lunes, octubre 02, 2006

Jose Maria Ruiz Mateos, un hombre de una pieza

lunes 2 de octubre de 2006
José María Ruiz–Mateos, un hombre de una pieza
José María Moncasi de Alvear

E L día ocho del pasado mes la Villa de Rota te tributó un sincero y muy merecido homenaje nombrándote ‘Hijo Predilecto’: “Por ser un ejemplo constante de esfuerzo y tenacidad a pesar de las adversidades que no le han hecho desfallecer y por ser un sinónimo de entrega y lealtad a tu pueblo a cambio de nada”, según leyó en su discurso el Alcalde de la Villa. Un reconocimiento público para ti y toda tu extensa familia. Un honor para aquellos a los que nos brindas tu amistad y que te conocemos y admiramos. Ya dijiste en tus palabras de agradecimiento que en tus inicios el trabajo, el esfuerzo, el sacrificio, la entrega, la dedicación supuso la creación del mayor holding privado de España. Y que después de tantos esfuerzos conseguiste el éxito. Pero poco después te vino la derrota, la incomprensión, la calumnia, la infamia, la dureza, la crueldad, el exilio, las cárceles, la soledad más profunda que puede ocurrirle al ser humano. Pero no estabas solo. Te acompañaba tu esposa e hijos pero lo más importante es que te acompañaba tu fe en Dios y en la Providencia. Tu amor al Altísimo te viene de sangre y de cuna. D Zoilo, tu padre, te lo enseñó todo y te hizo un hombre, sirviéndote de guía a lo largo de tu dilatada e intensa existencia. Te sientes responsable de su legado de humanidad. Esto bien lo sé porque te he de confesar que no he visto nunca un hombre que cuando pronuncia el nombre de su padre llore tanto como tú lo haces. En muchas ocasiones, José María, cuando pienso y reflexiono sobre tu discurrir en esta vida me acuerdo de la vida de Jesucristo que vivió escondido durante seis lustros. En tu caso desde la fundación de Rumasa hasta el día fatídico de la expropiación viviste alejado de todo protagonismo. También de las luces y de los focos porque entendías que tu trabajo y corazón debía de reflejarse en las empresas y en las muchas obras sociales que tú apoyaste. Tan sólo falta pasearse por tu pueblo natal o por Jerez para darse cuenta de lo mucho que has hecho por ellos y sus gentes. Después del expolio sí que vinieron tus años de vida pública, muy a disgusto tuyo, pero entendiendo que era la mejor manera de recuperar lo que era tuyo y de hacer justicia. Quisiste complicarte la vida y salir de ti mismo. La gente se sorprendería: ¿Quién es este señor? ¿De dónde saca tantas fuerzas? Lo que está claro y como tú siempre dices, que lo que ocurrió era una llamada que te dirigió el Señor para que salieras a la luz pública y te entregases, más si cabe, a los tuyos y a los demás. Esos años de ‘calvario’ supiste lo que era no encontrar el amor, y experimentar que aquellos mismos que decían seguirte luego sólo lo hicieran a medias. Pero tú, como siempre, también los perdonaste. No hay mejor señorío y tú José María lo tienes y mucho, del querer entregarte voluntariamente a ser útil a los demás. Tu único triunfo es el de la humildad. Ya lo dijo tu primogénito el día de tu nombramiento: ‘En la figura de mi padre prevalece ante todo el sentimiento de humildad y el convencimiento que no hay mayor beneficio que el beneficio de todos’. La humildad prevalece en ti también cuando dices que ‘si mis hijos son buenos se debe a su madre y a mi padre D. Zoilo, que son los modelos que tienen que seguir en su vida’. Me permito añadir que tus vástagos te estarán, ya lo están, inmensamente agradecidos porque el expolio de lo tuyo les ayudó a ser coherentes, conscientes y con un gran sentido del deber y de la responsabilidad hacia el legado que tú y María Teresa les habéis dejado. La unidad y el cariño entre ellos lo trasmiten aunque no se den cuenta y son un ejemplo para muchos de los que nos honráis con vuestra amistad. El día de tu nombramiento como ‘Hijo Predilecto’ no dejo de sorprenderme, para nada, que tu mujer te dejase disfrutar del homenaje tributado por todos tus paisanos. Supo desaparecer a su debido momento pese a que tú le dedicaste también este título, gesto que le honra. Mal que les pese a algunos, dedicas todas las horas de tus días a compartir afanes, ilusiones y esfuerzos con las demás personas. Bueno, siempre lo hiciste y ahora me lo explico. Bien sabes, y que te voy a decir a ti, que el Altísimo sabe de tú vocación humana, de tu profesión de empresario, de tus cualidades y que procuras ser un buen hijo de Él. También que tus días los pasas haciendo el bien, a pesar de tu sentimiento de flaqueza o de tus errores, que por otra parte los tenemos todos. Me consta que el dejarte llevar por la voluntad Divina es para ti una invitación a gastarte por Amor y que todo tiene un sentido divino. Medito muchas veces lo que decía un santo aragonés, San Josémaría, que tú tanto citas y quieres y que reza así: ‘No valgo nada, no puedo nada, no tengo nada. Soy la nada’. Tu oración es constante. En tu caso, claro está, a través del trabajo y quiero imaginar lo que le cuentas al Señor: “¡Qué poco valgo, qué cobarde he sido tantas veces! ¡Cuántos errores!: En esta ocasión y en aquella y aquí y allá. ¡Menos mal, Señor, que me sostienes con tu mano! No me sueltes, no me dejes, trátame siempre como a un niño. Haz que tu Madre esté siempre a mi lado y me proteja. Y así, podremos, seremos capaces de tenerte a Ti como modelo”. En fin José María viéndote el otro día recogiendo el título dedicabas la mejor de tus sonrisas a tus padres, que te miran desde el Cielo, y a los tuyos. Pensaba en aquel momento que verdaderamente tu vida es un acto de amor, un regalo para todos aquellos que nos hemos cruzado alguna vez en tu vida. Decía la Madre Teresa de Calcuta que “Cuándo Dios nos llame a su lado nos preguntará: ¿Cuánto amor pusiste en lo que hiciste?” Tú José María, conociéndote, seguro que le harás reír porque Él ya sabrá la respuesta. Mi más sincera enhorabuena a ti, nuestro más ilustre “premio nacional de expropiación” ya otorgado por la Fundación que lleva el nombre de D. Zoilo, tu padre. También por ser como eres, un ejemplo para muchos por tu vida, por tu lucha y por “tu dejarte llevar” por el Espíritu Santo.

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