viernes, agosto 06, 2010

Felix Arbolí, Protejan al toro de lidia y asesinen a sus hijos en el útero materno

viernes 6 de agosto de 2010

Protejan al toro de lidia y asesinen a sus hijos en el útero materno

Félix Arbolí

L A cuestión taurina destapada por el Parlamento catalán, está siendo objeto de apasionados debates, no siempre mesuradas discusiones e incluso considerando algunos detractores que su defensa es una señal inequívoca de pertenencia o afinidad con un determinado partido político. Como si los aficionados a nuestras corridas de toros fueran todos del PP, filonazis y fachas radicalizados y los contrarios demócratas y socialistas ejemplares. Como no soy favorable a la suspensión de esta fiesta, me tachan de derechista radical, aunque en otras ocasiones haya sido censurado por los contrarios como favorable a Zapatero por mis críticas contra Esperanza Aguirre, Aznar y el propio Rajoy, al que considero poco idóneo para hacerse cargo del timón de la nave si el partido de Génova llegara alguna vez al gobierno. Lo veo un tanto descafeinado, políticamente hablando, parco en palabras en los momentos más oportunos para hacerse oír y aclarar su postura e intenciones y con un liderazgo algo cuestionado en su propio partido. Conste que no hablo, ni discuto de su integridad y honestidad personal y política. Este es mi particular punto de vista.

También suelo denunciar en mis artículos una y otra vez la corrupción política que sufrimos tanto en la izquierda, como en la derecha y hasta en el centro si existiera éste. Es un mal endémico por parte de los padres de la Patria y dirigentes de nuestra política una vez instalados en el poder. Sea quien sea. Hay corrupción en cualquiera comunidad donde se pueda realizar una auditoría como es debido. Pocas se salvarían sin que se descubrieran uno o varios “Judas” entre sus dirigentes. Hasta en el más humilde y sencillo municipio de nuestra geografía y en cualquier lugar donde se manejen fondos públicos. No es cuestión de derechas o izquierdas, de rojos o azules, sino de la integridad y honestidad de la persona que ocupe el cargo y he de reconocer que existen excepcionales ejemplos en uno y otro bando. Dicho esto, que estimo necesario para aclarar la objetividad que debe tener el informador de cara a los lectores, ajeno a influencias por afinidades hacia colores y símbolos determinados, aunque tenga mi propia ideología, voy a tratar el tema objeto de mi estudio.

Hablando sobre la cuestión taurina tan candente en la actualidad, me han comentado que nadie de izquierda era taurófilo, sólo los de la derecha. Ignoraba la fuerza y el arraigo que tiene esta ideología para llenar las plazas y mantener la afición taurina en toda España. De ser así barrería en todas las elecciones. ¿Cómo es que en Andalucía, donde hasta la fecha ha ganado siempre por mayoría el PSOE, es donde más se siente y defiende la fiesta nacional y ha sido y es cuna de grandes figuras del toreo?. Esto demuestra la nula relación que guardan las corridas de toros con las opciones políticas. Creo que las cosas se están desmadrando y los taurófobos están adoptando una postura muy profunda y enconada. Aunque yo no sea un gran aficionado, he podido ver cuatro corridas en la plaza y unas treinta a través de la televisión en toda mi larga vida, considero que ello no debe ser óbice para que respete la afición de millones que sí lo son y no me enrede en pugnas y protestas reclamando su desaparición. Tampoco me gustan las cacerías y monterías, que matan por puro capricho y placer y no por ello me enfrento a los que las practican. Ni mucho menos los generalizados festejos populares cuya mayor atracción consiste en el maltrato cruel y absurdo de un indefenso animal hasta causarle la muerte a base del estrés y las torturas del mocerío durante largas y angustiosa horas y nadie se ha rasgado las vestiduras por ello, ni han alzado su voz para protestar por ese inhumano proceder, patrocinado incluso por las propias autoridades.

