jueves 14 de septiembre de 2006
Emigración y crecimiento
FERNANDO FERNÁNDEZ
Mientras España mantenga un crecimiento basado en actividades intensivas en mano de obra, como la construcción y el turismo, y un sistema de relaciones laborales rígido e intervenido necesitamos que los inmigrantes hagan la reforma estructural del mercado de trabajo y reduzcan los salarios reales para compensar una lánguida productividad. Solo así podemos competir en actividades de bajo valor añadido. Porque los españoles ya no están dispuestos a trabajar en los sectores que crean empleo. Y no necesitan hacerlo porque la emigración permite mantener, e incluso aumentar en cada período electoral, las prestaciones sociales. Dicho con palabras tan rotundas como sin duda exageradas: los españoles no necesitan trabajar y se pueden permitir el lujo de mantenerse parados sin cambiar de ocupación, actividad o lugar de residencia, como nos dice la EPA.
Vienen estas reflexiones impertinentes provocadas por la actualidad política y una conferencia impartida en la Fundación Ramón Areces por el profesor Burda sobre las reformas en Alemania. Un país en el que el PIB real per cápita sólo ha crecido el 14% en quince años y el consumo lleva sin crecer más de diez, debido a un modelo de relaciones laborales pensado para una economía nacional en rápida industrialización pero incompatible con la globalización. Un modelo que me atrevo a caricaturizar como la manía de financiar las prestaciones sociales con impuestos al empleo, con lo que el factor trabajo se encarece y se utiliza cada vez menos, mientras aumenta la diferencia entre lo que el trabajador se lleva a casa y lo que le cuesta al empleador, para mantener a un número creciente de parados.
Los más versados en estadística pensarán que me he vuelto loco; que en España el PIB per cápita ha crecido más del 40% en ese mismo período y la tasa de paro ha bajado ocho puntos porcentuales. Pero no se preocupen que no me ha dado un jamacuco. Es precisamente la emigración, a un ritmo relativo anual superior incluso al de Estados Unidos a principios del siglo pasado, la que ha permitido cerrar el círculo virtuoso de más prestaciones sociales, para algunos, más empleo y más crecimiento. La emigración y el euro, pero esto último es sabido. Sin embargo, el problema de fondo es de la misma naturaleza que el germano. Tenemos un modelo de crecimiento y de relaciones laborales que obliga a elegir entre la inmigración o el estancamiento. La primera opción se está haciendo socialmente imposible, aparte de que sólo es económicamente viable temporalmente. Si queremos evitar el estancamiento futuro aprovechemos ahora que todavía hay tiempo para hacer la reforma del mercado de trabajo. En Alemania, ha sido necesario un gobierno de gran coalición. Aquí puede bastar con menos prepotencia y algo de espíritu de la Transición. El coste de no hacerlo son diez años de crisis, cuando dejen de llegar inmigrantes.
jueves, septiembre 14, 2006
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