jueves 5 de octubre de 2006
UN MAL MONTAJE OPERÍSTICO
Idomeneo, rè di Creta
Por Alfonso García Nuño
En la ópera de Mozart que yo conozco, Idomeneo, el rey de Creta, cuando vuelve de la guerra de Troya a su isla, se encuentra con una fuerte tempestad que hace naufragar su embarcación, por lo que se dirige a Poseidón y le promete, si logra salvarse, ofrecer en sacrificio al primer ser humano con el que se encuentre al llegar a tierra.
El azar hace que sea Idamante, su propio hijo, quien sea el primero en cruzarse con él en las playas cretenses. Entreverado con el amor que hay entre Idamante e Ilia, la ópera transcurre con el forcejeo entre el padre, que intenta eludir el cumplimiento de tan cruel promesa, y el dios de los mares, que no cede y exige que se lleve a cabo el prometido sacrificio. Cuando Idomeneo está a punto de consumar el sacrificio, la propia Ilia se ofrece para ocupar el lugar de su amado Idamante. Esta muestra del eros humano complace a Poseidón, quien finalmente se siente aplacado y renuncia al sacrificio.
En el montaje de Hans Neuenfels, que ha sido objeto de polémica recientemente por miedo a las posibles represalias islamistas, el rey Idomeneo presenta las cabezas decapitadas de Poseidón, Buda, Jesucristo y Mahoma, lo cual para nada aparece en el libreto original; los asistentes al estreno de la obra mozartiana, en 1781, se vieron privados de este detalle. No voy a entrar ahora a juzgar los actuales montajes operísticos, los cuales no son sino un reflejo, para lo bueno y lo malo, de la cultura en boga. Éste en concreto, en la interpretación que hace del mensaje del genio de Salzburgo, hace algo muy propio de la marea multiculturalista y es equiparar realidades distintas. Ciertamente todas las religiones tienen algo en común, si no, no se podría hablar de ellas como tales. Pero una cosa es que realidades distintas, como culturas o religiones, tengan algo en común que las lleve a formar parte del mismo tipo de realidades y otra distinta es que sean equiparables.
En la obra de Mozart hay evidentemente un juicio durísimo sobre una determinada concepción de la divinidad, pero la operación que realiza el montaje de Neuenfels es hacerlas iguales e idénticamente condenables. Pero, ¿es que Dios aparece en todas las religiones como un tipejo arbitrario ávido de sangre humana? El espíritu de la New Age, aunque omite la condena de todas las religiones, hace sin embargo la misma tarea de equivalencia: todas las religiones son equiparables, todas llevan igualmente a la divinidad, lo mismo da una que otra. Y claro, en este relativismo, cuando todo es lo mismo, todo vale nada, con lo cual, aunque no hay condena, hay decapitación, pues las religiones acaban succionadas por la pleamar del nihilismo relativista.
Lejos de ese espíritu relativista, Benedicto XVI ha tomado una postura clara en Ratisbona. Quien haya tenido la curiosidad intelectual de ir más allá de los entrecomillados periodísticos y leerse la lección –mejor que discurso– del Papa en su antigua Universidad, se ha podido dar cuenta de que en él queda excluida la arbitrariedad en Dios y que su acción en la historia no es contradictoria con la obra de su creación. Todo lo que aniquila la razón humana, en realidad todo lo que es negación del hombre, no puede por Dios ser querido. Por el contrario, la acción de la gracia, no solamente no prescinde o contradice la naturaleza, sino que la perfecciona. Refiriéndose al amor, Benedicto XVI, en su primera Encíclica, ha dicho lo mismo: el ágape divino no anula al eros humano, sino que lo perfecciona divinizándolo. ¿Qué tiene que ver el Dios revelado en Jesucristo con los dioses olímpicos?Pero, ¿es lo mismo el Dios de Jesucristo que el anunciado por Mahoma? Desde la condena a muerte de Salman Rushdie en 1989, hecha por el mismísimo imán Jomeini, bajo la acusación de blasfemia en su obra Los versos satánicos hasta el profesor de instituto francés amenazado de muerte por un artículo, han sido muchos ya los casos. ¿Es esto expresión del verdadero Islam? Ante la blasfemia, ¿cuál es la reacción correcta para un fiel musulmán? En el caso del cristianismo no puede haber lugar a equívocos. A Jesús sí que lo mataron realmente, no decapitándolo en un escenario, sino en la cruz. Y, en medio del suplicio, dijo: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34).
Gentileza de LD
miércoles, octubre 04, 2006
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