Mi mujer es una entusiasta de nuestra fiesta taurina y sabe y comenta la lidia como lo podría hacer cualquier cronista taurino y a través de ella me sumerjo en esa brava lucha de animal y hombre, fuerza contra inteligencia y entiendo que pueda entusiasmar a esa enorme multitud de dentro y fuera de nuestras fronteras. Torear y hacerlo bien es un arte no exento de belleza, valor y espectacularidad y he de admitir que se advierte el arriesgado y continuo desafío a la muerte, la vistosa policromía del vestuario taurino y hasta ese morbo agridulce que se siente en los momentos en que se “masca” la tragedia. Verlos desde la televisión es como “descafeinar” el espectáculo, aunque a los precios que están las localidades y la crisis que nos ahoga, es de la única manera que la fiesta puede llegar a sus millones de aficionados, a los que algunos catalanes y charnegos quieren privar de su festejo preferido. ¿Han pensado alguna vez estos señores cuando comen el paté, como se hace? ¿Han oído los prolongados alaridos de dolor de un cerdo en su cruel y lenta matanza casera y en muchos casos en el propio matadero?. ¿O ese pollo o gallina que corretea vivo aún, a pesar de habérsele cortado o arrancado su cabeza de un tirón?. ¿Esas gallinas de granja que permanecen toda su vida en un limitadísimo espacio, sin poderse mover, con la única misión de poner huevos?. El hombre nunca se ha distinguido por su sensibilidad y escrúpulo en el trato y la muerte de los animales porque gran número de veces le ha servido de alimento o pura diversión. Por lo visto, se pueden matar a todos los animales por capricho, placer, sacudirse el tedio o comer, sin las debidas garantías de evitarles el dolor o justificar su muerte en muchos casos tan inútil como alevosa, pero no la del toro de lidia que vive cinco años en la dehesa cuidado al máximo y muere luchando contra el hombre derrochando su bravura y sus poderosas defensas naturales en un tiempo máximo de diez minutos. Y sabiéndose que de este animal hasta el rabo se aprovecha en gastronomía. Conste que como ya he dicho, no soy un aficionado.

El “quid” de la cuestión no es la defensa del toro bravo, pues no tenemos políticos tan sensibles ni colectivos tan escrupulosamente sentimentales, sino el eliminar la llamada fiesta nacional española. En este razonamiento, digan lo que digan, radica la prohibición catalana, porque está demostrado que no les importa nada, ni se les cae la cara de vergüenza a estos políticos, el hecho de que se sigan celebrando fiestas populares, como la del toro embolado. Un festejo que ellos han blindado para que no se suprima y denominan “correbous”, consistente en colocar sobre los cuernos del animal un artilugio metálico de gran peso, donde se instalan unas bolas de material inflamable a las que les prenden fuego. La angustia, el estrés y la tortura de este asustado animal están aseguradas y en su mayoría mueren a consecuencia de estas tristes circunstancias en plena calle, acosado y martirizado por la masa, esa misma que tanto se sensibiliza ante la lidia del otro toro. Este tipo de espectáculo se celebra en la costa catalana del Delta del Ebro, Aragón y Valencia. ¿No merecen la censura y prohibición de ese Parlamento que ha suspendido las corridas de toros exhibiendo una banderilla y un estoque como símbolos de crueldad y hasta se han atrevido a comparar la lidia taurina con la ablación de clítoris y la lapidación de la mujer musulmana?. ¿Puede haber mayor disparate?.

