miércoles, junio 28, 2006

Alegato por la democracia

miercoles 28 de junio de 2006
Alegato por la democracia
Por José María Aznar

(Palabras en la presentación del libro “Alegato por la democracia” de Natan Sharansky de la Editorial Gota a Gota, 9 de mayo de 2006)


Hoy nos hemos reunido aquí para hablar de libertad. Pero no para hacerlo de forma demagógica, llena de palabras huecas y grandilocuentes. Eso lo dejamos para quienes ustedes ya saben. Hoy vamos a hablar de la verdadera libertad, la única libertad en la que ustedes y yo creemos; la libertad real del ser humano, la que le permite forjar su propio futuro y hacerse dueño de su destino. La única libertad que proporciona bienestar y progreso económico y social a nuestras sociedades.

A veces reivindicar esta libertad real y concreta no es fácil. Lo vemos cada día por televisión, dentro y fuera de nuestro país: La libertad no es gratis y tiene muchos enemigos. Se lucha por ella, y cuando se consigue, se lucha por defenderla. Ustedes saben que siempre he denunciado el oportunismo y las malas ideas, aquellas que sustituyen la libertad auténtica por mitos históricos o políticos. Frente a ellos estamos hoy aquí para reivindicar la libertad auténtica. Y qué mejor forma de hablar de la libertad auténtica que teniendo entre nosotros a mi buen amigo Natan Sharansky.

Siempre he considerado a Natan Sharansky como un sabio, en el sentido estricto de la expresión. Su apasionante biografía nos muestra que la tenacidad del ser humano y su anhelo de libertad pueden doblegar fuerzas poderosas. Su vida es un ejemplo de inconformismo y de determinación.

Su bibliografía, sus reflexiones en torno a la libertad y a la democracia nos proporcionan ideas válidas en una época de nuevos riesgos y amenazas. Su vida y su obra constituyen hoy un valioso ejemplo para todos nosotros. Permítanme repasarlas.

En 1978, siendo un brillante científico, Sharansky fue condenado a trece años de prisión. Ustedes ya saben porqué: Llevaba años trabajando por la libertad con su amigo y maestro Andrei Sajarov. Fue enviado con otros muchos al Gulag siberiano, bajo la acusación de traición. Encontrarán las condiciones de su cautiverio en su obra “Fear No Evil”, que yo aprovecho hoy para recomendarles.

Sería tentador rendirse entonces, pero su esposa mantuvo viva la llama de la esperanza. Buscó en el mundo libre ayuda para su causa. Muchos miraban para otro lado y abogaban por el entendimiento. Otros justificaban lo injustificable. Pero su voz encontró eco en algunas personas.

Cuando mi buen amigo Natan resistía como podía en las prisiones soviéticas, Ronald Reagan llamó a las cosas por su nombre; “Imperio del Mal”. Algunos hicieron bromas sobre la expresión. Otros le llamaron exagerado y belicista. Imagínense quiénes; hoy hacen lo mismo ante la amenaza terrorista. No llaman a las cosas por su nombre, y condenan a las víctimas del terror y de la tiranía a seguir siéndolo.
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Muchos disidentes comprendieron ese día que no estaban solos. La ayuda y el apoyo exterior, la presión sobre los dictadores acabaron dando sus frutos. En febrero de 1986, Sharansky alcanzó la libertad, y cruzó al mundo libre. Pero la labor iniciada debía continuar desde el exterior. Ahora le tocaba a él llamar a las cosas por su nombre.

Ayudó a otros disidentes a recuperar la libertad tal y como a él le habían ayudado. Hizo posible su aspiración de emigrar a Israel, y puso su sabiduría y la experiencia al servicio de su país. Hoy, en una época incierta, los lectores españoles podemos leer su principal obra. Y aprender su más importante enseñanza; no dejar solos a quienes sufren por defender la libertad, y llamar a las cosas por su nombre.

Permítanme hacerles una confesión; releyendo la obra que ahora ustedes pueden leer, uno tiene la tentación de echar la vista atrás. Y ello pese a que espero que convengan conmigo en que aún no es necesario hacerlo por razones de edad.

Como dice ahora un buen amigo mío, si quieren saber qué pensé durante ocho años de gobierno, lean el libro de Sharansky. Desde 1996, la creencia en que la libertad es una fuerza poderosa capaz de impulsar a España hacia delante guió nuestros propósitos. La búsqueda de la claridad moral para ello se convirtió en principio indispensable de actuación política.

