viernes 30 de junio de 2006
Madrid, el queso de gruyere
Félix Arbolí
R ESIDO en la calle del General Ricardos, una vía en plena ebullición y continuos ruidos, donde la tranquilidad es algo desconocido, no ya a mi generación, sino a las anteriores. Un vestigio de aquellos lejanos y añorados años donde sólo el tranvía que hacía su trayecto desde la Plaza Mayor a Carabanchel Alto, interrumpía el cotidiano quehacer de sus escasos moradores. Llevo unos cincuenta años en esta casa y cuando llegué a ella, solo había extensiones de prados, arenales y edificios de un solo piso en el entorno y a varios kilómetros de distancia. Recuerdo que mis hijos, de pequeños, se salían a la calle y jugaban con los de los vecinos. No existía el peligro o la amenaza de un susto o problema por gozar de esa libertad tan necesaria a la estimulación infantil. Las aceras eran amplias y los dos carriles de la calle eran suficientes para la circulación dominante en esas fechas. Sí, amigos, ha existido este Madrid y no sólo en mi barrio, sino en otros muchos de la Villa y Corte. Y conste, que no ando aún con la”garrota” ( como insinuaba que me habían bajo del cielo uno de mis comunicantes), sino que tengo una juventud interior que ya quisieran sentirla muchos veinteañeros, amargados y amoscados por cualquier contrariedad y enemigos de lanzarle un órdago a la vida, aunque lleven tres ases en la jugada. Ahora vivo rodeado de enormes edificios, que primero fueron almacenes, luego garajes, posteriormente bancos, (éstos están en todas partes, compitiendo con los chinos en hacerse con todos los huecos comerciales que se ven obligados a cerrar) y finalmente enormes edificios que, al no poder abarcar suficiente horizontalidad, lo superan con la mayor verticalidad posible, donde el cuarto de baño, en algunos casos, ( por la estrechez donde se edifica), es un apéndice del dormitorio o la continuación de la cocina, con una sencilla pared como división. Presagio de esas casas de treinta metros que desea construir nuestra ministra de la vivienda para atajar tan tremendo problema familiar. Yo le diría que antes de prometer y “largar”, predique con el ejemplo y se vaya a ocupar y residir en una de esas dimensiones. Luego, ya nadie podrá reprocharle su caritativa, solidaria y generosa iniciativa para con los ciudadanos, muchos de los cuales, le habrán dado hasta su voto. Lo que interesan son las fachadas. Que se vean balcones, terrazas y ventanas muy vistosas y de magnífica apariencia externa. Junto a casa había una farmacia, único edificio construido en ese espacio y más antigua que mi llegada a la calle, que la dueña se ha decidido a derribar y convertir, a pesar de la estrechez de sus límites, (los de una antigua botica de pueblo o de barrio) y encajada entre dos bloques ya existentes y habitados, en un edificio de cinco pisos, donde me figuro que para que pase el marido o la mujer a alguna de sus estancias, (caso de poder ofrecerse más de una ), tendrá que esperar que se estreche su pareja y que el perro o el gato dejen el paso libre interrumpiendo su placentero sueño. La intimidad más absoluta entre la pareja está plenamente garantizada, más aún, obligatoriamente establecida. Aquí el metro de terreno se convierte en una auténtica pepita de oro. Bueno pues en éste ex - placentero barrio y alargada y concurridísima calle, es un verdadero infierno vivir a los que deseamos paz y tranquilidad en nuestra cotidiana existencia. Hileras continuas de coches en ambas direcciones, con los inevitables humos, ruidos de motor, para martirizar aún más al atribulado ciudadano, ( sobre todo en esas motos a escape libre, que alguien definió como “el tonto que corre sobre un ruido”) y conductores impacientes y sofocantes que utilizan el claxon, como sustitución de los “sapos y culebras” que les gustaría dirigir verbalmente a todo conductor que se les atraviese o se les acerque. Sin olvidar, por supuesto, dada su molesta y enojosa importancia, las ya acostumbradas obras del señor Ruiz Gallardón, (Ruiz Socavón, le llaman los graciosos de turno), levantando aceras