Sólo el toro de lidia es el animal a salvar para los catalanes. Los demás que son martirizados y tratados cruelmente en festejos callejeros no merecen su compasión. Deseo y espero que el resto de España no siga ese camino y los buenos aficionados al arte de Cúchares, puedan seguir gozando con este genuino espectáculo español cuya tradición se remonta a varios siglos atrás, durante el reinado de los Austrias, a través de una lección de arte y valor entonces protagonizada por esforzados y nobles caballeros. No me gustaría ver privada a mi mujer de su entusiasmo ante ese “astifino”, “veleto”, “bizco” o “berrendo”, o ese “negro zaíno”, ´´bragao”, “jabonero” u “ojo de perdiz”, que le distraen en su butaca, mientras me ofrece una clara y vistosa información sobre todo cuanto ocurre en el ruedo y por donde embiste mejor o con mayor peligro y dificultad el morlaco que se está jugando la vida de una manera fiera y brava con un matador que a veces no ha llegado a su mayoría de edad. Hay belleza y tragedia en esta fiesta única en el mundo que algunos políticos y ciudadanos no han llegado a comprender y valorar. No saben o entienden que el “toro” ha estado siempre ligado a nuestra cultura y a otras mucho más antiguas, incluso a la misma mitología, como la leyenda del rapto de Europa por Zeus convertido en un toro blanco, de cuyos amores surgieron tres hijos, uno de ellos Minos, que fue rey de Creta y guardián de otro célebre astado el “Minotauro”, según la cultura helénica. También tuvo protagonismo en el antiguo Egipto, el famoso buey “Apis” y en la antigua Roma, formando parte de sus espectáculos circenses donde intervenían en lucha contra otras fieras y hasta con los primitivos y perseguidos cristianos. En muchos pueblos y tradiciones el toro tuvo y tiene carácter totémico y singular importancia. Si a esos polí8ticos no les gustan las corridas de toros, a nosotros tampoco nos gusta la pantomima que hacen ellos en sus debates y “shows” parlamentarios y nos tenemos que aguantar y soportarlos y encima tenerlos bien mantenidos y tratados a cuerpo de rey..

Lo que me resulta intolerable y bochornoso es que no hayan protestado políticos y colectivos tan activos ante las normas del gobierno de la nación autorizando sin el menor pudor, resquemor y sentimiento de culpa, la práctica y defensa del aborto. Por lo visto para estos señores tiene más importancia humanamente hablando lo que le pueda ocurrir a un toro que defiende su vida en la plaza, al asesinato con premeditación y alevosía de un ser humano indefenso, aunque se encuentre en estado embrionario, o fetal, que se está desarrollando en el útero de su madre. El lugar donde debería encontrarse más protegido. Según esta nueva ley, se puede abortar libremente dentro de las catorce semanas de gestación y si se detectan peligros para la salud de la madre o malformación del feto, a las veintidós semanas. Consultados algunos informes médicos, a partir de los siete o nueve días de la fecundación comienza el desarrollo de esa vida en el útero materno. En la tercera semana ya bombea sangre y el tamaño del embrión es de un centímetro y treinta gramos su peso. A las nueve semanas, se pueden observar sus movimientos y ya presenta brazos y pies , respira líquido amniótico y cierra y abre su boca. La sensibilidad táctil del embrión en el área genital se manifiesta a partir de la décima semana, en las palmas de las manos y plantas de los pies. A los 12 semanas ya se puede observar a un bebé completamente formado y muy activo. Y en la catorce, donde según las normas oficiales se pueden practicar los abortos, percibe y se sobresalta ante los gritos y ruidos, se chupa el dedo y practica la inhalación y exhalación y responde a la risa, tos, estornudo y otros movimientos y sonidos de la madre. A éste diminuto e indefenso ser humano, (a pesar de lo que diga Bibiana, esa ministra de la Igualdad que no deja de desconcertarnos desde que asumió esa extraña cartera), es al que nuestro gobierno y algunos políticos han autorizado a eliminar físicamente a base de destrozarlo y sacarlo a pedazos, porque a veces es de la única manera que pueden extraerlo. Y según documentación consultada se sabe que este ser, al que van a destrozar y eliminar, siente el dolor hasta cuando se le practica un simple pinchazo. Aunque parezca incomprensible un toro de lidia tiene más privilegios y derechos que ese pequeño e indefenso ser que se desarrolla en el interior de su madre, aunque me da reparo llamar así a una mujer que consiente que destrocen a su hijo para librarse de una carga o responsabilidad resultado de unos momentos de placer o putería. ¿En qué mundo vivimos?. ¡Qué lástima que esta ley no se hubiera implantado en los años que nacieron sus macabros defensores!


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