jueves, septiembre 21, 2006

Elucubraciones en torno al Papa y al que le escribe los discursos

viernes 22 de septiembre de 2006
Elucubraciones en torno al Papa y al que le escribe los discursos
Miguel Martínez
P ESE a que pudiese parecer lo contrario, que no en vano éste es el cuarto artículo que le dedico a Benedicto XVI, un servidor no tiene – o al menos así lo cree- fijación alguna con el Santo Padre, pero lo cierto es que, de una u otra manera, se ve el hombre cada dos por tres en el centro mismo de diversas polémicas, que lleva el pobre una temporada que cada vez que abre la boca sube tres céntimos el pan; que no vean lo que ha dado de sí este último viaje a Baviera. A buen seguro que de saber el Pontífice la que se iba a armar, se hubiese quedado en su Castelgandolfo regando sus macetitas y dando de comer a sus pececitos. Ya les hacía llegar a ustedes, en el artículo de la semana anterior, las elucubraciones de un servidor sobre las teorías creacionistas de don Ratziger y su conflicto con las teorías científicas y hoy, casi se ve uno en la obligación de tratar en esta columna de sus últimas alusiones al Islam. Y probablemente no les falte razón a los que afirman que sus recientes palabras en Alemania sobre el Islam han sido descontextualizadas y por ende mal interpretadas, pero tampoco hacía falta ser un lince para darse cuenta que, tal y cómo está el patio, se iba a formar – nunca mejor dicho- la de Dios es Cristo. Y es que no parece muy acertado que digamos, utilizar un texto del siglo XIV referido al Islam, cuando lo que se llevaba en aquellos años era la moda de La Cruzada (guerra santa al estilo del Yihad, pero llevada a cabo por los buenos, o séase nosotros) y los eslóganes de entonces eran del tipo “muerte al moro infiel”. En cualquier caso, es innegable que Ratziger ha mostrado unos espléndidos reflejos – este párrafo, y sólo éste, lleva implícito un aplauso a Su Santidad- puntualizando sus declaraciones y excusándose ante quienes pudiesen haberse sentido ofendidos por la mala interpretación, cosa que al parecer no ha resultado del agrado de los más papistas que el Papa (y eso que Ratziger lo es un rato largo) en eso de la ortodoxia, considerando éstos que quien se pica ajos come y que no debiera Su Santidad levantarse la túnica (acto equivalente a bajarse los pantalones en los que no utilizamos hábito) pidiendo disculpas sólo porque los otrora llamados infieles se hayan sentido ofendidos por una frase que dentro del contexto del discurso no pretendía más que poner de manifiesto que el Islam no tiene por qué significar (de hecho no lo significa) violencia. Quizás a los asesores del Vaticano, muy ocupados buscando párrafos medievales en los que sustentar discursos del siglo XXI, se les pasó que el término Yihad no significa única y exclusivamente “guerra santa”. Debieran hacerles copiar mil veces en la pizarra “Me documentaré mejor en el futuro y no volveré a escribir discursos después de haberle echado un tiento al vino de bendecir”. Y llegados a este punto, vemos cómo de forma demagógica y malintencionada, aparecen de nuevo los más papistas que Benedicto XVI y, además de echar más leña al fuego, justifican y legitiman cualquier postura antislámica como respuesta a las reacciones con las que algunos salvajes han replicado al patinazo de Ratziger, y reclaman casi las mismas salvajadas para con todo lo que huela a musulmán. Algunos, además, mezclan churras con merinas y aprovechando, no ya que el Pisuerga pasa por Valladolid, sino que el Tigris pasa por Bagdad, añaden como ingrediente a este desaguisado guiso el problema de la inmigración. Para mear –ustedes me perdonarán la expresión- y no echar ni gota, que diría un prostático. No me negarán ustedes, mis queridos reincidentes, que no resulta paradójico que uno de los que tenga que aparecer defendiendo al Papa sea precisamente el Presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, ése señor que dice Bush que es tan malo porque insiste en que tiene derecho -como si fuera occidental, ¿Qué se habrá creído el muy iluso?- a utilizar para fines civiles y pacíficos la energía nuclear. Quizás sea todo mucho más sencillo de que lo que parece y tan sólo resulte que, ni los buenos son siempre tan buenos, ni los malos siempre tan malos. O quizás el verdaderamente malo de esta película sea un servidor por criticar la metedura de pata (corregida) del Papa en vez de despotricar profusamente del sarraceno infiel.

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