Violentos, ¡fuera!
JOSÉ MARÍA CARRASCAL
Lunes, 12-01-09
LO trágico del conflicto israelí-palestino son los muertos. Lo vergonzoso, que por cobardía, ignorancia y comodidad, hayamos permitido a los extremistas tomar las riendas de la crisis. ¿Sabían ustedes que Hamás fue promovida, en 1987, por Israel contra el Al Fatah de Arafat? ¿O que el gran perdedor ahora está siendo Abbas, el presidente de la Autoridad palestina en Cisjordania, relegado a un segundo plano?
Es incluso legítimo sospechar que estamos ante una trampa tendida a Obama por una de las partes, o por las dos. A Hamás y al radicalismo islámico les interesa destruir el aura de cambio, de esperanza, en que llega envuelto el nuevo presidente norteamericano, especialmente entre los árabes, no en vano su segundo nombre es Hussein. Para acabar con tal imagen, nada mejor que una confrontación con Israel que les permita decir a sus masas: «¿Veis cómo deja que nos maten sin mover un dedo?». Mientras los halcones israelíes pueden pensar que poniendo al nuevo presidente USA ante unos hechos consumados, le impedirán llevar adelante la política de acercamiento a los árabes que anunció en su campaña, contraria a sus intereses. En otras palabras: forzar a Obama a continuar la política de Bush en el Oriente Medio.
Como estamos viendo, ninguno de los contendientes desea detener la lucha, pese a conocer Hamás su inferioridad militar, e Israel, lo difícil que resulta a un ejército ganar una guerra urbana con cámaras presentes. Pero Hamás cree que con resistir al ejército más poderoso de la zona y mostrar al mundo a los niños alcanzados por los proyectiles israelíes, puede ganar poder entre los suyos y peso en la escena internacional. Mientras Israel piensa que con descabezar a Hamás y acabar con sus arsenales, puede arruinar su prestigio, garantizar la seguridad de su población y continuar el actual statu-quo, que le permite controlar de cerca o lejos a los palestinos. Si statu-quo puede llamarse aquello.
¿Quién va a controlar el mundo islámico, los fundamentalistas o los moderados? Esa es la cuestión de fondo. Y puede decidirse en Gaza. De ahí la importancia de que Hamás sea derrotada. Pero no al precio de que occidente aparezca detrás de la ofensiva israelí o, simplemente, como indiferente a ella. Esa sería una victoria pírrica, con el consiguiente desprestigio de los árabes moderados, desde los egipcios a la autoridad palestina en Cisjordania. Algo que hace más urgente que nunca redoblar los esfuerzos para sacar aquella crisis de manos de quienes desean acabar con Israel por un lado, y de los que rechazan un estado palestino independiente en las fronteras de 1967, por el otro. No basta ya una tregua. Se necesita un acuerdo amplio y definitivo. Para eso, sin embargo, Obama tendrá que mojarse. Y si no se moja, no es el Obama que nos había prometido.
PD: Llegó la nevada a Nueva York. Pero no se cerraron aeropuertos ni hubo problemas de tráfico. Es la diferencia entre una metrópolis moderna y otra que se lo cree. Y entre sus políticos.
lunes, enero 12, 2009
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