miércoles, enero 16, 2008

Quintano, Rodriguez acorrola a Dios

miercoles 16 de enero de 2008
Rodríguez acorrala a Dios
IGNACIO RUIZ QUINTANO
CARDENALES, Papa y Dios, que, acorralado, tendrá que negociar. Éste es el plan de Rodríguez.
Rodríguez, el eterno adolescente que hace de jefe de Gobierno, tildó a los cardenales de aguafiestas por la concentración de familias en una plaza de Madrid «cuando todos estábamos tan felices» (sic), se supone que viendo otra vez «Bambi». Rodríguez, que se identifica con Gobo, tiene una idea de la felicidad prestada por Marina, el filósofo de la educación ministerial, que la tomó de Lunatcharski, para quien «la conquista del poder no tendría sentido si no hiciéramos felices a los hombres». Y tiene un ministro de Cultura cuyo chiringuito ha de ser, en palabras de Fumaroli, un Parnaso ultramoderno trabajando de consuno con un Estado ultramoderno en ultramodernizar a un pueblo inocente, pero atontado por la religión y el Antiguo Régimen. Heine, tiene dicho Gómez Dávila, traicionó el secreto de la democracia:
-No luchamos por los derechos humanos del pueblo, sino por los derechos divinos de los hombres.
Después salió el redactor-jefe del progresismo ibérico, Pepiño Blanco, quien sin mengua de valor por no haber pasado de primero de Derecho en la Universidad de Santiago desafió al Papa Benedicto XVI -el Mozart de la teología que desnudara a Habermas en Munich- a explicar su «conceto» de la familia. Peter Seewald nos recuerda que en las dictaduras de progreso no está permitido que a alguien le guste un tipo como Ratzinger, y Blanco es el hermano lego que vigila ese dogma laico. ¿En qué lengua? En la latina, como hiciera don Tierno con el Papa polaco, no sería hoy académico: el latín es cosa de romanos, y los romanos, unos fascistas. Así que en la gallega, que es la lengua, según Camba, para hablar a las gallinas, inquiriría Blanco, y Ratzinger contestaría en la alemana, que es la lengua, según el emperador Carlos, para hablar a los caballos.
-Los cardenales sueñan con convertir el pecado en delito- refunfuña la Mujer del Año, que todavía no ha leído que la mayoría de las costumbres propiamente modernas serían delito en una sociedad auténticamente civilizada.
Y, al final, un académico de la Española, Cebrián, escribió con dos cojones el nombre de Dios en minúscula carolingia, «¡dios!», para escándalo de los demás académicos, incluido su director, un santo varón, que, para no caer en el fascismo, ignoran el latín. Las mayúsculas, en efecto, fueron un vicio latino hasta que la carestía de los pergaminos llevó a los discípulos de San Benito a inventar las minúsculas, aprovechando que la decadencia de la autoridad romana había disuelto las normas caligráficas.
Hoy, nuestros académicos, mejor cenados, son nietzscheanos: «¿Cómo podemos existir si Dios existe?» Buena pregunta. Para ellos, allá donde Dios se aferra a nuestra cultura, a nuestras rutinas del discurso, es un fantasma de la gramática, un fósil fijado en la infancia del habla racional. Steiner, sin embargo, tiene la convicción de que la afirmación de la existencia de Dios está en la misma fuente del habla humana y constituye su «dignitas» final, pero ¿qué le deben a Steiner nuestros académicos?
Escribir con minúscula el nombre de Dios es el relativismo de los relativistas que rara vez se relativizan a sí mismos.
-¿Hay una cosa más ingeniosa o, por mejor decir, más ridícula que igualar a Zaqueo en la «z» con Zorobabel y con Zabulón, siendo así que consta en la Escritura que el primero era pequeñito y casi enano, y los otros dos, tan grandes y corpulentos como el mayor gigantón del día del Corpus?
He ahí la cuestión del cojo -ladino y avisado- del Padre Isla al que Antón Zotes y su mujer resolvieron enviar a su Gerundico, pues parecióle al cojo que él tenía caudal para ser inventor de un nuevo sistema ortográfico, haciéndose el maestro de niños (y eternos adolescentes) más famoso del mundo. Las palabras, argumentaba el cojo, son imágenes de los conceptos, y las letras se inventaron para ser representación de las palabras, con que, por fin y postre, también vienen a ser representación de los conceptos:
-Así, cuando concibo una cosa pequeña, la debo escribir con letra pequeña, y cuando grande, con letra grande.

http://www.abc.es/20080116/opinion-firmas/rodriguez-acorrala-dios_200801160245.html

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