domingo, mayo 07, 2006

Cosas que ya habiamos visto

lunes 8 de mayo de 2006
11-M
Cosas que ya habíamos visto
Juan Carlos Girauta

Habrá un terremoto político el día en que los tribunales reconozcan formalmente lo que cualquier penalista sabe a estas alturas: que en el laberíntico sumario instruido por Del Olmo hay dos tipos de piezas de convicción, las falsas y las contaminadas.

Pensando en los misterios del 11-M, escribí el 10 de julio de 2004 en Libertad Digital acerca de “una obra clave de Edgar Allan Poe: El jugador de ajedrez de Maelzel, que inauguró el método lógico-analítico en literatura desentrañando el misterio de aquel autómata del barón Von Kempelen, siglo XVIII, que jugaba partidas de ajedrez en exhibiciones públicas. Sin haber visto el ingenio, Poe infirió la existencia de un enano oculto. Alumbrado por el brillo del desgraciado genio de Boston, postulo la existencia de un enano oculto en el plural autómata islamista.” Hasta ahí la autocita. Hace casi dos años.
El enano oculto sigue sin aparecer, pero ya no hace falta poseer la perspicacia de Poe para inferir su existencia. Gracias a la tarea investigadora de El Mundo y Libertad Digital, a un empeño clarificador sucesivamente ridiculizado, ocultado y tergiversado, puesto en entredicho por gentiles colegas desde el primer momento, la opinión pública española ha ido acercándose a la antesala de la verdad al sacudirse muchas de las mentiras que la mantienen enterrada.
El procedimiento penal tiene una lógica propia que lo hace avanzar por encima de negligencias y descuidos judiciales, perturbaciones fiscales y copiosa siembra de pistas y pruebas falsas. Con la eficacia de la máquina procesal pueden a menudo los tramposos, pero sólo porque el camelo pasa desapercibido a la opinión, el caso carece de eco y los defensores no hacen su trabajo. Sin embargo, no hay modo alguno de bloquear los engranajes si un grupo de investigadores solventes apoyados por medios de masas aplican la lupa.
Habrá un terremoto político el día en que los tribunales reconozcan formalmente lo que cualquier penalista sabe a estas alturas: que en el laberíntico sumario instruido por Del Olmo hay dos tipos de piezas de convicción, las falsas y las contaminadas. A efectos procesales, estas dos categorías valen lo mismo: nada. Los medios que en vez de buscar la verdad han dedicado sus páginas a fabricar el humo del prejuicio, tratarán de ahogar la indignación subsiguiente mediante una habilidad acreditada: señalarán al dedo acusador de su competente competencia y se rasgarán las vestiduras porque (irresponsablemente y bla, bla, bla) se ha servido en bandeja la estrategia de absolución a los abogados defensores de los procesados. En fin, lo sabido.
Todo este circo siniestro de complicidad mediática, encubrimiento mendaz y despiste planificado ya la conocimos en el asunto de los GAL. Si por los señaladores de dedo profesionales hubiera sido, hoy ignoraríamos la trama criminal que los socialistas organizaron en los aparatos de seguridad del Estado. Habría crímenes impunes, desconocidos por una sociedad embaucada y una democracia estafada. GAL y 11-M: demasiados parecidos.

Gentileza de LD

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