Marruecos está preparado
Antonio Pérez Omister
Minuto Digital 23 Agosto 2010
Según el ministro de Fomento (del desempleo), José Blanco, que el ex presidente Aznar decida viajar a Melilla, una ciudad tan española como cualquier otra, es “un acto de deslealtad”. Suponemos que este disléxico currutaco se refiere a un “acto de deslealtad hacia Marruecos”, en cuyo caso debemos estar de acuerdo con él. Nadie podrá acusar al PSOE de no haberse comportado “lealmente” con Marruecos. Tanta es su “lealtad” que cuando los reyes viajan a Ceuta y Melilla, el siempre inoportuno ministro de Exteriores habla del “viaje a Marruecos de Sus Majestades”. Como si hablásemos de los Reyes Magos de Oriente. También podemos evocar las repugnantes imágenes del señor Moratinos proclamando a voz en cuello que “Marruecos es Europa” y otros muchos actos de “lealtad” hacia ese país africano (nunca europeo) protagonizados por la chusma del GAL. Pero, sin duda, uno de los mayores actos de “lealtad” hacia Marruecos, sea que Mister X haya elegido vivir en ese país y gastar allí la pensión que generosamente le pagamos todos los españoles.
Con cinco millones de parados, y al borde de la bancarrota, hemos de admitir que el sultán de Rabat se burle en nuestra cara y ponga un anuncio en la televisión pública diciendo que “Marruecos está preparado” y reclame más inversiones del mismo país al que odia y desafía constantemente. Por algo “sultán” es nombre de perro, y como cualquier perro desagradecido, “sultán” muerde la mano que le da de comer.
¿Para qué está preparado Marruecos? Pues para ocupar “pacíficamente” Ceuta y Melilla. La jugada le salió bien en el antiguo Sáhara español y cada vez son más los indicios que sugieren que la estratagema podría funcionar en las ciudades y posesiones españolas del norte de África. El momento nunca ha sido tan propicio: el actual gobierno hermafrodita es el más débil e insignificante que ha tenido España desde los lejanos tiempos de Fernando VII, otro Borbón de infausto recuerdo.
Como si se hubiesen envalentonado al comprobar la blandengue reacción de la sociedad española tras los atentados del 11 de marzo de 2004, perpetrados también por “activistas” marroquíes, como el bloqueo de la frontera de Melilla, la actitud de la morisma desde entonces ha sido de franca hostilidad hacia nuestro país.
No obstante, el PSOE ha actuado siempre “lealmente” como encubridor y aliado de los moros, tachando de xenófobos a los pocos que nos hemos atrevido a denunciar la actitud beligerante del gobierno de Rabat hacia España y cuáles son las auténticas intenciones que anidan en la retorcida mente del sátrapa Mohamed VI.
Durante la crisis del islote de Perejil en 2002, el PSOE no dudó ni por un instante del lado de quién debía estar: del de Marruecos. Eso es “lealtad”. Tras los brutales atentados del 11 de marzo de 2004, perpetrados por “camellos” y confidentes marroquíes según la versión oficial, el PSOE no dudó en culpar al PP haciéndole responsable de los mismos. Poco después de acceder al Gobierno, gracias precisamente al efecto demoledor de esas acciones terroristas en una sociedad tan timorata como desinformada y maleable, el señor Zapatero viajó a Marruecos para garantizar al sultán alauita que en España no se iba a criminalizar a la colonia marroquí, la más numerosa, conflictiva e innecesaria de cuantas se han afincado en nuestro país. Eso también es “lealtad”… a Marruecos. ¡Nunca a España!
Se nos negaba así a los españoles el derecho a sentirnos molestos con los marroquíes. Ellos podían venir aquí y asesinar en nombre del islam, y a nosotros nos tocaba callarnos, mordernos la lengua y apretar los puños. Podían asesinar a turistas españoles en su país, o poner bombas en la Casa de España en Casablanca. Estos sucesos debían ser silenciados para no poner en riesgo el turismo español en Marruecos. ¡Todo en aras del negocio que unos cuantos empresarios de aquí hacen allí! Un negocio sucio y manchado de sangre. Pero un negocio a fin de cuentas. Y en el actual sistema mercantilista lo único que importa es el negocio.
