viernes 15 de septiembre de 2006
Apuntaciones en torno a los valores y la derecha
Antonio Castro Villacañas
E S cosa frecuente oír o leer a políticos, escritores y otras gentes de la derecha que los valores sólo se aprenden en casa, en la familia. Quienes pensamos que, además de la indispensable formación familiar, toda la sociedad -en sus diversas maneras de constituirse- es también responsable de la educación juvenil y de la permanencia y desarrollo de los valores tradicionales, y que el Estado -en concreto, cada Gobierno- tiene el derecho y el deber de asegurar la formación y la vivencia de buenos ciudadanos, pronto somos acusados de tener una concepción totalitaria de la sociedad y del Estado. A estas alturas de mi vida se me da un higo que tanto la izquierda como la derecha me tachen de ser fascista o totalitario. Nunca he sido ni una cosa ni otra cuando el serlo proporcionaba más de un provecho, como bien saben los muchos fragas que están o han estado en el PP o en el PSOE. Por eso los Ayuntamientos, las Asambleas Autónomas, el Parlamento, los claustros y los gobiernos municipales, autónomos y nacional, están llenos de excelentes ciudadanos carentes de la mínima autoridad necesaria para dar lecciones a nadie sobre este tema. Está de moda eso de que nuestros jóvenes deben ser educados en el respeto y el cultivo de los valores. Así, en abstracto; sin enumerar ni describir de qué valores se trata, no vaya a ser que si los enumeramos nos comprometamos más de lo corriente. Por eso es mejor dejar que floten en el aire y que cada cual (cada familia, cada centro educativo, cada cátedra, cada partido político, etc., etc.) los enumere y entienda como mejor le convenga, siempre que se dé cuenta de que la educación en valores se imparte de manera transversal en todas las asignaturas de todos los planes de estudio, incluso en aquellas que pasan por más inofensivas o neutrales; lo mismo ocurre en todas las películas y en todos los noticiarios –sean del corazón o de actualidades- que se emiten por la televisión o se proyectan en los cines; e igual sucede en todos y cada uno de los comentarios, declaraciones, artículos, etc., que se publican en todos y cada uno de los periódicos editados. La posición mental de nuestra derecha es que como todo ello se hace de acuerdo con el ideario de cada centro educativo o medio de difusión, un Estado democrático no tiene más remedio que respetar e incluso fomentar el ejercicio de tales prácticas, inherentes al derecho a la libre expresión. No quiero ahora entrar en si el Estado, cualquier Estado, tiene o no derecho a fijar las condiciones mínimas en que los individuos y los distintos entes sociales pueden ejercer tal derecho. Me limito a decir que todos los Estados, sean o no sean democráticos, tienen el deber de condicionar las actividades de las personas físicas y jurídicas que vivan en su territorio, al respeto y el desarrollo de los valores vigentes en su ordenamiento vital. En un Estado democrático todos esos valores, o cuando menos los fundamentales para una normal convivencia de sus ciudadanos, forman parte de la Constitución política y jurídica vigente. Ningún particular, sea individuo o ente social, puede pretender que se respete su ideario si éste ofende -no digamos si además combate- las ideas básicas de la comunidad en que el particular se encuentra instalado. Resumo con un ejemplo práctico: los islamistas, a mi juicio, no tienen derecho a instalar y hacer funcionar en España ninguna clase de centros de enseñanza si en ellos se defiende y practica el ideario de que la mujer es inferior al hombre y le debe por ello estar siempre subordinada. Tampoco los ateos tienen a mi juicio el derecho de ofender con burlas y gracietas a ninguna clase de creencias y creyentes... Me tiene sin cuidado que los izquierdistas y los derechistas lloren y moqueen por lo que ello suponga de ataque a la libre expresión de ideas y sentimientos. Yo no soy ni de izquierdas ni de derechas. Soy un vulgar facha, un hombre viejo que cree en la existencia de ciertos valores fundamentales -individuales unos, sociales otros- y en la conveniencia práctica de que no se pongan en juego para entretenimiento de unos cuantos listos, exquisitos o similares...
jueves, septiembre 14, 2006
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