viernes 30 de junio de 2006
Como siempre
Javier del Valle
S E cumplió el destino marcado a la selección española en el Mundial. El sueño de la afición futbolística y de los eventuales admiradores que siempre aparecen en citas como el Campeonato del Mundo se tornó en pesadilla y el despertar fue tan amargo, o más si cabe, que en ocasiones anteriores. Tras la eliminación de España en octavos de final a manos de Francia, es fácil hacer leña del árbol caído. Estoy seguro de que los elogios de la primera fase se tornarán en ácidas críticas hacia Luis Aragonés y sus muchachos. A partir de ahora, algunos palos serán desmedidos hacia el seleccionador. Será fácil decir que se equivocó en los cambios, pues la entrada de Joaquín, Senna y Luis García no dio sus frutos. Pero también eran discutibles los cambios realizados ante Túnez y, sin embargo, la participación de Raúl y Cesc fue la base de una brillante remontada. Se discutirá la capacidad técnica del seleccionador, un entrenador con más de tres décadas de experiencia. Personalmente, considero que la labor de Aragonés ha sido positiva, aunque el técnico madrileño debe renunciar a su puesto y cumplir caballerosamente la promesa que hizo: marcharse si no era capaz de clasificar al equipo para cuartos de final. Es una cuestión de palabra. Con la pasión que aporta la inmediatez y el dolor por una eliminación reciente parece evidente la falta de competitividad de nuestros jugadores. Ante Francia, al equipo no le sirvió adelantarse en el marcador. Siempre nos quejábamos de la mala suerte o de infortunios arbitrales, como ocurrió en el anterior Mundial ante Corea. España no ganó porque no supo imponerse a Francia, a pesar de su buen toque de balón. Ni los delanteros fueron agresivos ni los centrocampistas capaces de generar pases decisivos de gol. Asimismo el balón rodó poco por las bandas, el viejo truco para abrir defensas rivales y bien plantadas como la gala. Para terminar, la selección mostró poca personalidad en los momentos decisivos del encuentro, pues tuvo poca picardía a la hora de parar el ataque francés, lo que le costó una goleada indecorosa (3-1). Algunos señalaban que parte del destino de la selección era labrado por una afición poco entusiasta y más predispuesta a apoyar a sus clubes que al equipo nacional. Este argumento ha quedado totalmente desmontado en este torneo, donde la gente se ha ilusionado y ha viajado en masa para ver los partidos. Ante Francia, más de 20.000 aficionados apoyaron al equipo nacional. Y en España se ha seguido el acontecimiento con una gran pasión, la gente ha llevado con orgullo por las calles la camiseta roja y ha portado banderas de España sin ningún pudor. Los que más ilusión han generado del equipo han sido los futbolistas más jóvenes, aquellos que alimentan el sueño de que la historia puede cambiar algún día. Lo mismo ocurre con la afición, ya que los chavales han derrochado entusiasmo durante el inicio de sus vacaciones estudiantiles para llenar las plazas madrileñas y ver en pantallas gigantes los partidos del Mundial. Nunca se había visto nada igual, pero es lógico que los hinchas de menor edad encarnen la esperanza. Al fin y al cabo su recuerdo no está tan lleno de decepciones como aquellos que llevamos viendo campeonatos del Mundo y de Europa desde la década de los 70.
jueves, junio 29, 2006
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