En los últimos años se ha detectado la actuación violenta de una especie de “policía islámica” contra las mujeres marroquíes que intentan integrarse en la sociedad española y deciden no llevar el pañuelo o el velo islámico en las calles de nuestras ciudades. Los fanáticos les han propinado palizas en público y ya se ha producido algún asesinato por degollamiento. Estos brutales crímenes también se han silenciado. Si el maltratador es español, los medios de propaganda y desinformación hablan de violencia machista y de un delincuente. Si el maltratador es marroquí, se trata de una particularidad cultural y debemos ser comprensivos y tolerantes. Hay que evitar a toda costa la alarma social y criminalizar a la colonia marroquí. Pero de lo que se trata, sobre todo, es de ocultar la verdad. Como con los atentados del Once de Marzo.
Así, para seguir complaciendo al tirano de Rabat, los moros “chocolateros” pueden organizar intifadas en la Cañada Real, y mientras a los humildes habitantes del Chovito en Tenerife se les desaloja sin contemplaciones de sus viviendas en base a la ley de costas, los “moracos cabreados” pueden levantarlas a su conveniencia en la Cañada. Y mientras a los españoles se les echa de sus viviendas legales cuando no pueden pagar el alquiler o la hipoteca, no hay bemoles para desahuciar a los okupas magrebíes que siguen haciendo lo que les viene en gana en nuestro país, porque ellos consideran que es suyo y saben que dando cuatro gritos, los andróginos politicastros de aquí harán lo que ellos quieran.
Saben que pueden asesinar en El Ejido impunemente, y que si alguien osa protestar será inmediatamente tachado de xenófobo. Saben que pueden defecar y orinar en nuestros templos y que estamos obligados a entenderlo porque se trata de una particularidad cultural, cuando en realidad se trata de una gamberrada jaleada por la progresía asexuada, antiespañola y anticatólica que de momento manda en este país.
La morería sabe que puede invadir la vía pública para practicar sus rezos cuando la mezquita está abarrotada: nadie hará nada para impedirlo. Y de acuerdo con ese discurso disléxico y pastoso, hemos de aceptar que un puñado de zarrapastrosos marroquíes insulten a las policías españolas en la frontera de Melilla y que les dediquen epítetos como “basura” y “asesinas” sólo por el hecho de ser mujeres y españolas: nadie hará nada para impedirlo. La “lealtad” de nuestros gobernantes está con la morisma.
En la enfermiza y machista sociedad islámica no es entendible que una mujer sea policía, médico o arquitecto. Pero, sobre todo, lo que no es de recibo es que una mujer pueda ejercer algún derecho, y mucho menos detentar cualquier forma de autoridad, ya sea como ejecutiva en una empresa, o como oficial de policía en la frontera. Y los mismos que aquí se proclaman abanderados de la igualdad, y crean incluso ministerios para garantizarla (según ellos), callan cobardemente y miran hacia otro lado cuando el machismo islámico agrede (de momento sólo verbalmente) a nuestras agentes de policía en la frontera.
Muchos hemos echado en falta unas declaraciones de apoyo a esas mujeres españolas que trabajan en la frontera como agentes de policía. Pero ni el señor Rubalcaba, titular de Interior, ni la señora Aido, que sostiene que prohibir el burka penaliza a las mujeres, han abierto la boca. Tal vez sea mejor así. En boca cerrada no entran moscas.
Somos una sociedad laica sólo a efectos de nuestra propia religión: la católica, de la que algunos han renegado por seguir la moda de lo políticamente correcto, o por simple cobardía. Sin embargo, cualquier barbaridad que se cometa en nombre del islam, sí es políticamente correcta.
El cristianismo es nuestra religión desde mucho antes de que existiese el islam, el profeta Mahoma y la madre que lo parió. Pero ahora resulta que hemos de pedir perdón por haber expulsado de nuestro país a los descendientes de los moros que lo invadieron en el 711 asesinando, robando, violando, mutilando y convirtiendo en esclavos a los cristianos que vivían pacíficamente en sus tierras. La única invasión justificable de la Historia es la España por parte de los moros y su posterior islamización por la fuerza. Todas las demás conquistas, especialmente la de América y su evangelización, fueron actos de genocidio. Y resulta además que los moros, un puñado de nómadas que vivían del pastoreo en el desierto, fueron los que nos enseñaron a regar los campos, a cultivarlos y a disfrutar de las excelencias de los baños públicos. Por lo visto los romanos nunca estuvieron en Hispania.
No importa lo que digan Zapatero o Rubalcaba, o lo que intenten balbucir con manifiesta dificultad el disléxico Blanco o el tartaja Moratinos, hay un puñado de españoles que jamás nos rendiremos. Jamás aceptaremos que el islam se imponga en nuestra Patria. No importa lo que digan los burócratas de la Unión Europea, y que sus lacayos del PSOE pretenden borrar de un plumazo nuestra Historia, negándola y haciéndonos comulgar con ruedas de molino como la “alianza de civilizaciones” en la que todas las religiones serán proscritas menos la musulmana. Puede que algunos argumenten que sólo pensamos así unos pocos: con muchos menos puso en marcha Don Pelayo la Reconquista.
Por obra y gracia de una oligarquía de políticos, burócratas y empresarios, tan políticamente correcta como deleznable, hemos de aceptar que el “sultán” bípedo de Marruecos bloquee a su conveniencia la frontera en Melilla, pero no podemos pagarle con la misma moneda cerrando las demás fronteras e impidiendo la entrada de productos marroquíes o el regreso de los inmigrantes que trabajan en Europa. Hemos de tragar y callarnos. Hemos de dar trabajo a la morisma en nuestra Patria por obligación, aunque no sean los mejores trabajadores, aunque no estén cualificados, aunque no hablen nuestro idioma ni respeten nuestras costumbres. Aunque desfallezcan en el campo porque están ayunando como consecuencia del Ramadán. No importa, hemos de seguir contratándoles, porque así lo dispone la Unión Europea. Hemos de consumir sus frutas y hortalizas, aunque los tengamos mejores en Murcia. Debemos trasladar allí nuestras fábricas porque cuatro empresarios miserables prefieren pagar un poco menos por producir allí lo que luego vienen a vender aquí. Porque el meollo del negocio está en vender aquí, no allí. Allí no hay nada, salvo mugre y miseria por doquier.
Es un hecho constatable que el actual gobierno del Partido Socialista ¿Obrero? ¿Español?, es el gran aliado de Marruecos contra los propios intereses de España. Ciertamente, su “lealtad” hacia el país africano es incuestionable. Tan incuestionable que bien podemos decir que tenemos al enemigo en casa. El islam es la punta de lanza que está utilizando la UE para destruir el sentimiento nacional de los españoles. Nuestro país debe dejar de ser una Nación, grande y libre, para convertirse en una insignificante región euromagrebí de libre comercio y de servicios.
No más diálogos, no más llamadas al rey, no más pamplinas y besuqueos, basta ya de patochadas borbónicas y charlotadas de salón. No hay nada que hablar sobre Ceuta y Melilla: son españolas y punto. Lo que debe hacer Marruecos es celebrar el dichoso referendo en el Sáhara occidental. ¿Por qué no lo ha hecho? Está pendiente desde 1976. ¿Acaso esperan a que hayan muerto de viejos todos los ciudadanos saharauis que vivían cuando España se retiró del territorio?
Hay que hablar alto y claro, y decirle a Estados Unidos, a Francia y a la propia Unión Europea, que deben elegir entre España y Marruecos. Que miren en qué cesta tienen más huevos. No se puede poner una vela a Dios y otra al diablo. O están con nosotros o contra nosotros. Debemos utilizar el mismo lenguaje binario que emplean los norteamericanos cuando desean que sus aliados les apoyen incondicionalmente en sus guerras por petróleo en Iraq, o en sus campañas en Afganistán para controlar el tráfico del opio. Lo dije en otro artículo: en esos confines no se nos ha perdido nada, nuestro enemigo está al otro lado del Estrecho.
