viernes 5 de mayo de 2006
Nacionalización y parque jurásico
Por VALENTÍ PUIG
SE juntaron el diplodoco Chávez, el tiranosaurio Castro y el dinosaurio Evo Morales. Era un encuentro familiar. Castro evocaba los tiempos apoteósicos de las naciones proletarias, cuando los desheredados de la Tierra se tomaban la justicia por su mano. Aquellos fueron tiempos desacomplejados. Entonces uno se declaraba comunista, tomaba el poder, lo expropiaba uno todo y no había que andar con remilgos socialistas o socialdemócratas. Como Mussolini sumase nacionalismo y socialismo, ya es hora de añadir de nuevo nacionalización al indigenismo. En ese entrañable regreso al anticolonialismo, nacionalizar la industria de hidrocarburos equivalía a nacionalizar -como Nasser- el canal de Suez. La diferencia es que hoy el comunismo es un despojo de la Historia, el mercado es reconocido como único sistema capaz de generar riqueza, la iniciativa empresarial lleva ventaja a los Estados, vivimos en plena globalización y todo lo que en otro tiempo fue nacionalizado ahora ya ha sido privatizado.En el horario de los trenes de la Historia, Evo Morales se ha subido al más desfasado, aunque por la ventanilla pueda deleitarse con la frondosa y exótica vegetación del parque jurásico. Llegó hasta los pozos de petróleo con la tropa, para significar la contundencia de su norma suprema. Algo en todo eso recuerda -como sabe Castro- el argumento de Sartre en su prólogo a «Los condenados de la Tierra» de Franz Fanon: la violencia de la revolución contrarresta la violencia colonialista y, es más, así el colonizado se reafirma como ser humano. Para tanto da un decreto. Incluso para la polarización del Cono Sur.Tras el mito de la revolución, el comunismo aportó al socialismo el mito de la huelga general. Otro mito fue la nacionalización de los medios de producción: dicho en otros términos, la repartidora, «too para el pueblo», el poder para los cocaleros. Es épica casi en estado puro. Lo dijo Evo Morales ayer: Bolivia busca «socios y no propietarios». ¿Es que Castro aportó la retórica y Chávez le garantizó petróleo? Hay en todo eso una fragancia silvestre de leyenda contada entre tragos de ron, bajo las efigies de Marx y Lenin, en un rincón privilegiado de la cantina de la gran revolución pendiente. No por otra cosa se pasa hambre en Cuba.Si eso es una nacionalización con todas las consecuencias o -como suponen los más optimistas- un modo de apretar a las compañías inversoras, se sabrá en poco tiempo. Lo que desde el primer instante está en juego es la seguridad jurídica de la que un Estado es deudor con quien allí invierta su capital y allí aporte riqueza. Con la misma inmediatez, Evo Morales pone a su país en la casilla de la desconfianza bursátil. Con retraso notorio, el Gobierno español toma nota después de haber tratado a Evo Morales como estadista amigo. Para ese progresismo anacrónico los accionistas -en tal caso, los de Repsol- resultan no ser ciudadanos cuyos intereses merecen protección.Donde pierden los ciudadanos bolivianos, gana Hugo Chávez. Para Bolivia, saldrá caro ir a contrapelo de la dilatada experiencia que ha consistido -a derecha e izquierda- en privatizar todo lo anteriormente nacionalizado. Cuando millones de personas se han beneficiado del fracaso explícito de la propiedad estatal de los medios de producción o de la planificación centralizada, a los bolivianos se les retrotrae al mito de la nacionalización, contra todo empirismo histórico. Habrá nostálgicos que jaleen ese envite de Evo Morales. Añoran todos los mitos de la revolución, todos los irrealismos económicos, toda la prevaricación intelectual que impuso la complicidad totalitaria. No es una exageración: nacionaliza, impón la planificación centralizada de la economía, destruye las normas del mercado y en su día habrás acunado alguna forma de totalitarismo. Evo Morales ha cumplido con sus promesas. Por su parte, Chávez se ciñe la canana y le manda más petróleo a Fidel Castro. La diplomacia del hidrocarburo acaba siendo un atraco.vpuig@abc.es
viernes, mayo 05, 2006
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