viernes 22 de septiembre de 2006
Apuntaciones sobre los acuerdos democráticos
Antonio Castro Villacañas
E N 1937, cuando ya se sabía vencido, Azaña escribió que cuando acabase la guerra se tejería una historia oficial de ella, para los vencedores, y acaso una antihistoria, no menos oficial, para los proscritos. Así sucedió, en efecto, desde 1939 en adelante, y a partir de 1976 hasta nuestros días. Es natural: cada una de las partes herederas de quienes protagonizaron la guerra que empezó en 1931, o en 1923, o en 1808, tiene su propia lectura y su propia interpretación de cuanto sucedió en España a partir de la invasión francesa, la dictadura o la II República. Por eso, aunque Rodríguez y sus muchachos juren y perjuren que ellos amortizaron hace tiempo la hipoteca cultural y política que les ligaba con el pasado, sus hechos les desmienten. Por un lado está su continuado cultivo de la leyenda -plena de falsedades y exageraciones- sobre una fantasmal España democrática y progresista. De ese cultivo ha nacido la "memoria histórica", semilla y fruto tan intencionados como dañinos porque no tienen ni buen origen ni pretenden un fin bueno. Solo buscan publicidad y partidarios de su proyecto político: la ruptura con la España anterior al 2004 y la creación de una España nueva, construída en colaboración con los partidos nacionalistas de Vasconia, Cataluña y Galicia, más sus imitadores de otras partes, todos ellos nacidos, desarrollados y concertados para hundir todo lo que no sea su propio beneficio público y todo lo que no sirva a su bienestar privado. Cuanto se oponga a esa España troceada, a ese tipo de sociedad clasista, a tal constelación de Estados Ibéricos, para ellos es supervivencia o renacimiento del franquismo, del fascismo o del absolutismo, o de las tres cosas a la vez, que todo ello cabe y bulle en el interior de sus cerebros individuales, políticos o sociales, patológicamente enfermos de un temor irracional a cuantos no secunden sus proyectos y de un complejo de superioridad moral sobre todos aquellos que prefieran mirar el pasado, el presente y el futuro de frente y con los ojos bien abiertos en lugar de hacerlo -como ellos- bizcos del izquierdo. Una vez asentados en el Poder, en gran parte merced a las sucesivas claudicaciones de la débil Tra(ns)ición hecha y dirigida por los bizcos del derecho, han vuelto a seguir el plan de ruptura y marginación social de cuanto no les ofrezca sometimiento o vasallaje. Para ello están propagando y defendiendo una visión maniquea de la República, de la Guerra, y de los 40 Años. Con ello pretenden ajustarle las cuentas al pasado, por supuesto, venciéndole ahora ya que no pudieron hacerlo a su debido tiempo, pero sobre todo quieren acobardar a sus posibles adversarios, los hombres de esa derecha que tiemblan cada vez que aquí o allá alguien utiliza el sambenito del franquismo para limpiar el escenario político de posibles rivales y de rivales con posibles. Es de justicia reconocer que con estas artimañas de baja clase, Rodríguez y sus muchachos están logrando bastantes éxitos. Sus piruetas políticas demuestran que hoy en España puede hacerse todo o casi todo. Basta con atreverse a hacerlo. ¿No veis que frente a ellos la mayor parte de sus adversarios están medio muertos de miedo a perder sus diplomas de liberales y demócratas?
jueves, septiembre 21, 2006
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