La táctica del parloteo, del vamos a llevarnos bien, del no provocar a los provocadores, nos está conduciendo a un peligroso callejón sin salida. ¿Hasta dónde llegarán las reivindicaciones de los marroquíes en España? ¿Hasta dónde está dispuesto a ceder Zapatero para que cuatro empresarios viles sigan haciendo allí sus negocios? ¿Qué deuda secreta e ignominiosa mantiene el PSOE con el tirano de Rabat para transigir más allá de la infamia y al borde de la traición? ¡Queremos saber en qué consiste esa “lealtad” debida a Marruecos!
Mientras en las provincias catalanas se proscriben las corridas de toros, la Fiesta Nacional de España por excelencia, amparándose en la excusa del maltrato a los animales, se fomentan las bárbaras celebraciones propias del rito musulmán, como el Sacrificio del Cordero, en la que los animales son cruelmente degollados. Más o menos como las mujeres musulmanas que deciden abandonar a sus maridos. Porque el degollamiento de las mujeres por cuestiones de honor, está ampliamente tolerado en el mundo islámico. Tome nota (suponiendo que sepa hacerlo) señora Aido.
Y si un grupo de simpáticos moritos provoca un incendio en el monte mientras se zampan entre eructos el cordero ritual, hemos de ser tolerantes y comprensivos: ha sido un accidente. Una cuestión cultural. Cubramos el asunto con un piadoso manto de silencio, y procuremos comprenderles ya que ellos no hacen nada por comportarse civilizadamente en nuestro país. ¡Sigamos comportándonos como cobardes y miremos hacia otro lado!
Al tiempo que se destierra el idioma español de las escuelas públicas en varias CCAA, muchas de ellas gobernadas por el PP, los caciques del separatismo proponen, obedeciendo a las exigencias de los clérigos musulmanes, que una parte de la enseñanza sea impartida en árabe, para que los niños no pierdan sus raíces culturales. ¿Cómo se integrarán entonces en nuestra sociedad? Mientras se prohíbe cualquier tipo de enseñanza católica, aunque sea el catecismo para los niños más pequeños, se está estudiando la posibilidad de incluir la enseñanza del islam en esas mismas escuelas públicas. En árabe, por supuesto. Mientras se retiran los crucifijos de las aulas, se tolera y fomenta que las niñas musulmanas acudan a la escuela cubiertas con los tradicionales pañuelos islámicos. En el paroxismo de este vergonzoso entreguismo, en algunas regiones de España se han prohibido las celebraciones navideñas en las escuelas públicas y las representaciones que incluyan la interpretación de villancicos, cómo no, para no ofender la finísima sensibilidad de los musulmanes.
Mientras el PSOE alardea de su progresismo, consiente que una religión sanguinaria, primitiva y cruel, en la que se puede lapidar a una mujer adúltera hasta matarla, cortar la mano al que roba una hogaza de pan o ahorcar a un homosexual, se vaya introduciendo en nuestra sociedad como un nocivo virus. El islam es un hongo maligno que acabará destruyendo el tejido sano de nuestra sociedad hasta convertirla en un cuerpo canceroso y putrefacto.
¿Qué más podemos hacer para tener contentos a los marroquíes? Pues lo que podríamos hacer es marcharnos nosotros para que ellos se instalasen cómodamente en nuestro país. A fin de cuentas, se trata de eso: de echarnos de nuestra Patria.
El Gobierno debería recordar que su obligación ineludible es la de anteponer los intereses de España sobre cualquier otra consideración, y con el islam, en cuyo nombre se asesina, secuestra y tortura, tolerancia cero. Si los cobardes que nos gobiernan temen a esos fanáticos y no se atreven a enfrentarse a ellos, que dimitan y dejen su puesto a otros más dotados de atributos. No será difícil encontrarlos.
El islam no ha aportado nada positivo a la Humanidad. Sus cacareados logros culturales fueron robados al Imperio Bizantino, o plagiados del legado grecorromano en los países cristianos que ocuparon, expoliaron y martirizaron.
