martes 2 de mayo de 2006
¡SIENTE USTED UN MONO EN SU MESA!.
Félix Arbolí
A PROVECHANDO la circunstancia de este puente laboral, (yo le llamaría “acueducto”), la mayoría de los españoles, aunque a algunos pueda resultar ofensivo que les llame así, nos liamos la manta a la cabeza, es un decir, y sin preocuparnos en lo que nos espera al regreso, con tantos días y problemas pendientes de resolver, nos largamos irresponsables y alegres soportando esas angustiosas caravanas en la carretera, para gozar unos breves momentos de la brisa del mar, el suave contacto con la arena y la permanente caricia de ese sol que tanto nos atocina y achicharra. Pero hay que conseguir a toda prisa que nuestra carne se torne tan tostada como el chicharrón de mi inolvidable tierra chiclanera. Es nuestro único anhelo y propósito para que vecinos, compañeros y cotillas del barrio, que nunca faltan y en todas las épocas, palidezcan de envidia al vernos más negros que mis nuevos vecinos dominicanos, cuya música a gran volumen, charlas que parecen pregones y risas a base de enormes carcajadas, hacen retumbar las paredes de mi salón y ponen en peligro los cuadros de sus paredes. Seguro que ellos querrían todo lo contrario, porque en este “mundo mundial”, (como ahora acostumbra a decir y escribir tanto energúmeno) nadie está conforme con lo que es o lo que tiene. Escribo aprovechando las diversas festividades enlazadas, para demostrar que la Fiesta del Trabajo, en otros tiempos de San José Obrero, se debe celebrar trabajando, (aunque para mi todo el año sea festivo). He estado meditando el tema a tratar, pensando cual de los que han ocupado instantáneamente mi mente debería desarrollar. Cuando necesito escribir, ya que es una afición tan absorbente como el tabaco, aunque evidentemente nada perjudicial y más satisfactoria, preciso abstraerme lo más posible del entorno y para conseguirlo nada mejor que someterme al deleite de una buena sinfonía. Al igual que hace quince años necesitaba la inspiración del cigarrillo, ya que sin él parecía que no hallaba las palabras, ni se coordinaban mis ideas, ahora para atraer la musa imaginativa he de percibir un fondo musical suave y relajante. Desde Mozart, Beethoven, Chaikovski, Debussy, Grieg y otros clásicos, que son los que más me ayudan a facilitar mi cometido, a una Ana Belén, Maria Dolores Pradera, Julio Iglesias, Sinatra, Sabina, y como no, los incombustibles Panchos, que nunca pasarán de moda. Según mi estado de ánimo y el temario a desarrollar. He pasado revista a varios asuntos y me hubiese gustado haberlos podido tratar a todos en un solo artículo, ya que los considero igual de interesantes para el posible lector Los temas nunca faltan y los sujetos a críticas y comentarios, se multiplican día a día, desgraciadamente, en esta rueda del infortunio que estamos padeciendo. No obstante, siguiendo la lógica y costumbre, he seleccionado el que al ojear la prensa del día, me ha vuelto a causar el mismo efecto revulsivo que sentí la primera vez que lo oí comentar y exponer: “La humorada de hacer al mono hombre, en derechos y consideraciones”. ¡Menuda novela de ciencia ficción quieren endosarnos! Pero, al ritmo que va la vida o la intentan llevar nuestros gobernantes y políticos, nada resulta ya imposible de imaginar y tener en cuenta. Ahora resulta que a un posible familiar de la famosa “Chita”, compañera inseparable del ya desaparecido Tarzán, le ha dado la “meningítica” idea de que el hombre y el mono han de tener los mismos derechos. Es decir, que él se considera reflejado y perteneciente a la misma familia del chimpancé que se puede visitar en cualquier zoo. A lo mejor resulta que el de la jaula es descendiente de su tatarabuelo o primo de su bisabuela por parte de madre. ¡No me entra en la cabeza que se pueda pensar, exponer y defender seriamente semejante disparate! Que mis nietos han de ir al colegio en compañía de los “monitos” que actualmente se hallan expuestos al público como atracción, (no como exponente de semejanzas y parentescos), esperando el plátano o el cacahuete, me parece un asunto demasiado fuerte como para hacerse público e intentar tratarlo como asunto de Estado. ¿Seguiremos llamándonos “homo sapiens” (expresión que quedaría desfasada y obsoleta), o nos llamaran “homo primates”?. Ni Tarzán, el legendario “hombre mono” de nuestras películas de la infancia, se consideraba un mono, aunque hablara y viviera como ellos. Y es que la locura colectiva que nos invade actualmente en todos los órdenes y aspectos, es digna de que nos preocupemos seriamente de la salud mental de los que hemos elegido como políticos para que nos protejan y traten de encauzarnos civilizadamente. Al ritmo actual, los únicos que vamos en retroceso somos los hombres, que cada vez nos hallamos más embrutecidos, faltos de valores éticos y morales y con más dificultad para demostrar nuestra capacidad evolutiva y cognoscitiva. La película “El planeta de los simios” se va a quedar más desfasada que la historia de la navegación. Yo lo digo públicamente y aunque me ordenen lo contrario, seguiré insistiendo, no tengo nada que ver con los monos, ni los considero mis parientes y con los mismos derechos, aunque intenten hacernos creer que tenemos muchas cosas en común con ellos unos señores que pueden estar en lo cierto si así se consideran, pero para mi están más orates que normales, aunque se las den de científicos y legisladores. También las tenemos con el cerdo, las ratas y otras especies y a nadie se le ha ocurrido la barbaridad de proponer e intentar legislar seriamente nada menos que en un Parlamento (con la cantidad de asuntos serios que están sin resolver), en darle igualdad de derechos que a los humanos. Si algunos se consideran identificados anatómica e intelectualmente con los monos, allá ellos! Así está resultando su gestión política! Pero, por favor, ya está bien de barbaridades señores diputados. Seamos un poco serios y responsables que está en juego la política geográfica, social y económica de toda una nación, para que se dediquen ustedes a hacer monerías y nunca mejor empleada esta expresión. Si usted quiere trepar y vivir sobre un árbol, comer hojas y ramas a lo bestia, sin tener que pagar facturas de electricidad, butano o usar cocinas y microondas, saltar y brincar desnudo cubierto de largos pelos y despiojar al vecino de escaño, allá usted. Nadie, a lo mejor, se lo impide, aunque me figuro que no tardarán en llegar la ambulancia y los funcionarios con la camisa de fuerza, para situarlo en el lugar que le corresponde. Pero no tenga encima la desfachatez de hacernos creer a los que estamos cuerdos que debemos aceptar sus teorías enloquecedoras como norma obligatoria y aprobada por mayoría. ¿Saben lo que estarán pensando en Europa y hasta en el Tercer Mundo de nosotros? ¡Y hablaban durante la etapa como ministro de Fraga Iribarne, de su “España es diferente”! ¡Qué cara más dura hay que tener para presentar ante el mundo semejante “primada” (y en este caso, voy con segunda!). ¡Siente usted un mono en su mesa, señor político tarzanero, acuéstelo en la habitación de invitados, como mínimo, páguele el autobús y el colegio e incluso un “profe” particular para que se pueda poner al nivel de sus hijos y compañeros de clase, búsquele un trabajo digno y responsable, está usted en su perfecto derecho de hacer cuantas tonterías le vengan en gana, pero no intente contagiar de su locura y extravagancia al resto de la nación, comunidad, región o como rayos quiera llamar a la tierra donde nació. ¡Ya está bien de cacicadas y de creer que España es un cortijo propiedad de cualquier tarado, que se crea con más derecho que cualquier otro ciudadano a exponer su opinión y hacérnosla tragar a todos sin dejarnos rechistar! ¡A mí, ni usted, ni nadie me llama mono, ni me compara con ninguna clase de simio por muy evolucionado que usted lo considere! Confieso, no obstante, que estos animales, en muchos casos, debo reconocerlo, tienen más apariencia humana que muchos bípedos de los que se cruzan a diario en las calles, oficinas y salones de alargadas filas de escaños. Estoy plenamente de acuerdo con que estos simios (para algunos los primos lejanos llegados de la selva), son merecedores del mismo trato y consideración que los demás animales, sean de la especie que sean, para vivir en paz y en libertad, en sus áreas habituales y con sus costumbres ancestrales, sin que el capricho absurdo y vanidoso de un cazador los utilice como diana donde descargar sus salvajes instintos depredadores. Me parece, asimismo, correcto y lícito el cuidado y la protección que se debe a todo animal que se encuentre bajo nuestra influencia, pero ello no implica el que nos obliguen o pretendan hacerlo acreedor a los privilegios y dones, a las atribuciones e inteligencia para las que sólo el ser humano, el hombre nacido de mujer, está capacitado. El mono a la jungla, a su arboleda, a sus increíbles monerías y dejen de hacerlo hombre, porque es tanto como degradarnos al querer convertirnos en monos. Y los políticos, déjense de pijotadas absurdas y tontas y dedíquense de una puñetera vez, a trabajar por España y los españoles que es para lo que únicamente han sido votados y elegidos. Lo demás, huele a cachondeo y ya está bien, que no están los ánimos y las circunstancias propicias para ello.
lunes, mayo 01, 2006
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