viernes 13 de junio de 2008
La momia desnuda
Óscar Molina
C OMO ocurre en el conocido cuento, que alguien acabe gritando que el Rey va desnudo es más que nada una cuestión de tiempo. Es curioso, y digno de celebrar, cómo de vez en cuando ocurre algo que pone a las cosas en su sitio; en este caso ha sido la presunta y ya descompuesta ideología de algunos la que ha quedado en pelota picada. Es, eso sí, bastante más difícil que el hecho sea apreciado por esta sociedad, que acaba de despertar alarmada de la siesta provocada por la promesa del consumo fácil a crédito imperecedero. No obstante, quiero confiar en que las pequeñas victorias son las que hacen la diferencia si tenemos la paciencia de esperar a la insobornable perspectiva del tiempo.
La momia ideológica de la izquierda ha quedado tan sólo para meter a la sociedad civil en el endiablado laberinto de su propia pirámide. Murió cuando se le cayó el Muro de Berlín encima, aplastada por los guijarros de la incoherencia, el totalitarismo y el escaso respeto a los derechos humanos. Hoy, embalsamada, tan sólo aspira a ejercer la ingeniería social apoyada en la potencia que otorga la posesión del lenguaje y el ejercicio virtuoso del doble rasero.
La momia desnuda, la momia sin vendas, aún muestra capacidad para, como el Cid, vencer después de muerta, subida a lomos de un Babieca que pisotea la propia identidad de la sociedad occidental que la hace posible y con una Tizona en las manos que resulta inigualable para mantener vivo un ficticio enfrentamiento social, ya sea a cuenta del agua, del pasado no superado o de las etiquetas que cuelga.
Pero mientras la sociedad civil haga demostraciones de que es capaz de reaccionar en Libertad y sin la tutela del Estado ante ciertos desafueros, ofensas o faltas de respeto elemental. Mientras esa sociedad civil dé señales de que está viva también lo estará la esperanza de que acaben los días de llamamientos al “fin de un modelo de sociedad o de hombre”, de invención de las palabras, de conversión del ser humano en mero consumidor, apático borrego dimisionario de los principios que sustentan su propio bienestar y dignidad, robotizado ser al que educa la momia desde que nace… en triste delegante de su propia vida en el Estado plenipotenciario que la maneja.
La momia desnuda no satisface las necesidades de todos, es menos efectiva cuando se pone a ello, y a veces hasta se apoya en los desafueros, desplantes, ofensas y atropellos que sufre parte de la sociedad. La surrealista política lingüística de la Generalitat ha tenido una ejemplar, contundente y hermosa respuesta por parte de un Ejecutivo de “Air Berlin”, uno de tantos ejemplos de organización social emanante de la iniciativa privada y perteneciente al entramado económico de la sociedad civil. Lo mismo ha ocurrido con los ataques al Cristianismo por parte de una cadena televisiva: han sido dos empresas, “Ocaso Seguros” y “Heineken” las que han aportado el vital impulso social capaz de denunciar que la falta de respeto y el insulto gratuito no son tolerables en una sociedad abierta. Ha sido la sociedad civil, no la momia desnuda, la que ha dejado claro cuáles son los límites de la Libertad, en defensa de la Libertad.
La momia no puede, anda demasiado ocupada en la transformación de la sociedad en rebaño, en masa amorfa de individuos sin otro apego que el que se profesa a los bienes materiales; en definir y promover paradigmas de individuos (e individuas) que respondan a los cánones de su única arma: el lenguaje políticamente correcto, la instrumentalización de la palabra que opera “excátedra” para definir a buenos y a malos, aprogresistas y a fascistas, el río, el monte y los bandos imaginarios a los que enchufa el respirador artificial que la mantiene con vida.
Podemos derrotar a la momia, podemos ser más libres. O por lo menos conseguir que se vista, porque está que da asco verla.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4679
jueves, junio 12, 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario