miercoles 28 de junio de 2006
IZQUIERDA LIBERAL
El principio del fin del PSC
Por Antonio Robles
El referendo sobre el Estatuto de Cataluña ha cambiado el futuro del PSC. Por de pronto, señala el declive del poder de los amos de la masía (Maragall ya ha dimitido), se concreta en Montilla la oportunidad de los charnegos agradecidos y, sobre todo, se avecina el principio del fin del partido. Las bases no retribuidas y los votantes fieles han comenzado a desertar.
Una vez más, se podrá haber engañado a muchos, incluso a todos durante un tiempo, pero no a todos durante todo el tiempo. El efecto se empezará a ver a partir de las próximas elecciones autonómicas.
Pero como engañarse es fácil, vayamos primero a los hechos. Nada es más estúpido en esta vida que negar las evidencias. Veremos después si las hay que justifiquen el titular.
– Primera evidencia. Ha ganado el nacionalismo. Ha perdido el no por goleada.
– Segunda evidencia. Media Cataluña no es nacionalista, o es indiferente al nacionalismo.
– Tercera evidencia. Todos los nacionalistas han votado: la mayoría al sí, los más radicales al no. Estos últimos puede que incluso hayan contribuido al voto nulo y al blanco.
Era su día histórico, para unos y para otros, y no lograron pasar del 48,85% (último recuento), incluyendo a los que votaron en contra del Estatuto por razones contrarias a las nacionalistas. Birria de participación para día tan señalado.
– Cuarta evidencia. Pongan el tanto por ciento que quieran, pero el PP y Ciutadans de Catalunya juntos no han conseguido movilizar el no. Sus hipotéticos votantes están bajo el "Síndrome de Cataluña", están en la abstención. Son un 50% de ciudadanos no nacionalistas que se desentienden o no se comprometen con el Gobierno de la "nación". Y no redondeo la cifra del 50% para interpretar la abstención en clave no nacionalista. No. Es la cifra alrededor de la cual aparece sistemáticamente la barrera entre catalanistas y constitucionalistas, votantes de elecciones autonómicas pero no de generales.
Hay siempre una línea cultural invisible que divide a propietarios y realquilados, a charnegos y jefes, a políticos e inmigantes, a castellanohablantes y catalanohablantes. Es la misma media Cataluña que no está representada en el Parlament, ni en lengua ni en cultura, últimamente tampoco en ideología. Esa media Cataluña no fue a votar el otro día. Pero existe. ¿Por qué no lo hizo?
– Quinta evidencia. Los distritos de fuerte implantación convergente han ido a votar sí. Las poblaciones socialistas se han abstenido entre 7 y 10 puntos más que la media de Cataluña. Deducción: CiU conserva a sus votantes en medio de la tormenta del Estatut y los socialistas los pierden.
Se beneficien o no el PP y Ciutadans de Catalunya de esta evidencia, lo que es seguro es el inicio de la desintegración del partido socialista catalán como representante de la inmigración obrera, los profesionales liberales y la cultura española. Su electorado empieza a ser consciente del fraude histórico a que ha sido sometido desde hace muchos años.
La determinación identitaria de Maragall en la elaboración del Estatut y el Gobierno tripartito ha concretado indicios, sospechas, traiciones, vergüenzas digeridas en silencio durante dos décadas. (Asimetría frente a igualdad, nacionalismo frente a cosmopolitismo, derechos históricos frente a derechos constitucionales, monolingüismo frente a bilingüismo, Cataluña frente a España, fiscalidad catalana frente a distribución e igualdad entre todos los españoles, identidad frente a ciudadanía, etcétera). Nada volverá a ser igual para los socialistas a partir de ahora. Su cuenta atrás ha comenzado.
Esta pérdida presumible no sólo alejará al PSC de la presidencia de la Generalitat, sino que pondrá en grave riesgo la mayoría socialista en el Congreso de los Diputados.
– Sexta evidencia. Zapatero fracasa personalmente. El no al Estatut de ERC invalida la profecía zapateril de que con este nuevo texto se cerraría el problema de las reivindicaciones interminables de Cataluña y la vertebración de España. Muy al contrario, ha reactivado las primeras y abre un abismo en la segunda. ERC se lo recordó la misma noche electoral, y Artur Mas no le da más vigencia que cuatro ó cinco años. Patético final, dice el tango, aunque sea el principio.
– Séptima evidencia. Durante meses nos han acosado con que el 90% del poble de Catalunya había aprobado el Estatut. Intento canalla de hacernos callar. Pero tenían razón, el 90% (89%, en realidad) de los representantes políticos en el Parlament habían votado que sí. Prueba evidente de que tales representantes no representaban a la Cataluña real, sino a la nacionalista.
Cuando se ha contrastado con la realidad en el referendo, resulta que ese 90% se reduce al 36. (Es el porcentaje relativo de síes al número de electores que podían votar. Nada nuevo: Pujol gobernó Cataluña como un emperador con el apoyo real de sólo un 26% de la población. Y parecía que toda Cataluña era nacionalista…)
Hasta aquí los datos. Especulemos con las evidencias.
– Primera especulación. La abstención en Cataluña es mayor, por sistema, en las elecciones autonómicas que en las generales; exactamente, un 12,2% superior (promedio de participación en las generales: 73%; promedio de participación en las autonómicas: 60,8%).
