lunes 26 de junio de 2006
‘Txapote’, ese tonto
Óscar Molina
N O creo que las organizaciones, y menos las terroristas, tengan alma. Incluso en algunos individuos parece faltar, pero sí sé que existen ocasiones en las que de alguna manera se puede percibir lo que anida en el interior de las cosas. Puede ser casualmente, pero a veces lo esencial de algo, algunos o alguien se te revela de forma instantánea. Ese alma, o interior de ETA lo pude ver el otro día. Lo vi en la cara, los ojos y la expresión de ese error evolutivo al que sus comadres de cueva llaman “Txapote”. En “Txapote” está condensada toda la esencia de un movimiento fanático y asesino integrado por individuos que han sido cazados por medio de una selección rigurosa. Los autores del “casting” saben a quién reclutan, y siempre han dominado la técnica de selección. Sus preferencias siempre han ido por aquellos sujetos más permeables a la fanatización, más adecuados para la carencia de conciencia, más proclives a enfrentarse a un futuro entre rejas por una fábula increíble. Hablo de los lerdos, los mentecatos, los majaderos, los cortos. Porque “Txapote” es un asesino, sí, pero antes de serlo vino al Mundo, y nació tonto. Muy tonto, poco inteligente, escasamente dotado para el raciocinio más elemental. Por eso, es capaz de matar en virtud de un cuento para tontos, hecho a su medida. Por eso, no se inmuta cuando se regodea en el sufrimiento que causa. Porque es tonto, y en su escasa capacidad para entender las cosas piensa que anteponiendo su condición de asesino a la tan evidente de imbécil, ésta quedará tapada por aquella. Ojo, no crean que le disculpo, no crean que no le considero malo. Lo que ocurre es que aunque no todos los malos son tontos, es absolutamente cierto que todos los tontos son malos. Y esa es la esencia, el alma de ETA. La de una caterva de idiotas reclutados para la muerte de los demás en la esperanza de que un mundo mejor, una Euzkadi libre, les otorgue el lugar que su condición mental no les puede proporcionar de ninguna manera. El alma de ETA, aquello sin lo que no sería posible, está constituida de manera imprescindible por un numeroso grupo de gilipollas que han llegado a un grado tal de inanidad mental que consideran buenos los muertos que causan por una historia falsa que habrá de convertirlos en héroes. El tonto es fácilmente captable por cualquier secta que enaltezca los valores de la colectividad, que hable de agravios milenarios , o que tenga entre sus principios el predominio de los derechos de un pueblo sobre los de las personas. Es lógico, porque el tonto no está dotado para el estudio, ni para la crítica elemental que derrumba fácilmente el castillo de naipes de los derechos históricos, y la mejor forma de encandilar a un tonto es apelar a sus emociones, que siempre abundan en detrimento de la inteligencia. Pero sobre todo porque aunque tonto, sí alcanza a comprender que su evidente y ajenovergonzosa estupidez queda camuflada cuando se le hace miembro de un grupo. Cuando, a pesar de que todo el mundo se da cuenta de lo inmensamente tonto que es, puede presumir de pertenecer a una colectividad gloriosa. Puede alardear de ser un tonto especial, y sobre todo, de infundir el respeto (en realidad miedo) que su condición de tonto le niega. Porque a todos los tontos les encanta que se les tenga miedo, es una forma de alimentar su ego, maltrecho de nacimiento. Y es que si no tuviesen pistola, nadie respetaría a estos tontos, ni tomaría en serio sus tonterías. Los tontos, además, son escasamente elegantes. No podemos, por ejemplo, pedir a un tonto que sepa perder. Es tarea inútil. Mucho menos algo mucho más complicado, como es saber ganar. Cuando el tonto pierde le pega una patada al tablero y se larga. Cuando gana le es inevitable hacer sangre de aquél al que ha vencido, esparciendo su enanez mental con algarabías de primate, saltos de corzo en celo y ademanes de oso atacado por un enjambre de abejas. El mismo tonto “Txapote” es un ejemplo, cuando se pitorrea ostentosamente de aquellos cuyo sufrimiento ha causado. Pero lo malo no es eso, lo malo no es que el tonto nos obsequie con una de las escasas tareas para las que está programado. Lo malo, es que piense que está ganando. Y piensa que está ganando porque existe quien le ha proporcionado esa esperanza. La de acabar ganando un partido que tenía ampliamente perdido. Y quien le ha facilitado esa esperanza, quien va a dejar que los tontos nos ganen sólo porque tienen pistola, es nuestro Presidente del Gobierno, con la inestimable ayuda de el Fiscal General del Estado, que ha decidido mirar para otro lado, con la complicidad de Pepiño Blanco, que no mira a otro lado, sino a los ojos, o con el concurso de Telesforo Rubio, un trepa que ha llegado donde está por su actuación durante el 11M, que prepara sus comparecencias en Comisiones de Investigación en la sede del PSOE, y que para colmo anduvo “verificando” cómo los tontos seguían chantajeando, sin hacer nada por detenerlos. Estos, son los que van a permitir que una jauría de idiotas sea capaz de ponernos de rodillas a base de matar y causar dolor. Luego, además, permitirán que los tontos como “Txapote” cumplan su sueño: el de no parecer tontos. Yo, por si acaso se le olvida en la vorágine de alegría que cree que le está por venir, se lo voy a recordar. “Txapote, cabrón, mírame, que te quiero decir una cosa: Eres muy tonto.
domingo, junio 25, 2006
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