viernes 15 de septiembre de 2006
CUANDO SE DESATA LA VIOLENCIA…
Félix Arbolí
H ABÍA una película en mis años juveniles que me impresionó bastante. Se llamaba “Cuando ruge la marabunta”. Es un clásico del cine y trabajaban Charlton Heston y Eleanor Parker, en sus papeles protagonistas. Era de 1954, cuando yo iniciaba mi camino a la pubertad. Tenía doce años. Y siempre que intento expresar o dar a entender algo que amenaza, destroza o extermina de forma alarmante, imparable y aterradora una ciudad, país o comunidad y también, (con mayor incidencia y gravedad), la conducta, el pensamiento y la conciencia colectiva del ser humano, me viene a la mente el título de esa película, donde se reflejaba con bastante precisión, a pesar de los muchos años pasados desde que se hizo, la desolación, angustia y terror que invadía a todos los intérpretes, al verse impotentes para atajar la amenaza que se les avecinaba. Desde entonces, instintivamente, cuando quiero indicar algo insalvable y de efectos exterminadores, me viene a la mente el terrorífico e incesante avance de esos millones de carnívoros insectos, dejando a su paso totalmente devorado y arrasado lo que era un frondoso bosque y a los despistados ocupantes, hombres y animales, que se encontraran en su entorno y no tuvieron tiempo de huir. Ver la amenaza aproximarse e incrementarse, sin poder hacer nada por impedir sus nada gratas consecuencias. He llegado a verla hasta tres veces a lo largo de mi vida. Algo insólito, ya que no acostumbro a repetir cine y lectura. Me gusta el factor sorpresa, el mantenerme ilusionado o absorto esperando la trama final y si ya la conozco, evidentemente, pierde mi interés. No soy un cinéfilo, que acude a la pantalla para analizar el guión, la interpretación, los matices, colores y sombras y los ángulos y planos de cada escena como haría el crítico o el que tiene al cine como vocación y arte. Soy un simple espectador que aspira a pasar un rato entretenido cuando me hablan y convencen de la calidad y bondad de una película. Igual me pasa con la lectura, del que soy bastante exigente y maniático. Me entusiasman las de historia novelada y la novela histórica, aunque recuerde con enorme agrado y de ahí el número de veces que he pasado sus páginas saboreando su contenido, “El viejo que leía novelas de amor”, de Luis Sepúlveda, “Viaje a la Alcarria”, de Camilo José de Cela, mi admirado escritor y amigo, ya desaparecido, “El dios de la lluvia llora sobre Méjico”, de Laszlo Passuth, cuyos dos volúmenes me “bebí” y luego releí y medité en varias ocasiones y “El desertor” del húngaro Lajos Zilahy. No pude terminar “El perfume”, de Patrick Suskind y sí me leí sus otras dos obras “La paloma” y “El contrabajo”. Inolvidables también “El hereje”, de Delibes, autor del que puedo presumir haber leído todas sus obras (inconcebible que un prodigio así de nuestra mejor Literatura, no haya obtenido el Premio Nobel) y “La sonrisa etrusca” del inefable Sampedro, otro de mis favoritos. Con este preámbulo me figuro que el lector podrá calificarme con más precisión en mis vicios y virtudes, en mis temores y angustias y conocerme con más detalle, para hacerle más comprensible y natural lo que expongo en los párrafos posteriores. Vivo con enorme y evidente angustia, con auténtica zozobra, el ambiente de tensa y enconada violencia que se está apoderando de nuestras mentes y desahogando en nuestras conductas a marchas forzadas. Violencia a todos los niveles, sociales, políticos, culturales, religiosos y cívicos y cada día, atrozmente aumentada ante la pasividad que por su frecuencia la estamos permitiendo. Ya el maltrato familiar es noticia de unas líneas, que resultan muy oportunas para ocupar el hueco que ha quedado libre entre las parrafadas y mamarrachadas pronunciadas por algún político con ánimos de encandilar y embobar a los mentecatos que le secundan. Da lo mismo que sea con resultado de muerte o quede en lesiones graves y una vida de continuo amenazada. Para el diario, ya no es noticia que interese en demasía. Cincuenta y seis mujeres iban asesinadas por este procedimiento en España, en lo que va de año y hasta el momento de escribir este artículo. Seguro que cuando salga, el número de atormentadas víctimas ha aumentado. El último, cuya lectura no ha levantado las alarmas presumibles, tiene como víctimas a la agredida y al agresor, ya que éste nada más terminar de apuñalar a su mujer (afortunadamente no ha llegado a perder la vida), fue perseguido y apaleado y molido a golpes por sus propios hijos en venganza por lo que había hecho a su madre. Ambos, están hospitalizados. ¡Me pone los pelos de punta y la piel de gallina, como se suele decir en estos casos, que unos hijos intenten llenos de rencor matar a su propio padre a golpes, por defender a la madre a su vez cosida a navajazos por su marido!. ¿Qué vida le espera a estos cuatro seres cuando se recuperen del daño físico, ya que del psíquico, del moral, del humano, jamás lo harán?. Es una noticia para mi espeluznante, tremendamente negativa para nuestra sociedad, increíble de haber podido suceder en un país civilizado y desarrollado, que han dado los medios de comunicación con la misma amplitud y referencia como si se tratara del frecuente socavón en una calle madrileña o la inauguración de un centro escolar por la autoridad de turno, aunque a ésta se den mayores caracteres y fotos incluidas. En el mismo día, se habla de un motín de inmigrantes senegaleses en una de las islas Canarias, donde estaban internados