domingo, junio 25, 2006

A ZpM se le tuerce la hoja de ruta

lunes 26 de junio de 2006
A Zapatero se le tuerce la hoja de ruta
José Meléndez
P ARA lograr la España confederal y republicana que representa el verdadero proyecto político de José Luis Rodríguez Zapatero, y cuya transición comenzó el mismo día en el que el personaje entró en la Moncloa, su hoja de ruta cuenta con dos bases fundamentales: el fomento de los nacionalismos periféricos como semilla para recoger la cosecha de lo que ha dado en llamarse “territorialidad”, que no es otra osa que la división del Estado en pequeñas naciones y el fin de la violencia en el País Vasco mediante el mal llamado “proceso de paz”, además de otros empeños de menor identidad, aunque no de menos importancia, como son el menoscabo de la familia con la ley de matrimonios homosexuales, el aborto, los divorcios exprés y la manipulación genética; de la religión o de la educación, en la que la enseñanza religiosa se sustituye por una sectaria “educación para la ciudadanía”, que es lo que enseñaban las escuelas soviéticas y enseñan las castristas y las ikastolas. Pero la hoja de ruta de este ambicioso y a todas luces poco madurado proyecto comienza a torcérsele a Zapatero, como no podía ser de otra forma cuando se gobierna contra la mayoría de la opinión pública –esa opinión pública en cuyo nombre dice actuar nuestro presidente aunque no cuente con ella y el ejemplo más reciente es el referéndum catalán- apoyándose solo en minorías parlamentarias que tienen las mismas metas que él y en su partido, no todo porque en los socialistas españoles existen serias disensiones sobre esta política. La forma en que se está desarrollando el “proceso de paz”, en contra de la inmensa mayoría de los ciudadanos, es un ejemplo de cómo se trata de conseguir un propósito como sea y a costa de lo que sea, a pesar de las promesas de Zapatero y su séquito de que no se pagará ningún precio político por la paz. El último comunicado de ETA, motivado por la acción judicial y policial que ha desarticulado el entramado de extorsiones de los terroristas, es una prueba elocuente de que ese precio ha comenzado a pagarse ya. Parece que el comunicado ha tomado por sorpresa al gobierno, que empieza a quedarse sin pretextos creíbles. Minutos antes de hacerse público el comunicado vimos en la tribuna del Parlamento a un Zapatero balbuciente, con la mirada perdida en sus papeles, que se negaba a contestar a la pregunta del líder de la oposición sobre si estaba gestionando en el Consejo de Europa la legalización de Batasuna. Y después del comunicado etarra, un Pérez Rubalcaba cogido con el pie cambiado, repetía que no habrá precio político por la paz, pero parecía pedir perdón por la detención de doce etarras, afirmando que era una operación comenzada hace dos años y se agarraba a la, para él, positiva parte del comunicado porque ETA afirma que seguirá con la tregua indefinida y la disposición al diálogo. Pero lo que no dijo, ni nadie de la clase dirigente ha desmentido, es que el comunicado de ETA apremia al gobierno “a cumplir los compromisos de la tregua” y amenaza con volver a la lucha armada si la negociación se circunscribe a los límites de la Constitución y si continúa el acoso policial y judicial de sus pistoleros y su entorno. Todas las florituras verbales para justificar la negociación, la gran sábana de la paz como señuelo de incautos y las rosas blancas han quedado disipadas de un plumazo por una banda de criminales que lleva cuarenta años matando para lograr la autodeterminación de Euskal Herría, la anexión de Navarra y la libertad de sus presos. Eso ha dicho siempre y eso vuelve a repetir ahora, sin moverse un centímetro de sus seculares demandas. Y lo más grave es que ETA nos ha dicho con toda crudeza que la tregua permanente no es unilateral y que el Estado español debe estar también en tregua, conforme se acordó en los “compromisos contraídos”. ¿Cuáles son esos compromisos? Desde luego existen, porque a ETA se la podrá llamar de todo porque se lo merece, pero no se le puede decir que miente. Cuando Zapatero se reunió en la Moncloa con Mariano Rajoy, le aseguró que no había ningún compromiso previo. Ahora parece que mintió, lo que no es el extrañar en un político que lleva haciéndolo dos años largos, diciendo