martes, septiembre 19, 2006

Polemica incesante

miercoles 20 de septiembre de 2006
Polémica incesante

Benedicto XVI llamó ayer al «respeto a las diferentes creencias religiosas» en un intento más de aplacar la ira de parte del mundo musulmán, alentada desde muchas mezquitas con el pretexto de haber sido ofendidos por unas palabras que, en puridad, eran académicas y ajustadas a la razón. Pero, igualmente, el Papa ha dejado clara la posición de la Iglesia al condenar toda forma de violencia en el telegrama de pésame dirigido a la orden de las misioneras de la Consolación, a la que pertenecía la monja italiana asesinada en Somalia tras el llamamiento de un líder religioso a vengarse de las palabras del Pontífice.Las reacciones agresivas, hostiles y descalificadoras no han cesado -con llamativas excepciones como la del presidente iraní-, pese a que el Vaticano pidió disculpas por el malentendido de las palabras de Benedicto XVI, que no pretendían ser un ataque al islam. Occidente, que ha construido grandes estructuras intelectuales racionalistas en las que caben las convicciones religiosas, no puede abdicar del diálogo con la cultura islámica, en pos de una convivencia pacifica y de un enriquecimiento mutuo. Sin embargo, esta tendencia a la comprensión no debe implicar una renuncia a sus pautas culturales. Tampoco sería admisible, obviamente, pasar por alto estos brotes de intransigencia del mundo islámico más radical: el terrorismo de raíz islamista ha golpeado reiteradamente con crueldad extrema y la propia organización Al-Qaida ha irrumpido en la polémica de estos días con la insidiosa promesa de «derrotar a la cristiandad». Frente a tan sombría amenaza y a la ausencia de la mínima condena al asesinato de la monja italiana, las manifestaciones de islamistas en numerosos países y en protesta por las palabras del Papa se están convirtiendo en un verdadero sarcasmo. Europa, engrandecida por la llegada de millones de inmigrantes, tiene que ser consciente en esta hora de sus verdaderas coordenadas ideológicas y culturales. Y este desafortunado incidente ha de servir para, sin caer en un injustificado etnocentrismo ni alentar 'guerras de religión', alertar sobre la necesidad de asumir la defensa de la propia identidad, abierta en lo social, plural en lo político y tolerante en las creencias, de forma que el inevitable mestizaje avance por cauces conocidos y controlados.

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