Islam significa “sometimiento” y esto es siempre sinónimo de esclavitud. Claro que lo más cómodo es dejarse llevar, asimilar el discurso falsario de la “alianza de civilizaciones” y otras bazofias parecidas regurgitadas por los chamanes del progresismo más trasnochado y gazmoño. Lo más fácil siempre es ceder, como se hará con Marruecos a propósito del conflicto de Melilla. Como se viene haciendo desde aquel fatídico 11 de marzo de 2004. Pero no podemos rendirnos. Hemos de seguir oponiéndonos al avance de esa barbarie llamada islam con todas nuestras fuerzas.
Los mayores logros al bienestar de la Humanidad han surgido en la cristiana Europa. De norte a sur y de este a oeste. Los que nos oponemos a la consolidación de la Unión Europea como una realidad supranacional, no lo hacemos por un sentimiento antieuropeo, todo lo contrario. Nos oponemos porque creemos en el pasado y en el futuro de las Naciones de Europa como tales, no como simples zonas de libre comercio.
De la síntesis entre la herencia clásica grecorromana y las culturas célticas y germánicas, nació una nueva realidad en Occidente: la Cristiandad, que acabó transformándose en lo que hoy conocemos como Europa. Europa es una realidad histórica, no una región de libre comercio para uso y abuso de una patulea de mercachifles, usureros y especuladores.
Cuando se repasa la Historia de España se glosa y exagera la aportación de los musulmanes, pero se habla poco de lo que contribuyeron los pueblos germánicos que se instalaron en nuestro territorio. Los visigodos constituyeron un reino unificado tras expulsar a los vándalos al otro lado del Estrecho. De ese reino germánico que se formó en España y perduró tres siglos, hoy apenas se habla en las escuelas. Pero debemos más a los romanos y a los visigodos, incluso a los bizantinos, que a toda la morisma que nos invadió en los siglos posteriores.
Hasta bien entrado el siglo XVII, al grito de “¡Moros en la costa!” se alertaba a las indefensas poblaciones del Levante español de la presencia de piratas berberiscos que se dedicaban a asesinar, robar, violar y convertir en esclavos a mujeres y niños para venderlos en los mercados sarracenos. Lo que no se suele contar cuando se narra la beatífica historia de los bondadosos moriscos expulsados de España por esas fechas, es que esos miserables actuaban como cómplices de los piratas norteafricanos, avisándoles mediante señales luminosas del momento idóneo para lanzar el ataque sobre las desprevenidas aldeas de pescadores. Esa fue una de las razones por las que echaron a esos rufianes de España.
¿Es a esa chusma, supuestos descendientes de los moriscos, a la que quiere ahora indemnizar el señor Zapatero por haber sido expulsados de España? Y ¿quién indemnizará a los descendientes de los que perdieron la vida o la libertad a manos de los piratas y traficantes de esclavos norteafricanos?
En la desatinada y repugnante lógica de Zapatero y sus secuaces, plantear lo primero, es políticamente correcto. Plantear lo segundo, no lo es. Asimismo, se puede estar orgulloso de ser homosexual (“Orgullo Gay”) pero no de no serlo. Estar “orgulloso de no ser gay” es un delito y una provocación. Matar a un toro de lidia en una plaza de toros es un asesinato; matar y descuartizar a un ser vivo en el vientre de su madre, no lo es.
Que un ciudadano español (llámese Pérez o Aznar) pasee por las calles de Melilla, es una “deslealtad”. ¿Hacia quién, señor Blanco? ¿Con qué sórdido secreto les tiene atenazados el “sultán” de Marruecos? Yo también pienso que Ceuta y Melilla son españolas ¿cometeré un acto de “deslealtad” si viajo allí?
Aviso a navegantes a modo de posdata:
El conflicto en Melilla está muy lejos de haberse solucionado. Los “activistas” han establecido una tregua para no poner en peligro el regreso de los inmigrantes marroquíes a sus puestos de trabajo en Europa, a través de territorio español. Cuando termine el Ramadán, y muy probablemente coincidiendo con una fecha tan emblemática para el islam como la del 11 de septiembre, van a reanudar las acciones de bloqueo y no se descarta que puedan intentar ocupar “pacíficamente” Melilla.
¡Viva España!
http://www.libertadidioma.com/20100823.htm
miércoles, agosto 25, 2010
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