esperando su repatriación. El levantamiento tuvo lugar cuando advirtieron que habían llegado policías de su país, para identificarlos y de esta manera abreviar los trámites de su traslado al lugar de procedencia, dado el incesante e insostenible incremento de llegadas de cayucos y pateras y la imposibilidad de soportar esa excesiva carga humana. De resultas de su rebelión, varios agentes de nuestra policía heridos y el tener que trasladar con toda rapidez a los antidisturbios para contener la peligrosa pelea. ¡Lo que nos faltaba eran las nuevas complicaciones de inmigrantes guerreros y subversivos!. Si en lugar de ayudarlos a llegar y a desembarcar, lo cogieran y los trasladaran “ipso facto” a su país, nos evitaríamos ese lamentable y amenazante problema. Los bingos, supermercados, bares, cafeterías, restaurantes, comercios, obras, etc. están copados de forma masiva por este personal, no cualificado y por lo tanto con perjuicio para el usuario que tiene que soportar sus deficiencias, aparte de quitar las posibilidades de trabajo a los españoles, porque ellos se avienen a aceptar el puesto con menos sueldo y peores condiciones. ¿No hay forma de corregir este atropello y la trampa de los empresarios?. En una localidad, no recuerdo bien el nombre, ni merece la pena que se le recuerde por este hecho deshonroso, un grupo de jóvenes, esos que llevan la cabeza de mil y una formas y todas ellas extravagantes y ridículas, que presumen de nazi, (allá ellos si les gusta el modelo elegido), intentaron apalear a un joven de color. Se salvó de milagro, aunque no del todo indemne. Los ánimos violentos están encontrando en esta inmigración descontrolada y abusiva, material adecuado y “justificable”, para desahogar su odio y su instinto animal. Hace dos años, no creo que más, cuando aún no se había convertido le inmigración en una plaga, tuvo lugar el suceso de El Ejido, creo que así se llamaba el pueblo, con “la caza del moro” por parte de los enfurecidos vecinos. Tuvieron que salir a toda mecha si querían salvar sus vidas. La violencia ha encontrado en el racismo tan ostentoso en nuestras calles y plazas su válvula de escape. Oigo y veo en la televisión que en una granja, unos desconocidos, por ahora, entraron y se liaron a tiros y navajazos con toda clase de animales que se encontraron. Caballos, ovejas, cerdos, etc. Algunos se veían agonizantes y daba pena ver sufrir a esos animales, inocentes en esta guerra de rencores que nos invade. Dos caballos, treinta y cinco cerdos y un número elevado de ovejas. Aparte de intentar buscarle la ruina al propietario, el asesino y descerebrado, hijo de padre desconocido, (pienso yo, pues no debe ser una persona de familia normal), causó un gran sufrimiento a una serie de animales que nada tenían que ver en el asunto que pudiera tener contra su amo. Yo cogía a ese navajero y le rebanaba los huevos (perdón), con esa misma navaja. Ese individuo no es un ser humano normal y por ello no merece la menor consideración, ni respeto. El pobre granjero, más afectado por contemplar el sufrimiento de sus animales que por perderlos, solo decía “si tienen algo contra mí, que me lo digan y hablamos, pero qué culpa tienen estos animales para ser victimas de esta salvajada”. Espero y deseo que tan repugnante individuo sea descubierto y debidamente castigado, pero por un juez de los que condenan de verdad, sin derecho a fianzas, eximentes y demás zarandajas que deje el asunto en una mera amonestación y una simple indemnización. Otro flash televisivo de esta mañana, ¡vaya con el día trece de mis temores!, nos ofrecía la bárbara imagen de un energúmeno apaleando con dureza, salvajemente, con toda la potencia de su “hombría” ante el débil, a su propio perro, cuyos aullidos de dolor y sus miradas suplicantes a su puñetero dueño, me causaron un impacto tremendo. Las escenas fueron grabadas por un veterinario vecino del torturador, para ser entregadas a la policía y el salvaje debidamente condenado y castigado. Pero lo que no me explico es como el veterinario tuvo la sangre fría y la paciencia para estar grabando el horrible apaleamiento de ese indefenso animal y no hacer nada por impedirlo. Es como el que ve que van a matar a alguien y lo graba en video para que se persiga y castigue posteriormente al asesino, en lugar de impedir que el hecho ocurra, Yo puedo asegurarles que si presencio una escena así, me lío a pedradas, bastonazos o lo que más rápido encuentre a mano con ese individuo y le evito cometer su fechoría. No sin antes grabar los primeros golpes, hasta mi llegada para impedir el “canicidio” y mostrarlo a la policía, a la que previamente habría avisado. ¿Hasta donde vamos a llegar con esta ola de violencia que inunda nuestras ciudades, campos y domicilios familiares?. ¿Qué está fallando en el ser humano para convertirlo en una bestia inmunda?. ¿Hasta cuándo vamos a estar sin encontrar y aceptar de nuevo a ese Ser, todo amor y bondad, que hizo al hombre diferente dotándolo de conciencia, sensibilidad y sentido de la responsabilidad, a su imagen y semejanza?¿Por qué nos empeñamos en superar a las bestias en salvajismo y en rebelarnos contra nuestro propio Hacedor, como si la cueva del mendigo, hecha a base cartones y latas, intentara equipararse e incluso superar al majestuoso rascacielos que domina las alturas?. Creo que empleamos muy escaso tiempo en meditar qué somos, adonde vamos y cual es nuestra auténtica misión en la vida.
jueves, septiembre 14, 2006
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