Pepiño Black & White y el señor Atman
TOMÁS CUESTA
Lunes, 12-01-09
SCHOPENHAUER —igual que hiciera Kant bastante antes— convirtió su existencia en una rutina milimétrica que procuraba cumplir a rajatabla. No llegó a los extremos de su predecesor, cuyos vecinos, cual es fama, ponían en hora los relojes al verle salir de casa. Tan kantiano no era, aunque por ahí le andaba. Durante las tres décadas que estuvo viviendo en Frankfurt almorzó día tras día, mes tras mes, año tras año, en el Englischer Holf, siempre en la misma mesa y ataviado, invariablemente, con frac y pajarita blanca. Siempre pagaba dos cubiertos a fin de estar seguro de que nadie tuviese la ocurrencia de sentarse a su lado y, salvo contadas excepciones, sólo le dirigía la palabra al discreto y paciente señor Atman. Se había establecido una corriente de simpatía mutua que no se puede calificar de afecto, pero casi. Ambos, no obstante, estaban en su sitio y marcaban escrupulosamente las distancias. Que se sepa, nunca se tutearon. El filósofo se dirigía a Atman con un formal «usted» y éste, por su parte, le trataba de «grrrr», que así es como suena «herr» si se pronuncia con acento bávaro. No obstante, el prodigioso pensador, cascarrabias sublime, espejo de misántropos, también se las tenía con su acompañante y, cuando se amostazaba, le cubría de insultos con infinita saña: «¡Humano!», le gritaba. «¡Pedazo de humano!». ¿Hay que decir, acaso, que el bendito señor Atman era el perro de aguas de don Arturo Schopenhauer?
Si a un ser humano alguien le llama perro, la ley le concede la posibilidad de querellarse. Pero si a un perro le difaman motejándole de humano, el pobre animalito está indefenso, sin pare, sin mare, sin picapleitos que le ladre. Que te tilden de cánido no representa una deshonra, incluso es un halago. Mentarte la humanidad, en cambio, desborda la vileza y exige un desagravio. ¿Qué era, sino un can, el perro de Alcibíades? ¿O el entrañable perro de San Roque que no tenía rabo? ¿O el propio Rin-Tin-Tín, que todavía tintinea en los brumosos predios de la infancia? El ciudadano Robespierre, por el contrario, era la quintaesencia de lo humano. Y Hitler era humano. Y Stalin era humano. Y Mussolini, y Mao, y Pinochet, y el Che, y «tutti quanti». La historia de la infamia es un compendio de humanidad aplastante. Pues, ¿y la estupidez? La estupidez es una enfermedad letal que únicamente afecta a los humanos. O una plaga bíblica, puesto que ya el Eclesiastés alcanzaría a diagnosticarla: «Stultorum infinitus est numerus». En este mundo no cabe un necio más ni siquiera apretándose. De ahí que tantos vuelen —para tener espacio— y, encima, vuelen alto. Reparen, por ejemplo, en el indescriptible José Blanco, alias «Pepiño Black & White» después de la trifulca que ha sostenido con Aznar a propósito de la coloración de Obama. El señor «Black & White» constituye, tal vez, un exotismo histérico, lo que no desvirtúa su condición de humano. El inhumano es don José María Aznar que, por lo visto, ha equiparado al bosquimano de Bañolas con el próximo inquilino de la Casa Blanca. O sea, de «The Black & White House», no fuera el caso de que, por prescindir del negro, se empeñase en ponernos colorados.
Es harto probable que el bosquimemo de Ferraz trabuque a Schopenhauer con un lateral del Bayern. Mejor así, sin duda, eso sale ganando Schopenhauer. Lo que sería una pérdida de tiempo —y de categoría, claro— es que el ex presidente Aznar lleve a los tribunales a una lumbrera semejante y le conceda la ocasión de remachar el clavo. Total, ¿de qué se trata? ¿De qué un «agent provocateur» de vía estrecha le acuse de racista contumaz y de hallarse aquejado de anemia humanitaria? «¡Inhumano!», berrea «Black & White». «¡Pedazo de inhumano!». Si el perro de Schopenhauer, que era un santo, hubiese sospechado que el calificativo «humano» le integraba en la especie de don Pepiño Blanco, a falta de interponer una querella, pediría justicia a dentelladas. Hay ofensas y ofensas, es verdad. Y algunas, en efecto, son intolerables.
http://www.abc.es/20090112/opinion-enfoque/pepino-black-white-senor-20090112.html
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