jueves 29 de junio de 2006
Antonio Rumeu de Armas. In memoriam
LA TERCERA DE ABC
... Sus obras son el resultado de decenas de años de investigación serena y reposada en los archivos que podían proporcionarle los documentos que le informaban sobre las realidades del pasado por las que se interesó. Contribuyó así, año tras año, a esclarecer aspectos desconocidos del pasado...
ANTONIO Rumeu de Armas, de ascendencia catalana y canaria, nació en Santa Cruz de Tenerife el 18 de enero de 1912. Su vocación fue siempre la historia, aunque, como era común en los años en que él comenzó a cursar los estudios universitarios, las indicaciones de su familia le llevaron a simultanear las licenciaturas y los doctorados en Filosofía y Letras y en Derecho.
Antonio Rumeu publicó su tesis doctoral en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid en el año 1940. La había escrito antes del comienzo de la Guerra Civil. Versó sobre la Historia de la censura literaria en España, desde el siglo XV al XX, con especial atención a la época de las luces. La tesis se fundó en la documentación que guarda el Archivo Histórico Nacional. Antonio Rumeu pudo exponer la historia de la censura y la legislación concerniente a ella, todo según las variadas noticias que proporcionan los papeles que se guardan en la Sección de Consejos, en la parte Imprentas y sus agregados, Impresiones y en la documentación correspondiente a la Junta Suprema gubernativa del Reino. La tesis fue muestra temprana de la calidad de Antonio Rumeu como investigador que acude a la documentación inédita que guardan los archivos y que contiene información que permite descubrir lo desconocido.
El interés de Antonio Rumeu por las navegaciones atlánticas se centró en sus investigaciones sobre historia colombina. En 1944 publicó los primeros resultados en el libro Colón en Barcelona. Describió el recibimiento que le hicieron los Reyes a la vuelta del primer viaje. También trató de los preparativos del segundo viaje y de la negociación de las bulas Inter caetera. Años más tarde, en 1968, publicó La Rábida y el descubrimiento de América, obra en la que identificó a los monjes con los que trató Colón: fray Antonio Marchena y fray Juan Pérez, lo que le permitió exponer el papel que desempeñaron ambos en las conversaciones que allí se tuvieron en el año 1491, tan importantes para decidir que la Corona asumiera el proyecto de la navegación atlántica como ruta posible que abaratara los costes del transporte en el comercio con el Oriente lejano.
La vocación americanista de Antonio Rumeu explica que eligiese como tema de su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, en 1970, Hernando Colón, historiador de América, en el que valoró el «inmenso amor a los libros» del hijo del Almirante, como muestran la gran colección que reunió, su gran cultura y los sobresalientes servicios prestados a la Corona por este personaje. Antonio Rumeu no duda en considerarlo como una de las figuras más preclaras del siglo XVI, en un tiempo en el que el mundo se amplió de manera insospechada hasta entonces y los conocimientos florecieron «bajo las luces esplendorosas del Renacimiento». Hernando acompañó a su padre, con sólo trece años de edad, en el cuarto viaje (1502), el más dramático por sus incidencias y amarguras, al hacer el adolescente de amanuense y de enfermero de su padre, de modo que éste decía arrancarle el alma verle, «de tan nueva edad», «en tanta fatiga, y durar en ello tanto». Jurista, poeta, historiador, biográfico, cosmográfico, debemos a Hernando Colón, en los capítulos XVI a CVIII de la Historia del Almirante, la crónica de las cuatro navegaciones colombinas que, como señaló Antonio Rumeu, constituye su gran contribución al conocimiento de cómo se descubrió América.
