lunes, enero 07, 2008

Manuel de Prada, Sarkozy, ese chulazo

lunes 7 de enero de 2008
Sarkozy, ese chulazo
POR JUAN MANUEL DE PRADA
Ahora que empiezan a denigrarlo quienes hace unos meses lo encumbraron como mesías de la nueva derecha es cuando Sarkozy empieza a caerme bien. O quizá debería precisar: políticamente, se me sigue antojando un figurón; pero eso de que luzca chorba me parece encantador y propio de un hombre sanamente constituido. Yo siempre he defendido que, en la conquista amorosa, hay que actuar como el torero Luis Miguel Dominguín. Cuenta la leyenda (no sé si apócrifa) que Dominguín, después de haber yogado -no utilizaremos términos soeces, que luego las tres o cuatro lectoras que todavía me soportan se me rebotan- con la mujer más bella del mundo, la frutal y estatuaria Ava Gardner, abandonó el campo de plumas y corrió a vestirse. Mientras se hacía el nudo de la corbata ante el espejo, la condesa descalza le preguntó, perpleja: «¿Se puede saber adónde vas?». A lo que el maestro respondió, con natural desparpajo: «¿Adónde voy a ir? A contárselo a los amigos».
Nunca entendí muy bien aquel rapto de entusiasmo que sacudió a la derecha española cuando Sarkozy alcanzó la presidencia de la República francesa. Mientras se exaltaba el carácter enérgico y el ímpetu reformista del gabacho, yo me preguntaba: «Pero, ¿acaso este tío no ha sido ministro de Chirac, el más inepto, vanidoso y aguachirle de los presidentes franceses? ¿Cómo un hombre que ha tenido la confianza de semejante botarate puede concitar tanto alborozo?». Desde el primer momento me olí que Sarkozy, bajo la fachada resolutiva, encubría un fantasmón de tomo y lomo; y el tiempo parece que va dándome la razón. Sarkozy es un epígono de cierta escuela política francesa que entiende el ejercicio del poder como un alarde de retórica: De Gaulle sería su representante más eximio (y su retórica la dejó plasmada en unas memorias escritas con un prosa digna de Julio César); Sarkozy, el más devaluado e histriónico (y sus memorias podrían publicarse por entregas en una revista del cuore). Además, Sarkozy encarna a la perfección la decrepitud de esa derecha que ha renunciado a defender una visión del mundo alternativa a la izquierda, aceptando que la izquierda tiene razón; y que, para distinguirse de esa izquierda a la que acomplejadamente reverencia, trata de significarse en aspectos de orden menor (esto es, económicos), rehuyendo el debate de ideas allá donde la derecha debe ofrecer una alternativa real a la dictadura progre. El nombramiento de varios ministros reciclados de la izquierda, la adhesión a las tesis feministas más cavernícolas y castradoras, el recibimiento dispensado al apóstol del cambio climático Al Gore me confirmaron aquella primera impresión: Sarkozy, lejos de ser el mesías de la derecha europea, será a la postre su enterrador (aunque el funeral sea con honores de Estado).
Pero confesaré que su exhibicionismo amatorio estimula mi simpatía. Se dice siempre que Sarkozy se pavonea con su novia para distraer la atención de sus pifias como gobernante; pero esta interpretación olvida el «factor humano». Yo creo que Sarkozy pretende, en primer lugar, chinchar a sus adversarios políticos. Miguel Mihura, cada vez que obtenía un resonante éxito teatral, entraba en el Café Gijón fingiendo una cojera, para que sus enemigos se consolaran pensando que, al menos, padecía quebrantos en la salud. Sarkozy, más chulazo que Mihura, no sólo presume de ser presidente, sino también de sus conquistas amorosas: si lo primero fastidia al adversario derrotado, lo segundo lo hace amarillear de puritita envidia. Y, además, Sarkozy pretende con su exhibicionismo chinchar a Cecilia, su antigua esposa. A nadie se le escapa que Carla Bruni posee un asombroso parecido fisonómico con Cecilia; pero Carla -ay- es más guapa y más joven que ella. Nada subleva más a una antigua esposa que comprobar cómo el hombre al que ha abandonado e imagina mohíno como un perro sin amo luce una chorba que es una versión mejorada de sí misma. El chulazo de Sarkozy, como Dominguín, alardea de sus conquistas amorosas, pero no se conforma con contárselo a los amigos: quiere que los enemigos también lo sepan, para que rabien. Y en esto, al menos, reconoceremos que nos cae simpático.
www.juanmanueldeprada.com

http://www.abc.es/20080107/opinion-firmas/sarkozy-chulazo_200801070252.html

1 comentario:

Anónimo dijo...

Zarkozy es Acuario. Así se explica que no lo haga exactamente por chulería- que también- sino porque en su valentia acuariana, pasa- sin ni siquiera tener que pensarlo-de la opinión que puedan tener de él los demás.
A mí también me empieza a caer simpático. Quise encontrar algo positivo en él para llevar la contraria a los que, como bien dices-1º le ensalzaron y luego le criticaron y me encontré con que nació en el mencionado signo astrológico. Agur. Un Saludo.