Cuando fui elegido presidente del Gobierno, tres ideas ocupaban mi cabeza: La confianza en el poder de la libertad de los españoles; la creencia en que el Estado de Derecho es la mejor forma de respetarla; y la seguridad de que la nación española era la mejor garantía de ello. Ideas claras y sencillas, que exigían determinación, claridad y voluntad.

Y España respondió. Las cifras económicas, sociales, políticas nos dieron la razón. Nos convertimos en un país serio, solvente, respetado. Pero sobre todo, triunfamos cuando arrinconamos al terrorismo etarra desde la reivindicación de la democracia y la libertad. Desde la seriedad y la determinación política y moral.

Por eso, permítanme recordar hoy que sí puede vencerse al terrorismo, desde la firmeza moral y la determinación de las instituciones. No cediendo ante el chantaje terrorista, aplicando la ley. Defendiendo la libertad y las instituciones democráticas. Pienso que esto era verdadero hace diez años, y lo es más en un siglo que ha nacido a la sombra de los grandes atentados terroristas.

No corren hoy tiempos fáciles para la libertad y la democracia. Millones de personas en el mundo sufren aún regímenes criminales, que asfixian sus anhelos y frustran su futuro. Estos regímenes los condenan a la miseria, pero van más allá: constituyen también un peligro para nosotros. Extienden la violencia y la miseria por el mundo. Por eso resulta iluso pretender mantenerse al margen. Nuestra propia libertad depende hoy de la libertad de los demás.

Y por encima de ello, no podemos abandonar a millones de seres humanos a su suerte. Ayudarles es una exigencia moral para quienes luchan por conseguir lo que nosotros ya disfrutamos. Personas que no pueden, siguiendo el criterio de mi amigo Natan, salir a las plazas para discutir libremente. Debemos recordar un hecho a veces olvidado; la democracia es un bien universal que no podemos negar a nadie.

Como dice Sharansky, en el momento en que se suelta el virus de la libertad, las cosas empiezan a cambiar. Esto es aquello que más temen los regímenes totalitarios y los grupos terroristas. Cuando el ser humano puede elegir, elige la libertad, elige la democracia. Por ello buscan evitar que las personas puedan elegir. Por ello nosotros debemos conseguir que sí lo hagan.

Señoras y señores,

La libertad es una fuerza poderosa, capaz de transformar toda una sociedad. Por eso les confieso que lo que yo he pensado siempre, lo ha escrito ahora Sharansky: la libertad representa una fuerza poderosa que acaba doblegando tiranías, dictaduras y regímenes de terror. Debemos cuidarla y respetarla. Fomentarla y extenderla.

El régimen soviético no comprendió que el ser humano prefiere la libertad a la opresión, la democracia a la tiranía. Hoy, el terrorismo y quienes buscan congraciarse con él, tampoco comprenden lo que enseña Sharansky; que la libertad es un bien humano tan poderoso como innegociable. Por eso no hay término medio entre la libertad y la tiranía.

Como enseña mi amigo Natan, la sociedad del miedo es incompatible con la sociedad abierta. No hay termino medio entre e terror y la democracia. Porque lo que el terrorismo quiere es sacrificar para siempre el deseo de libertad, y para eso asesinará, engañará, dividirá y hará lo que haga falta para vencernos.

La tentación pactista es la solución más cómoda. Frente a ello, la defensa de la libertad es difícil, exige claridad moral e intelectual. Pero es posible y da resultados. Por eso la obra que hoy presentamos aquí es un referente intelectual y moral para todos aquellos que defendemos sin fisuras la libertad y del Estado de Derecho. Son valores innegociables.

Por ello, soy el primero en celebrar la iniciativa de Gota a Gota de esta edición en español de la obra cumbre de Natan Sharansky. A partir de hoy, supondrá una referencia indispensable para la cultura y la política de nuestro país. Permitirá a los españoles participar de las reflexiones de Sharansky acerca de la superioridad de una sociedad libre sobre una sociedad del miedo. Del estado de derecho sobre la violencia y la intransigencia. De la libertad sobre el terror. Del bien sobre el mal.

Siempre he defendido la superioridad de la sociedad abierta sobre cualquier otra. He defendido la fuerza poderosa de la libertad, la claridad y la firmeza moral en las actividades políticas. Por eso recomendé la obra de Sharanky a algunos de mis mejores amigos, que la leyeron con entusiasmo. Y hoy tengo el honor de recomendársela también a todos ustedes. Seguro que la leerán con el mismo entusiasmo y con las mismas ganas de reivindicar la libertad que yo siento en estos momentos.

Muchas gracias.

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