una cosa y desdiciéndose cuando le conviene. Hay que esperar que en esta situación, Zapatero dé una respuesta convincente o que suspenda el “proceso de paz” porque está claro que con gente de esa calaña –personificada en los alardes de chulería y los desplantes ante el tribunal de “Txapote” y su amante- no cabe esperar ninguna solución por cauces razonables de una política honesta y democrática. Los desplantes chulescos del tristemente célebre “Txapote” son los mismos que Arnaldo Otegui y sus secuaces vienen practicando desde hace tiempo y que el desafío a las autoridades judiciales de Ibarreche y Josu Jon Imaz. Y hay que esperar que se aclare por qué una banda que opera en la clandestinidad, con la lentitud que eso conlleva en sus movimientos, redacte y haga público un comunicado de semejante importancia –lo que indica que no es producto de un jefe etarra solamente- como respuesta a una acción policial y solo horas después de producirse ésta. La situación es muy grave para los intereses de todos los españoles y exige respuestas inmediatas, aunque me temo que Zapatero continuará con su plan e iniciará el diálogo con los etarras, porque es un plan trazado y trabajado desde hace tiempo y la decisión está ya tomada, a pesar de los contratiempos que se produzcan. La otra base que le fallado a Zapatero en su hoja de ruta es el referéndum sobre el nuevo Estatuto catalán. Es sabido que en los procesos electorales ganan todos, porque cada cual hace del resultado de las urnas la lectura que más le conviene, pero la aritmética no miente y los resultados, que son el reflejo del sentir popular, imponen su verdad. La más contundente prueba de que el referendum ha sido un fracaso para el Estatuto y sus patrocinadores, es la renuncia de Pascual Maragall a presentarse a la reelección. El Estatuto tuvo en su gestación y culminación tres mentores con distintas razones para sacarlo adelante. Zapatero porque lo ha usado como piedra de toque para su idea de la España confederal y con la mirada puesta en el País Vasco como siguiente paso; Artur Más porque su texto es el idóneo para la clase política del tres por ciento y Pascual Maragall porque lo convirtió en un plebiscito a su maltrecha gestión política, con la esperanza de resarcirse si obtenía un amplio respaldo popular. Pero ese respaldo ha fallado, a pesar de que se ha sustentado en una de las campañas electorales más sucias y tramposas que se recuerdan. Por mucho que proclamen el éxito Zapatero y los suyos –Pepiño Blanco y Montilla lo calificaron también de fracaso del PP- un referéndum para un texto que es una Constitución encubierta y habrá de cambiar la vida política y la ciudadana en Cataluña- no tiene validez con solamente el 49 por ciento del electorado. Que haya habido un 73.9 por ciento de votos afirmativos no dice nada, porque, como era de esperar tanto el PSC como CiU, las dos mayores fuerzas políticas catalanas, movilizaron a sus leales y, sin embargo, se desinteresaron por completo un amplio sector de socialistas y convergentes que se quedaron en sus casas. Más de la mitad del electorado no acudió a las urnas lo que unido al 20 por ciento de noes, hace que el Estatuto haya sido aprobado por solo el 35 por ciento de los catalanes, o sea, un tercio de la población. Por eso ha renunciado Maragall y por eso está abocado a hacer lo mismo antes de que lo echen Carod Rovira, que ha escenificado una esperpéntica serie de piruelas políticas. Y por eso ha de estar preocupado Zapatero, que se metió, digamos que inconscientemente, en un peligro berenjenal y que ahora ve abierta la caja de los truenos sin saber si le explotará en las manos. Artur Más, más político, ha sido parco en su triunfalismo porque para él lo importante es que este resultado le va a abrir la puerta de la Generalitat. La situación es muy seria y ahora es cuando hace falta una oposición firme y sensata, que no se deje engañar por las milongas que le cante el presidente del gobierno, señale los errores y presente alternativas. La última palabra en democracia la tiene el electorado. Esperemos que esta vez vayan a las urnas, cuando toque, con una idea clara sobre lo que está ocurriendo en España y lo que puede ocurrir si seguimos por estos derroteros.

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