viernes 6 de octubre de 2006
¿Se descorre el velo?
Ignacio San Miguel
N O es previsible que alguna vez los poderes públicos reconozcan un error, y menos un delito. Lo acostumbrado es que busquen toda suerte de escapatorias si son acusados, procurando engañar a la gente, o bien confundirla y embrollarla. Su comportamiento es semejante al de los escolares cogidos en falta que, o bien mienten o recurren a la verborrea como cortina de humo. Este ha sido ahora el comportamiento de la Administración en el caso del descubrimiento de una falsificación documental. Un documento pericial que relacionaba el descubrimiento de ácido bórico en el domicilio de un terrorista islámico con el hallazgo del mismo material en el piso de un etarra en Salamanca años antes, fue sustituido por otro en el que tal relación había sido suprimida. Ante la denuncia del caso por el diario “El Mundo”, se han levantado las voces afectas a la Administración, todas clamando que el ácido bórico no tiene nada que ver con explosivos, ridiculizando tal idea, y reseñando las utilidades inocuas de tal materia, como insecticida, desodorante, conservante, fabricación de cosméticos, pinturas y tintes, manufactura de cemento, vidrio, y un largo etcétera. Cualquier cosa menos la fabricación de explosivos. Es decir, en vez de centrarse en el meollo del asunto, que es la sustitución o falsificación de un documento pericial, nos embrollan con largas consideraciones acerca de lo inofensivo que es el ácido bórico. A su parecer, esto solventa todo el problema. Pero la realidad es que nos quieren confundir sobre cuál es el problema. Éste no es otro que la pertinaz oposición a que se relaciones la matanza del 11 de Marzo con el terrorismo etarra. ¿Por qué esa insistencia? ¿Y por qué esas maniobras de distracción que no engañan más que a gente muy simple? Aunque, quizás, esta sea la meta… Argucias igualmente infantiles se emplean en un asunto mucho más grave. Se trata de qué explosivo estalló en los trenes aquel infausto día. Cuando se interroga a miembros de la Administración o del Partido Socialista, suelen contestar que en la mochila de Vallecas y en la furgoneta Kangoo había restos de Goma 2 Eco. Se les contesta que no hay duda de eso (aunque haya dudas sobre quién colocó estos restos), pero que lo que se les pregunta es qué explosivo estalló en los trenes. Contra-argumentan que puesto que había Goma 2 Eco en la mochila y en la furgoneta… Se les pregunta entonces dónde están los análisis de los restos del explosivo que estalló en los trenes. Unos contestan que no existe ese documento (¿Por qué? Nadie lo sabe); otros, que no se encontraron rastros suficientes del explosivo para poderlos analizar (Los expertos dicen que basta una molécula para poder determinar analíticamente de qué producto se trata) El razonamiento más elemental nos asegura que es totalmente imposible que no se encontrara ni una molécula de explosivo en las once explosiones que se produjeron. Y si, efectivamente, no se encontró esa molécula ¿dónde está el informe que así lo certifique? Porque si es inverosímil que no exista esa molécula, es igualmente inverosímil que no exista ningún informe escrito de laboratorio sobre el atentado con explosivos más grande de toda la historia de Europa. ¿Dónde está el informe? Esta es la pregunta que debería resonar en el ámbito del Congreso todos los días de sesiones. Porque todas estas obscuridades y las lastimosas cortinas de humo que se lanzan, obligan a pensar lo peor, y a robustecer la convicción moral de que mienten y de que el explosivo no fue Goma 2 Eco. Y de que si lo hubiese sido, bien pronto habría aparecido el informe analítico acreditándolo. También recurren a la táctica, como no podía ser menos, de acusar al PP de suscitar estas polémicas cuestiones por no haber sabido asimilar su derrota en las últimas elecciones generales. Desvían de nuevo la atención de lo principal, consistente en lo que se ha suscitado, hacia lo puramente accesorio, que son las intenciones del Partido Popular al suscitarlo. Además, y a pesar del curioso éxito que parece tener esta acusación, es rotundamente falsa. El Partido Popular es escasamente combativo. Ahora, lo mismo que en tiempos de Felipe González, está simplemente prestando su apoyo, y no con todo el entusiasmo debido, a la combatividad de otros. En 1996 ganó las elecciones no por méritos propios, no por el carisma de Aznar (pues carecía de él), sino por la corrupción increíble del Partido Socialista, denunciada implacablemente por determinados medios de comunicación. La victoria le fue servida en bandeja, y aún así estuvo lejos de ser abrumadora. Una vez en el poder, y sumidos en su ñoñería acostumbrada que les lleva a un respeto reverencial hacia las instituciones del Estado, no hicieron nada para sanear la Policía, erradicando a los complicados en el GAL. Claro que también era lo más cómodo, lo menos complicado, lo menos comprometido. No todo hay que achacarlo al susodicho respeto. En los momentos actuales, se dejan llevar por la actividad incesante de medios de comunicación como “El Mundo” y la COPE y organizaciones como la AVT. A estos se deberá principalmente la victoria sobre los socialistas si ésta se produce. Las cortinas de humo, las manipulaciones, las mentiras se suceden, procurando evitar o, por lo menos, entorpecer la investigación de la verdad. Pero hay indicios de que ésta puede acabar emergiendo de toda esta confusión, de esta pesadilla que bien podría haber anidado en la mente angustiada de Franz Kafka, si no fuera por su exceso de sordidez y crueldad. Lo malo sería que el despertar de la pesadilla fuera tan desagradable, o más, que la pesadilla misma.
viernes, octubre 06, 2006
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