y suprimiendo carriles circulatorios, ora por ensanchar; otras, por acometidas de la luz (que parecen el pan nuestro de cada día, pese a las promesas que se hicieron por la autoridad municipal competente de que en un plazo de cuatro años no se harían obras en el mismo sitio); por dotar del gas natural a los vecinos que quisieran y maltratar a los que no quisieron y para que no falte justificación y motivo de este enojoso acoso por parte de nuestras autoridades locales y regionales, los que tienen como protagonista al suministro del agua, ( que debe ser una ruina para la compañía propietaria del evento acuífero), ya que no hay mes que se salve de la “celestial melodía” que forman el martillo eléctrico, la excavadora y los motores de esa especie de carretilla donde transportan la tierra y pavimento destrozado a los contenedores de turno. Hay quien llama a Madrid el “Queso de Gruyere” y me figuro que no hará falta ser muy avispado para comprender el por qué. Según dicen los enterados del asunto, ( este comentarista no quiere ahondar mucho en estos temas que me ponen de muy mal “yogur”), los residentes y contribuyentes madrileños estamos endeudados hasta las cejas por culpa de este faraónico emperador que nos rige hasta el año dos mil cincuenta. Por ahora, ya que al paso que vamos, sabe Dios adonde llegaremos. Lo único que me consuela, si eso puede producirme bienestar, es que biológicamente me libraré de esa deuda en unos pocos de años. Pero ¿Y mis hijos y nietos…?. ¿Hay derecho a que su antecesor dejara el ayuntamiento con superavit y éste nos esté amargando la existencia con sus obras e incomodidades, sus terribles dificultades para circular por Madrid y encima nos haya dejado no ya sólo sin un duro, sino entrampado hasta límites que producen auténtico vértigo?. Dice que quedará muy bonito cuando todo esté terminado. A mi también me gustaría residir en la Moraleja y viajar a bordo de un Rolls Royce, pero me tengo que aguantar con lo que tengo y mirar hasta donde puedo llegar. ¿Qué quería que encima quedara horroroso?. Aparte, cuando esta deuda se cancele, si llega ese difícil supuesto, lo efectuado hoy con tanto sacrificio y tantas penalidades, habrá quedado ya obsoleto y habrá que volver a levantar, ensanchar y molestar al vecindario en todos los aspectos, para adecuarlo a las necesidades del momento. ¿Por qué todo al mismo tiempo y con esas prisas?. Ese afán de aprovechar esos cuatro años de mandato para sacarle el máximo rendimiento. ¿No se da cuenta que con un Madrid tan difícil de transitar, tan inoportuno para pasear y tan molesto de circular, no va a encontrar a nadie capaz de aventurarse en ese laberinto para depositar su voto, ante el justificado temor de que algún derrumbe, socavón o cualquier otra y posible contingencia ponga en peligro su integridad física?. Chupando cámaras todos los políticos son condescendientes, muy amables y dispuestos a realizar el máximo, con el mínimo coste y los mayores rendimientos para toda la comunidad. Luego, a la hora de la realidad, en la soledad de sus despachos o mesas de privilegiados restauradores, las promesas se ven irrealizables y donde dijo “voy a lograr esto y lo otro”, queda convertido en “me ha sido del todo imposible hacerlo en la forma que yo tenía planeada y he tenido que salirme un poco del presupuesto”. Estas salidas de presupuesto son el pan nuestro de cada día, aunque no seamos nosotros los que disfrutemos de su hornada. Me gustaba Tierno Galván, hasta en el detalle de que cuando fueran a retirar el crucifijo de su mesa oficial, él, que era agnóstico, dijo “déjenlo donde está, ya que Cristo es amor” y allí quedó presidiendo sus actos y acuerdos. Yo tuve la oportunidad de hacer un viaje con él a Chiclana, invitados oficialmente por el ayuntamiento de la localidad, él, como presidente de honor de PSOE y Alcalde de la Capital de España y yo, como autor de haber removido, descubierto, honrado y elevado a la posición que le correspondía, incluso su traslado al Panteón de Escritores Ilustres a mi inmortal paisano García Gutierrez, donde descansa actualmente junto a Larra y Espronceda. Tuve varias ocasiones de conversar a solas en el hotel donde nos hospedábamos y alguna que otra reunión u acto oficial allí celebrado y pude darme cuenta y admirar a este ilustre catedrático y político en toda su dimensión, que era realmente impresionante. Me maravilló su saber estar, correcto conversar y excelente tolerar posibles divergencias. Fue noticia mundial su saludo oficial al Papa Juan XXIII, en su primera visita a Madrid, cuando lo hizo y le ofreció la tradicional hospitalidad madrileña en un latín clásico y perfecto. Hablando del detalle del Crucifijo, debo recordar y lamentar que otro señor, don Antonio Hernández Gil, Presidente de las Cortes, del Consejo del Reino y del Consejo de Estado, también ya fallecido, en una de sus primeras medidas en la presidencia del Congreso, mandó que quitaran el crucifijo de su mesa despacho. Su sobrino fue uno de los primeros cachorros posfraguistas, para el puesto de Secretario General, un tal Hernández Mancha que, gracias a Dios, duró poco para bien del partido político que representaba. Ahí ven dos maneras distintas de enfocar un tema, entre un partido de izquierda y un gobernante agnóstico y otro del centro y la derecha, donde su propio familiar llegó a la secretaria general de los considerados católicos y conservadores. ¿No se acuerdan ya de estas anécdotas?. También voté y fui un gran entusiasta de Rodríguez Sahagún (el llamado popularmente y de forma cariñosa “pelo pincho”). Un hombre honesto y leal con sus ideas, excelente político y eficaz representante de una raza de políticos que, desgraciadamente ya no se dan en nuestras actuales circunstancias. Luego me incliné por Alvárez del Manzano, pero no me convenció del todo su política, ni su falta de ambiciones en logros para el pueblo que regía. Lo veía un tanto desfasado, como si el uniforme del cargo le cayera algo amplio, aunque lo consideré y considero un hombre honesto, cargado de ilusiones que no pudo o se atrevió a realizar y un tanto ambiguo, pero que será benevolente, a la hora de pasar al tribunal de la historia municipal. He de reconocer, no obstante, que fue muy popular entre sus vecinos, siempre presente en todos los eventos y conmemoraciones de sus ciudadanos y asequible a toda crítica y valoración que hicieran sobre su gestión. Un hombre honesto y cabal. Al compararlo con el actual, un santo varón sobre la tierra. Ya lo dice el refrán, “otros vendrán que bueno me harán” y nuestro refranero poco se equivoca. Del actual, prefiero no opinar al detalle, pues no me gusta la descalificación personal o profesional de nadie. Ya lo hacen a diario los que sufren sus aires de grandeza, sus ímpetus faraónicos y su prepotencia. Es una apreciación personal, sin ánimos de insulto. Todo político debe estar acostumbrado a ser juzgado y considerado positiva o negativamente. Para lisonjas, ya tienen bastante con los “trepas” de turno que le acompañan fieles a todas partes y ríen sus gracias, aunque éstas brillen por su ausencia. Los cargos colaterales son muy golosos. Lo que si puedo asegurar, a nivel de calle, que es en el que yo me muevo y recojo las impresiones, donde se habla sin tapujos y con sinceridad, que no llegará al diez por ciento los que han roto lanzas a favor de nuestro Edil. Luego, vendrán las elecciones con sus clásicas sorpresas gratas o desagradables. Hay muchos que largan y comentan y a la hora de votar, se olvidan de las calamidades y tropiezan una vez más con la misma piedra. Yo les puedo asegurar, aunque lo del voto sea secreto, que ni votaré a Rodríguez Zapatero ni a Rajoy, como presidentes del Gobierno, a menos que cambien de escuderos, maneras de hacer, pensar, dialogar y comportarse, ni volveré a votar a Ruiz Gallardón para la alcaldía. Hasta prefiero el voto en blanco o la abstención, caso de no encontrar alguna persona más idónea y capacitada de aquí a entonces. Y ya me pueden martillar, crucificar y llamarme perro judío, que no me muevo de mis ideas.
jueves, junio 29, 2006
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