martes, julio 01, 2008

Marcello, Que ¡Viva España!

martes 1 de julio de 2008
Que ¡Viva España!

Mientras en los sótanos del Gobierno de Zapatero los ministros Solbes y Sebastián estudian una amnistía —a la italiana— para aflorar el dinero negro, o los presidentes de los tres grandes bancos se reúnen en secreto para ver si entre todos pueden hacer un gran lanzamiento de deuda pública, y pasar el cazo a favor de la liquidez, a medias con el Estado, la patrulla Águila del Ejército del Aire —de esa ministra Chacón que con ridículos aires marciales anunciaba ayer el relevo de la cúpula militar— dibujaba al atardecer sobre el cielo protector de Madrid una gigantesca bandera española para así recibir a los héroes de la selección nacional española de fútbol, campeona y dueña de la Eurocopa. Y artífice de una nunca vista euforia deportiva nacional, como la que ayer estalló en el corazón de Madrid.
En esa plaza de Colón de las carabelas de granito, en la que una y otra vez retumbaba el grito de España, el ¡Viva España!, retransmitido a todos los hogares del país por radio, internet y televisión, bajo un mar de banderas rojas y gualdas que, sin lugar a dudas, han llenado de alegría a mucha gente de toda condición, y que les dure.

Verdaderamente, los chicos de la selección y el abuelo Luis son gente con mucha calidad y mucho corazón, y por eso el pueblo de Madrid se volcó con ellos y su desbordada y merecida alegría, rindiéndoles un homenaje en el que no faltó de nada. En el que Pepe Reina se convirtió en gran animador de una fiesta que, ante el asombro de todos, cerró Manolo Escobar, con su pasodoble ¡Que viva España!, una canción, curiosamente, escrita por un autor alemán, que mucha veces ha suplido con eficacia la ausencia de letra en el himno nacional español, “El Lolo”.

Es verdad que nuestro país vive un buen momento en el ámbito del deporte, con el fútbol a la cabeza, pero también en el automovilismo, las motos, el tenis, el golf y otras disciplinas. El circo deportivo español está en alza, y eso hace que aquellos disparates que años atrás dividieron a españoles en la pasada legislatura, por la demencial temeridad del Gobierno y, también, por la agresividad de la oposición, ahora se vean de otra manera y cubiertos por miles de banderas nacionales, a las que, ¡a buenas horas!, se agarra Zapatero. El otrora confederado que acaba de descubrir lo indiscutible de la nación española, mientras sus compañeros de viaje, los nacionalistas irredentos, se esconden sin sacar las suyas, sin saber a dónde mirar, ni qué idioma hablar.

El Gobierno, ante semejante espectáculo, empieza a estar asustado, porque sabe que el pueblo español puede pasar, de golpe, de la euforia a la furia. Y que si nadie inventa algo para frenar la crisis económica, la plaza de Colón se llenará otra vez pero para pedir la cabeza del presidente y de su equipo, porque, como en Roma, el pueblo quiere circo y pan. Y quiere trabajo, y vacaciones y una casa fácil de pagar, y que sus hijos estudien en castellano, y que nunca más les mientan como les han mentido hasta la saciedad, años atrás, tanto en la guerra de Iraq, como en el 11-M, la negociación con ETA, o en la crisis económica que siguen negando en el palacio de la Moncloa, sin que se les caiga la cara de vergüenza.

El Gobierno está escondido, como asustado, meditando, buscando fórmulas mágicas que le permitan ganar tiempo y romper el maleficio de la crisis que se niega a reconocer. Y el PP, a pocos metros de la plaza de Colón, vive en un sin vivir en él, preso de las intrigas internas de Aznar, Mayor, San Gil, Aguirre, en vez de presentar una alternativa original y poderosa de verdad y no esas ocurrencias económicas de la derecha de siempre de la flexibilidad laboral, que, como se descuiden, los enfrentarán a los sindicatos primero y a los ciudadanos después.

Madrid ayer era una fiesta. Una ciudad joven, ilusionada y orgullosa de la selección nacional, de su bandera y de su patria. Madrid, el glorioso pueblo de Madrid, como siempre, supo estar a la altura de las circunstancias. Pero ya sabe que este martes regresará a la cruda realidad. Todavía nos quedan, eso sí, las fotos oficiales en los primeros palacios del Estado, último paseo de la gloriosa selección, y el último tren al que se agarrarán los poderosos para ver si ellos también sacan tajada de su éxito y de su contagiosa ilusión.

http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=01/07/2008&name=marcello

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