domingo, junio 25, 2006

Hambre para todos, consuelo de bobos

lunes 26 de junio de 2006
Hambre para todos, consuelo de bobos
Miguel Ángel García Brera
N O entiendo bien, pero no se preocupen demasiado, porque la verdad es que ya entiendo poco de política, por qué ha escandalizado tanto el último comunicado de ETA, en el que se viene a reiterar que ha tenido contactos y logrado compromisos con los responsables del actual Gobierno y exige a la zapatería – antes fue fontanería- de Moncloa que “la Constitución no obstaculice el desarrollo de la decisión mayoritaria que adopte el pueblo vasco”. A mi ese planteamiento me habría parecido salido de tono, antes de que empezara a negociarse el Estatuto Catalán, pero no a partir del instante en que, primero el tripartito – después enredado por Zapatero y arrumbado, como ahora el pobre Maragall, que da pena verle esquinado por quien le debe en gran parte la Secretaría General del PSOE – y luego el Parlamento catalán, el inaudito Mas, Pepiño Blanco y toda la escuadra parlamentaria, con excepción de los diputados del PP, aprobaron un texto, que modifica la Constitución, sin seguir el trámite que la propia norma fundamental impone. En esta ocasión, a mi juicio, ETA no pide un privilegio, sino igual trato que han merecido las peticiones de otros nacionalistas, aunque en la extensión de lo que pide si existan dos importantes diferencias: Una, que quienes aprobaron un Estatuto y, con él, una reforma constitucional encubierta y sin cumplir los trámites, fueron partidos legales y no un grupo terrorista; y otra que, aunque el Estatuto Catalán contiene mucha anticonstitucionalidad, no llega a alcanzar peticiones de independencia, ni reivindicación de territorios de otra Comunidad Autónoma –Navarra- ni de otro país soberano como es Francia. El caso es que, abierto el melón, más o menos velada o directamente, también los partidos legales, ý no siempre con exclusión del PP, todos los políticos andan en la reivindicación de derechos que contradicen la Ley de leyes de 1978. Y así, Andalucía quiere ser realidad nacional, Galicia eleva su rango al de nación y hasta los muertos se remueven en sus tumbas pensando que el BNG les va a borrar el nombre de las lápidas y se lo va a poner en gallego, con lo que su recuerdo no permanecerá ni en la sepultura, aunque eso sí favorecerá que, dentro de muchos milenios, los investigadores no tengan duda de que esos muertos hablaban una simpática lengua morriñosa, lo que no dejará de ser un dato equívoco, tanto porque no todos los habitantes de esa bellísima Comunidad han hablado ni hablan una lengua distinta del castellano, como porque en los cementerios del noroeste español hay muchos cadáveres de personas procedentes de otros lugares, cual es el caso de mi tía María Elvira –que antes fue educadora de Cayetana de Alba- a la que tengo enterrada en un romántico camposanto de Bañobre, bajo una disposición testamentaria de que nadie compartiera su nicho, salvo su esposo. Sucede que, pese a ser galleguista enamorada, e inteligente educadora de muchas generaciones de paisanos a cuyas escuelas, ya en función inspectora, tuvo algunos años que desplazarse a caballo, no acertó a predecir este presente y determinar si ahora yo debo cambiar su epitafio, con lo que me crea un serio problema como heredero y deseoso cumplidor de cuanto a ella le gustaba y porque, además – y bien que lo siento- no se más gallego que algunos preciosos versos de Rosalía, pidiendo que los castellanos tratáramos bien a su gente; lo que yo siempre hice, encontrándome muy a gusto con ella. En fin, vistas las cosas como se van desarrollando, lo que no logro entender es por qué a Ibarreche le echaron atrás su engendro, que no distaba mucho del aprobado sin énfasis por uno de cada siete catalanes, más o menos; aunque también comprendo que, abierta la veda, nadie quiera quedarse atrás y todos busquen el modo de hacer sobresalir su cabeza de ratón nacionalista, sin conformarse con ser cola del león español. Un león que parece ya de esos que en los zoológicos provocan pena, mientras se despeluchan, y que apenas tiene garra para otra cosa que para dar algunas satisfacciones – no sin pocos sobresaltos – al pueblo, siempre encandilado por el “pan y circo”, que ahora ha tomado forma esférica y nos tiene el vilo puesto en los pagos teutones.

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