Esta cifra no sería significativa si no afectara especialmente al partido de los socialistas de Cataluña; hasta el punto de hacerle perder todas las elecciones autonómicas, a pesar de que gana en todas las generales.
Lo grave, lo verdaderamente grave para ellos, es que la fuerte abstención que sufren en las autonómicas se ha intensificado ahora, en el referendo: alrededor de diez puntos más.
Es evidente que la sugestión nacionalista a que ha estado sometido su electorado durante tantos años comienza a diluirse. Los datos son contundentes: más de 2.000 militantes socialistas de la federación de Barcelona han dejado el partido (un tercio del total); hubo poblaciones en el Cinturón Rojo que registraron unos niveles de votación de apenas el 40%; han llegado en riada a Ciudadanos de Cataluña cientos de socialistas hartos del tocomocho nacional; ya no controlan la información de forma total, como en otras épocas, y la erosión de sus mentiras comienza a ser visible en foros, páginas web, periódicos digitales, algunas cadenas de radio, especialmente la COPE y Onda Cero, televisiones de nueva creación, como Intereconomía, etcétera; y, desde el 27 de noviembre de 2005, en El Mundo de Catalunya.
Se les acabó la impunidad, aunque ahora –más que nunca– muerdan desde todos sus medios de comunicación, especialmente TV3, Catalunya Radio, Com Radio, El Periódico de Catalunya, Avui, El Punt, El Triangle, El País del Oasis, etcétera.
De todo ello se deduce que en las próximas elecciones autonómicas el PSC perderá no porque CiU obtenga más votos, que también, sino porque el PSC tendrá menos. No quiere decir esto que sus votantes votarán a otro partido, las travesías se hacen a pie, sino que no lo volverán a hacer por el que les ha estado engañando durante dos décadas.
– Segunda especulación. La masa social del PSC ha sido mayoritariamente obrera, de los aluviones migratorios de los años 50, 60; y sus dirigentes, burgueses catalanistas que con el paso del tiempo han devenido abiertamente nacionalistas. El último, Pascual Maragall.
Nunca los dirigentes han representado a la base, siempre la han utilizado para la causa nacional. Se han dado cuenta demasiado tarde. Si, por un acto de lucidez, decía en 'El fraude histórico del PSC', sus militantes de base se levantaran para rescatar el partido, tendrían dificultades extremas para recuperar el voto perdido charnego sin que su facción catalanista de ayer, ahora nacionalista, le dé la espalda. Han ayudado tanto a demonizar la cultura española y sus símbolos, y justificado tanto la cruzada nacionalista, que pueden haber perdido a buena parte de los hijos de la emigración socialista española y avergonzado al socialismo catalanista no beligerante con la realidad de España ante el nacionalismo de pata negra.
Por ello, la sustitución de Maragall por Pepe Montilla no sólo no recuperará los votos que ayer perdían en las autonómicas, precisamente, por considerar la línea demasiado catalanista, sino que ahora desertarán los nacionalistas que sólo votaban al PSC a condición de que no estuviera controlado por un charnego. La plataforma Ciutadans pel Canvi (no confundir con Ciutadans de Catalunya), que nació para apoyar a Pascual Maragall, ya se ha mostrado crítica con este PSC amontillado a través de su fundador y actual conseller de Justicia, Josep Maria Vallès. Ayer hubiera sido un acierto el relevo, hoy ya no.
Si a todo ello le sumamos la nueva abstención, los resultados para el PSC pueden ser catastróficos. Por supuesto, la continuidad de la línea nacionalista hubiera sido aún peor. Dicho de otro modo, ellos mismos se han puesto la soga al cuello. El PSC no tiene remedio. Ya sólo les queda el milagro de Josep Borrell, y aun así tendrían dificultades.
– Tercera especulación. Reposemos el suflé y volvamos a la realidad. Si todo el arco parlamentario y mediático nacionalista ha tenido la desvergüenza de no traducir la baja participación como una derrota de sus tesis, el castigo de la abstención y del voto en blanco les importa un carajo. Borrarán del "oasis mediático" su rastro, simularán un triunfo épico, sonreirán a diestro y siniestro y nos harán creer que un aplastante 73% de los catalanes refrendó el Estatut. No habríamos de engañarnos: una cosa es que las bases del PSC empiecen a desertar y otra muy distinta es que la sociedad civil en general se comporte como tal.
La sociedad civil catalana dormita ociosa, temerosa, acomplejada, interesada, consciente y ausente, cualquier cosa menos épica, altruista o responsable. De fondo, el ronroneo de la propaganda nacional acuna su pasividad.
Al PP y a Ciutadans de Catalunya les queda un largo desierto para despertar a la Cataluña abstencionista. Inútil entretenerse en seducir a la otra media. Ella sabe lo que quiere desde siempre. La marginada ni siquiera es consciente de lo inconsciente que es.
Si PP y Ciutadans de Catalunya quieren ser los partidos de referencia de ese 50% de ciudadanos reducidos al silencio, han de convencerlos de que tienen los mismos derechos que los amos de la masía. Y para eso se necesita mucho coraje, constante pedagogía, ningún complejo y una fe inquebrantable en que la presidencia de la Generalitat no es propiedad del amo de la masía. Y, de momento, yo no lo veo, ni en uno ni en otro.
antoniorobles1789@hotmail.com
Gentileza de LD
miércoles, junio 28, 2006
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario