelen asumir que el pueblo sueco sigue eligiendo gobiernos socialdemócratas sólo por los beneficios de las políticas de bienestar, sin reparar en cómo los sindicatos y las instituciones públicas otorgan una clara ventaja a la izquierda. En parte por ello, el sistema de bienestar sueco se ha convertido en algo mítico para muchos extranjeros: la prueba de que el socialismo puede ir de la mano con una economía dinámica, con la innovación y el desarrollo. Encontramos un ejemplo típico en un artículo publicado por Newsweek en enero, que, entre otras cosas, decía:

En el invierno de su descontento, con Alemania y Francia estancadas y Gran Bretaña adentrándose en aguas turbulentas, Europa se agarra al modelo sueco como lo hizo en los años 30 y de nuevo en los 70. Suecia es el objeto de deseo: el referente para las economías europeas que buscan ser competitivas y socialistas en un mundo de libre mercado.

Pero Suecia no es el perfecto experimento socialista que muchos extranjeros pretenden. En primer lugar, su Estado de Bienestar no siempre es más socialista que los que rigen en los demás países occidentales. Los fondos de jubilación privados que pretenden implantar los republicanos en EEUU son ya una realidad en Suecia, así como el sistema de vales (vouchers) para las escuelas privadas. Al mismo tiempo, cuando examinamos las políticas que hacen que Suecia destaque como nación de izquierdas –los impuestos elevados, los abundantes subsidios gubernamentales o los castigos suaves a los criminales–, es claro que están provocando su rezago.

Suecia es un país con una orgullosa tradición de empresarialidad, trabajo duro e innovación. Entre los años 70 del siglo XIX y los 50 del XX la economía nacional experimentó un crecimiento muy vigoroso; fue ése un período en que las políticas económicas eran libres y la presión fiscal, todavía baja. Después, en los años 60 y 70, con los socialdemócratas radicalizados, se elevaron los impuestos y se incrementó el tamaño del Estado. El resultado fue la paulatina pérdida de competitividad del país, hasta el punto de que ya no es una de las naciones más ricas del mundo en términos absolutos, como sí lo fue, por ejemplo, en los años 70.

Tradicionalmente, Suecia ha sido un país en que se respetaba la ley y había pocas tensiones étnicas. La criminalidad ha venido siendo baja, pero como el Gobierno ha afrontado durante mucho tiempo el crimen con políticas blandas, el número de violaciones y asesinatos se ha incrementado dramáticamente.

De la misma manera, se está desvaneciendo la firme ética laboral que hizo rica a Suecia. Vivir a costa del Gobierno en lugar de trabajar ha pasado a ser rentable. Esto es más evidente entre los jóvenes suecos y los inmigrantes que han llegado recientemente al país. Las políticas sociales han influido negativamente en una sociedad antes próspera. En cambio, la minoría sueca instalada en América aún sigue prosperando en aquellas áreas en que Suecia viene decayendo desde hace décadas.

Las elecciones del día 17 confirman que muchos suecos están cansados de esas políticas que anteponen el Estado del Bienestar al trabajo, que hunden la iniciativa empresarial y expanden el poder de la burocracia gubernamental. También demuestran que ni siquiera son ya suficientes las ventajas de que se benefician en los comicios los socialdemócratas para maquillar sus políticas fracasadas. Se trata de una lección que vale la pena repetir para los socialistas que aspiran a gobernar en otros países de Europa.

NIMA SANANDAJI, fundador de la institución liberal sueca Captus.

Gentileza de LD

No hay comentarios: