jueves, mayo 04, 2006

Para mañana, la Republica

viernes 5 de mayo de 2006
Para mañana, la República
Alberto Pérez de Vargas

U N viejo amigo, estudioso de la evolución del socialismo en España, me asegura que el propósito del Gobierno es acabar con el modelo de Estado dictado por la Constitución de 1978. Son muchos los pensadores y comentaristas que creen que los acontecimientos apuntan en esa dirección. El ámbito universitario y periodístico en el que esta opinión se mantiene no es, de ningún modo, partidista. Ni siquiera está influenciado por un determinado color ideológico. Apenas ya nadie duda en esos ambientes, de que el presidente del Gobierno está siendo dirigido desde centros de poder desconocidos, resueltos a destruir la Monarquía parlamentaria y a fragmentar el Estado. Concretamente, a mi amigo no le cabe duda de que tal es la situación política en la España de hoy. Y ello hace, si cabe, más verosímil el supuesto porque se trata de un sociólogo y politólogo formado intelectualmente en escenarios socialistas y habituado a acudir al análisis marxista para reflexionar sobre los comportamientos sociales. Incluso para aplicarlos a las fluctuaciones bursátiles en donde ha conseguido hacer previsiones espectaculares. Seguramente la mayor parte de los políticos, considerando también a los socialistas, no se han percatado de adonde se está conduciendo a España, pero los sensores apuntan en la dirección señalada. A ello ayuda mucho las carencias de nuestra clase política, que no dispone de conocimientos para pensar por sí misma. La diferencia entre una Monarquía parlamentaria como la española, y una República, es la forma y funciones de la jefatura del Estado. El Rey desempeña un papel meramente institucional, sin repercusión política de ninguna clase, su figura es independiente de los avatares partidistas, de los poderes fácticos y de los grupos de presión, y fundamenta su existencia en la tradición histórica. El Presidente de una República es elegido a través de un proceso político y posee ciertos poderes, más, en todo caso, que los de un Monarca. Eso es todo. Ética y estética, argumentan los republicanos; pero, aparte de lo discutible del argumento, ninguna diferencia esencial. Sin embargo, cuestionar hoy en España el modelo de Estado, debilita la cohesión política y es un peligroso salto atrás en el proceso de consolidación de la democracia. Se habla con tanta frivolidad de República como la que subyace en el diseño de una bandera tricolor producto de la ignorancia de un dirigente republicano, oportunista y nefasto, –Alejandro Lerroux– que vio en el rojo envejecido y deslucido, del pendón de Castilla con el que se topó en un viaje, el morado con el que diferenciar una nueva bandera sin historia, de la tradicional. Precisamente la de la primera República Española, tuvo la misma disposición cromática que la constitucional actual, así que cuando se refieren a la bandera republicana lo hacen sin saber que no es tal, que la tricolor solamente ha sido la de la segunda República. Los españoles aceptaron con generosidad, inteligencia y pulcritud democrática un modelo y unos símbolos que ahora unos pocos cuestionan mientras cambian inconscientes el paso y se contradicen. Parece como si algunos de ellos no estuvieran dispuestos a aprender de la Historia ni a respetarse a sí mismos.

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