miércoles, octubre 04, 2006

De la Vega y sus lecciones a la iglesia

jueves 5 de octubre de 2006
FINANCIACIÓN
De la Vega y sus lecciones a la Iglesia
Por José Francisco Serrano Oceja
No hay nada nuevo bajo el sol. Corría el año de gracia de 1973, allá por un 23 de enero, cuando los obispos españoles, en un documento titulado La Iglesia y la comunidad política, aún en el franquismo, confesaban que la cuestión económica referida a la Iglesia es un tema especialmente propicio para que el gobierno de turno sembrara equívocos.
Han pasado los años y nos podemos preguntar: ¿De qué están hablando el PSOE y la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, cuando se refieren a la autofinanciación de la Iglesia? Parece que el partido que nos gobierna acaba de aprender, en la mesa de las negociaciones con la Conferencia Episcopal, lo que es la autofinanciación, por más que ellos practiquen la hetero y la homo financiación. No estaría de más que los partidos políticos se financiaran sólo con las cuotas de sus afiliados o mediante algún instrumento que requiriera de la voluntad expresa de los ciudadanos, por ejemplo, a la hora de hacer la declaración de la renta.
El PSOE está muy interesado en recordarle a la Iglesia sus deberes, quizá para incumplir los que le son propios. Declaraciones como las de Álvaro Cuesta, cuando afirma que se están viviendo tiempos en los que se aprecia "un cierto recrudecimiento de la intransigencia y la crispación política y social" que, bajo su punto de vista, está causada por "sectores de la jerarquía eclesiástica y sus medios de comunicación", o las de la directora general de Asuntos Religiosos protestantes, islámicos y budistas, Mercedes Rico Carabias, no son más que curiosidades. Lo cierto es que los socialistas no están convencidos del beneficio social del hecho religioso y de los bienes materiales y espirituales que la Iglesia católica crea en nuestro país. Ahora se han inventado eso de que el acuerdo económico del 0,7% es un paso más hacia la autofinanciación. Parece como si el sostenimiento de la Iglesia, de los ministros, del culto, de las obras de apostolado, fuese una exigencia de la política socialista y no una consecuencia lógica de la vida cristiana.
Lo que no debemos olvidar es el papel la historia. Con la desamortización de Mendizábal el Estado, en España, adquirió una forma económica considerable a costa de la Iglesia y de las donaciones que personas e instituciones habían hecho a lo largo de los siglos. También es cierto que enriqueció a no pocos, sobre todo de las nuevas clases sociales. El cardenal Rouco se ha referido recientemente a esa "masiva acción expropiadora del Estado". La Iglesia, a lo largo de la historia, ha ido por delante del Estado en la atención a las necesidades de los hombres. Si el Estado hace posible en nuestra sociedad no pocas de las actividades de los ciudadanos, ¿por qué no va a facilitar y favorecer la realización de los fines de la Iglesia que son siempre un beneficio para todos? Lo que el Estado vehicula de la voluntad expresa de los ciudadanos a la Iglesia representa, hoy en día, sólo el 30% de las necesidades económicas reales de esta organización. El resto se consigue con la auténtica autofinanciación, que se desarrolla en el día a día de la vida de las comunidades cristianas.
No digamos nada si tercia el diario gubernamental de primera hora de la mañana El País, que con amplios reportajes de pseudo-investigación nos recuerda los dislates que personas o sociedades vinculadas a la Iglesia han cometido recientemente en materia económica. Por más que ese periódico construya castillos financieros en el aire, lo que no va hacer la Iglesia, por pura responsabilidad de gestor, es tener el dinero guardado entre las cajas de velamen de las sacristías. Quizá el periódico que pide transparencia, pero que no la da, prefiera que el dinero de la Iglesia, que no está precisamente para enriquecimiento de obispos y demás personal, se mueva al margen de los circuitos económicos y financieros consolidados. El PSOE no se ha desprendido de su insistente tentación de cuantificar lo que la Iglesia aporta a la sociedad. Muy difícil se nos hace que puedan rellenar con una cifra la casilla del haber de lo que vale una misa. Los socialistas confunden, una vez más, el precio con el valor. Si la Iglesia dejara de trabajar en pos de la ciudadanía, especialmente de los más pobres y necesitados, el Estado omnipotente se iría a la bancarrota. El cardenal Antonio Cañizares lo ha dicho recientemente: "la Iglesia ahorra muchísimos millones la Estado" y, por tanto, a los ciudadanos. Es hora de agradecérselo.

Gentileza de LD

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