Antonio Rumeu publicó en 1943 un libro con el título Los seguros sociales en nuestro pasado histórico. Esta obra es el antecedente de la Historia de la previsión social en España. Cofradías, gremios, hermandades, montepíos, publicada al año siguiente, en setecientas páginas. Trató en este libro del gran número de instituciones de previsión y seguro que la religiosidad y la beneficencia privada crearon durante siglos para garantizar la supervivencia de los menesterosos en los tiempos difíciles de falta de trabajo y de carestía. La documentación, conservada en varios archivos y bibliotecas, permitió a Antonio Rumeu conocer cómo era la organización del auxilio mutuo en España durante el siglo XVIII, resultado de la fraternidad y de los sentimientos religiosos, quizá más intensos entonces que en ningún otro país de Europa. El interés por las cuestiones sociales y la vocación americanista se concretaron en dos obras importantes: Código de trabajo indígena americano (1953) y La reglamentación del trabajo en las leyes de Indias. En ambos hizo detenidos estudios del libro VI de la recopilación legal que Antonio Rumeu presentó sistematizada.
En el libro que Antonio Rumeu dedicó al Tratado de Tordesillas (1494-1497), estudió la rivalidad marítima entre Castilla y Portugal por el dominio del Atlántico, para el que resultaba necesaria la soberanía sobre las islas Canarias, como avanzada que eran en las navegaciones transoceánicas.
Entre las obras de Antonio Rumeu, destacan las que dedicó a la historia de las islas Canarias, ya que las acciones de la Corona en el archipiélago constituyeron el antecedente y hasta el ámbito de experimentación de las actuaciones en América, desde los primeros años del descubrimiento. Así, en sus libros El Obispado de Telde (Madrid, 1960) y La política indigenista de Isabel la Católica (Madrid, 1969), estudió la evolución en el trato que se dio a los indígenas, condicionado por las acciones misionales desde mediados del siglo XIV, en las que son de destacar las de catalanes y mallorquines que, conjuntamente, se fundaron en el respeto a la libertad de los aborígenes.
La evangelización en las islas de Lanzarote, Fuerteventura y el Hierro permitió que, hacia 1420-1425, estuviesen cristianizados todos los nativos. Comenzaba por entonces la predicación del Evangelio en las islas de la Gomera y de Gran Canaria. El Papa Eugenio IV, en la Bula Regimini gregis (1434), proclamó la libertad de los aborígenes en los territorios en los que se evangelizaba. Juan II de Castilla respaldó con su autoridad el mandato pontificio. La Reina Isabel, al ceñir la Corona, reafirmó las actitudes de sus antecesores respecto a la libertad de los aborígenes canarios. Así, el 29 de septiembre de 1477, al recibir la noticia de que había quienes traían esclavos de Canarias, mandó que se les tuviese libres y prohibió que se vendiesen y repartiesen. La Reina aceptó y aplicó, «como artículo de fe», la doctrina pontificia sobre la libertad de los indígenas.
La acción liberadora de la Corona en las islas Canarias prosiguió en América, como muestra la Real Cédula de 2 de diciembre de 1501, por la que los Reyes Católicos mandaron encarcelar al mercader Cristóbal Guerra por haber maltratado y vendido en Andalucía a indios que había traído como esclavos. Además de la prisión, el mercader tuvo que devolver el dinero recibido por la venta. Los indios fueron puestos en libertad y devueltos a sus comunidades.
La experiencia que se tuvo en la colonización y cristianización de las islas Canarias sirvió de fundamento al principio rector formulado por la Reina Isabel en el Codicilo de su testamento, al mandar que en las Indias y Tierra firme del Mar Océano, descubiertas y por descubrir, fuesen cristianizados sus habitantes y que no se consintiese que los indios «vecinos y moradores» recibiesen «agravio alguno en sus personas ni bienes», y que fuesen «bien y justamente tratados».
Antonio Rumeu supo unir enseñanza e investigación y, en una época de su vida -años 1986-1990 y 1995-1998- dirigir eficazmente la Real Academia de la Historia. Sus obras son el resultado de decenas de años de investigación serena y reposada en los archivos que podían proporcionarle los documentos que le informaban sobre las realidades del pasado por las que se interesó. Contribuyó así, año tras año, a esclarecer aspectos desconocidos del pasado, que afecta a la historia general de la Humanidad, en tiempos en que las acciones de la Corona española tuvieron proyección en todo el mundo, y que tanto contribuyen hoy a esclarecer y a comprender el presente en que vivimos.
GONZALO ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN
Director de la Real Academia de la Historia
miércoles, junio 28, 2006
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