martes, agosto 24, 2010

Jesus Royo Arpón, ¿Por qué el PSC es nacionalista? (I)

martes 24 de agosto de 2010

¿Por qué el PSC es nacionalista? (I)

Jesús Royo Arpón

El nacionalismo político catalán nació hace aproximadamente 120 años: en 1892 de acuerdan las Bases de Manresa, una especie de pre-estatuto. 1898 fue un annus horribilis para España, la antigua potencia imperial. El Estado estaba en bancarrota, era una empresa totalmente insolvente y en crisis profunda de identidad. Las dos regiones más ricas, Cataluña y el País Vasco, cada una a su modo, inician movimientos de separación, como una secuela de las independencias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Para salvarse del naufragio general hay que cortar amarras con el resto del estado español. Cataluña y el País Vasco no son las regiones con mejores títulos para separarse: nunca habían sido reinos aparte, geográficamente están unidos al resto de España, y económicamente todavía más. Objetivamente, Canarias, Baleares, Navarra, Aragón o Granada habrían tenido mejores motivos histórico-geográficos para dejar España. Pero Cataluña y el País Vasco son las regiones que han capitalizado el crecimiento económico del último siglo, en buena parte gracias al mercado cautivo de España. En la red ferroviaria está simbolizada la prosperidad del País Vasco y Cataluña a la vez. La burguesía de Bilbao se encargó de cubrir de caminos de hierro todo el mapa de España. Y lo hizo con vías más anchas que el resto de Europa, para evitar que las manufacturas de fuera pudieran invadir el mercado español, que ya estaba ocupado por los catalanes. El mantenimiento de los aranceles españoles fue la coartada que propició el despegue económico de Cataluña. O sea que las dos "naciones" ricas deben su riqueza en parte al Estado Español, más que a una mítica laboriosidad, perspicacia o intrepidez de vascos y catalanes.

¿Por qué Cataluña y el País Vasco empezaron a soñar con irse, si les había ido tan bien dentro de España? Precisamente porque les había ido bien con España, irse es una manera de capitalizar la ventaja respecto a las demás regiones. El que gana en la ruleta siempre tiene la tentación de recoger ganancias y largarse. Esa es la razón 'lombarda', la que se exhibe hoy como más poderosa para la independencia: España nos roba. O sea que damos más de lo que recibimos a cambio. Estamos dando vida, con nuestros impuestos, al Estado que nos está sangrando. Lo mismito que los de la Padania, que pretenden soltar amarras con la Italia pobre y soñolienta del sur.

El nacionalismo aprovechó la inercia de la Renaixença, movimiento romántico, literario y sentimental muy parecido al renacimiento provenzal. Cataluña redescubre su pasado glorioso, su hermosa lengua, sus clásicos. Ese empuje estaba destinado a disiparse, como sucedió en Provenza e incluso en Valencia, pero el nacionalismo político le dio un marco en que concretarse y prosperar. A partir del Noucentisme (el equivalente catalán de la generación del 98), la Renaixença se vuelve catalanismo político, oferta electoral -la Lliga-, obra de gobierno, diccionario normativo y bibliotecas.

Pero ese movimiento tenía una gran limitación: sólo sedujo a la mesocracia. Al catalanismo no se le sumaron ni la aristocracia, muy relacionada a nivel familiar con la del resto de España, ni el proletariado. El proletariado rural aún tenía que despertar de su letargo histórico. Y el proletariado industrial prestó más oídos a las ideas liberadoras del anarquismo y el socialismo, ambos de carácter universalista. Para ellos, separarse del proletariado español suponía caer en manos del cacique o la patronal. Para acabarlo de liar, el republicanismo de Lerroux actuó de perro guardián de los obreros industriales para evitar que se sumaran al catalanismo, calificándolo de estrategia de dominación burguesa.

Ésta era la situación de Cataluña hace un siglo: empate triple entre los partidos de la Restauración, la LLiga Regionalista y los movimientos obreros. Continuará...


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