Lo que ha dicho Villarejo: malos tiempos para la ley
José Javier Esparza
29 de junio de 2006. Carlos Jiménez Villarejo, ex fiscal anticorrupción, es una de las "bocas calientes" del momento: alineado con Zapatero, ha redactado las propuestas comunistas sobre revancha de la guerra civil, le agasaja el PNV y echa pestes de Grande-Marlaska. Ahora Villarejo ha dicho en la televisión catalana algo singular: "La aplicación estricta de la ley puede conducir a una auténtica ofensa del principio de Justicia, a una auténtica ilegalidad". ¡Glubs!Uno puede comprender, desde luego, que la Justicia sea generosa en ciertos casos, que contemple situaciones de necesidad o de arrepentimiento; pero todas esas cosas caben dentro de "la aplicación estricta de la ley". También sabemos que la ley y la justicia, a veces, no coinciden, porque la justicia es un principio ideal y la ley sólo es una obra humana, pero la ley es la obra que más se acerca a aquel principio. Lo que bajo ningún concepto podemos entender es que la aplicación de la ley conduzca a una ilegalidad, como dice Villarejo: eso es tanto como pretender que la ley no siempre es legal, lo cual no deja de ser una justificación del delito. Y el retortijón dialéctico es aún menos comprensible si hablamos de terrorismo. Porque, de hecho, ETA sólo ha sido completamente acorralada cuando se le ha aplicado estrictamente la ley.¿Por qué dice esas cosas Jiménez Villarejo? Porque él es de esos juristas que consideran el Derecho bajo un concepto elástico, o sea que la ley es justa si obedece a sus criterios ideológicos, y si no, no. Así nuestro héroe piensa que vetar una conferencia del batasuno Otegi es algo muy malo, y el hecho de que Batasuna sea ilegal se le da una higa; porque lo importante no es la legalidad, sino las convicciones ideológicas de un señor que decide qué es lo justo en función de la situación política.Vamos a asistir a cosas aún más asombrosas y los villarejos –que son muchos- están marcando el camino. Lo que se va poniendo de manifiesto es que, en nuestro sistema, la voluntad del poder importa más que la ley. Eso es tremendo, pero no es algo inédito en nuestra democracia. La otra tarde Arzallus dijo una cosa interesante: hemos (el PNV) acatado la Constitución porque la ley nos dejaba hacer lo que nos viniera en gana, pero si ahora los jueces nos tocan las narices, igual hasta impugnamos la Constitución. O sea ¿que todo consistía en esto? Tolerar zonas de no-ley, de no-derecho, como las gobernadas por los nacionalistas, para mantener la ficción de una Ley de leyes que, a fin de cuentas, tampoco importa gran cosa. Y la cara de imbécil que se le está quedando al ciudadano, oiga.¿A usted le da igual? Mal hecho. Cuando la ley desaparece, siempre salen perdiendo los mismos: los más débiles, que no tienen poder. O sea, usted. Esta es la letra pequeña de la doctrina Villarejo.
miércoles, junio 28, 2006
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