jueves, septiembre 14, 2006

Tiempos de tribulacion, Mas violencia de hogar

viernes 15 de septiembre de 2006
Tiempos de tribulación. Más violencia de hogar
Antonio Parra
E N tiempos de tribulación no hacer mudanza, dejar correr el agua pero uno no escapa a la zarpa de la tele o a las enconadas cabeceras del rotativo que parece que una mano inicua tal vez de ángel vengador está escribiendo la historia. Miro a lo alto y se me secan en garganta las plegarias. Es demasiado duro saber que en Zaragoza unos hijos han pegado a su padre una paliza por haber agredido previamente a la madre. Tragedia familiar a dos bandas pero los bustos parlantes del chismorreo el hurgón de la mierda y el resentimiento en cada mano lo cuentan con una sonrisa prejuzgando sin ser jueces. A estas torticeras y muñidoras de enredo merecerían que se las llevase la pasma. El trono que dejó la reina de las mañas y de las mañanas - ya cayó- un personaje con el cual yo urdí los juncos de una novela han sido ocupados por otras princesas del celestineo. Digo esa Mercedes Ballesteros que hace tándem a costa de los presupuestos públicos con un ex policía. Ya no hay ética y me avergüenzo un poco de mi profesión periodística. Nunca pensé que podíamos caer tan bajo. La violencia de género que encubre la perpetua guerra civil y que ha llegado a los tálamos y al cuarto de estar en que nos hallamos inmersos los españoles no puede contarse con la sonrisa diabólica de este dúo, y un síntoma de la descomposición de la familia, la degradación de la fibra moral, nunca puede ser abordada con esa enigmática sonrisa de Mona Lisa. Siempre dando la razón a una parte. Ciertamente estamos en guerra: los padres contra los hijos, el esposo contra la esposa, hermano contra hermano. Y ahí tenemos a doña Ballesteros con cara de merienda entrevistando al pobre hijo, muchacho cabal, que salió en defensa de su madre atacada por el marido obcecado, celoso y con orden de alejamiento. Alabándole la gracia. Le tenías que haber dado más. ¿Más? Pero si está en coma en el hospital. El morbo está alcanzando la enésima dimensión y España está enferma. Se decía más feo que pegar a un padre pero eso era antes y la norma ya no vale, por lo visto. Y hay algunos que hacen riza a costa de las tragedias personales de los demás. La violencia doméstica es una forma de terrorismo. Seguramente pero mucho más horrible y zafio me parece el terrorismo informativo practicado adrede por “personalidades” mediáticas sin un mínimo de deontología profesional. En el pecado ya llevan la penitencia. A la Campos ya la auguré un negro destino en mi libro y a ésta pues también. Ya caerá. ¡Pobre padre! ¡Pobre madre! ¡Pobres hijos! En tiempos de tribulación no tomar resolución. nos recomienda san Ignacio. Tribulación viene de tribulum (en latín abrojo) y también de tribula que quiere decir trilla. Acudo a la Escritura y a los clásicos donde mora la eterna santidad de Israel, ese Israel que nada tiene que ver con las mudanzas y quiebros de la política, que responde en parte a los dictámenes de la concupiscencia, el dinero y el afán de la honra, la fama, el deleite y todo eso que tanto aprecia el mundo en su hoguera de vanidades y expurgo una frase del Eclesiastés que nunca podrán borrar pero que tienen que aprender las de ese feminismo satánico que en parte está provocando esa violencia de género: “Es mejor morar con el león y con el dragón que con la mujer”. Ezequiel profeta se queja de habitar entre escorpiones. “Aula diaboli, aquilonis percussio” (aula de maldades y aguijón del alacrán). Y es por esto por lo cual la Misna hebrea tan preocupada por esa disposición de la condición femenina al barro recomienda las abluciones rituales. Y uno de los pecados mayores del judaísmo es tocar cadáver o yacer con menstruante sin acudir después al sacerdote que limpie. Todos somos parte de la culpa. Habrá gentes que pongan el grito en el cielo pero “dura lex sed lex” de los romanos y volviendo a los judíos, que han buscado la purificación de Israel y la Santificación del Nombre durante milenios esto es “halaja”. Quiero decir sagrado. El pecado original habita entre nosotros y el demonio antiguo acecha. Quevedo llama a las malmaridadas aguadoras del infierno portátil. Por ella se desenvainan las espadas y brillan las navajas. Aunque no habrá cosa más dulce y grande en el mundo que ellas. Transmiten la vida. Son el bien pero a veces por su causa estallan las guerras, las broncas, los asaltos y se vienen abajo las familias, se deshacen las casas. Y la cosa parece que va a peor. En España, donde vivimos una sorda guerra civil no declarada, esto es un signo. Para el terrorismo mediático, o los pornógrafos al uso, estas pobres mujeres vapuleadas o asesinadas no son sino carnaza. Un bledo les importa su futuro, su honra o su estabilidad emocional. Y si en el hogar algunas campan por sus respetos en el trabajo son tiranas. Se aprovechan de su prepotencia de condición de mujer y los maridos son ahora mismo seres acorralados y angustiados, hombres al agua. Pero todo este fenómeno forma parte de la rebelión de la bestia. Me asalta la congoja. Malos días aguardan pero en tiempos de tribulación no hacer mudanza. Muchos de los sin techo que he conocido y de esos vagabundos que derrotan por la vida con un cartón de vino y el banco en un parque como único consuelo y pertenencia son príncipes destronados y esposos arrojados de sus casas que prefirieron la huida a ponerse en su sitio y no por falta de agallas sino porque es de poca hombría pegar a tu santa aunque a veces se lo merezca. ¿Por qué embiste el toro? Porque tiene miedo cuando lo acorralan. Esos pobres diablos o toros acorralados en un acto de desesperación se pierden o cometen una salvajada cuando lo que debían de haber hecho es largarse o buscarse otra, que tocamos a siete y una tuerta decía mi abuelo. Es la solución menos honrosa. Pero de ese ejército de vagabundos, seres derrelictos y derrumbados, no hablan la gobernanta de la tele, doña Ballesteros, y su cómitre, el poli Manolo, porque no forman parte de su apetitosa carnaza. Pero en fin esto es una lucha porque hay gente que se casa no con una mujer sino contra una mujer y en todas las guerras, ya lo decía Cela, el que aguanta gana. Señores amarillistas, por favor tengan a bien no narrar estos tremendos dramas pasionales con tanto morbo y curiosidad malsana juzgando, sin ser jueces, e inclinándose de una lado del fiel de la balanza con pocos miramientos y con la alacridad del que se bebe un vaso de agua porque el encarnizamiento y la desesperación están esparciendo el efecto llamada. Mejor en tiempos de tribulación no hacer mudanza. Dios nos ayude. Ampáranos, Virgen Santa.

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