jueves 26 de junio de 2008
MARGOT Y LA BODA, LA PRINCESA DE NEBRAKSA Y CAOS CALMO
Heridas que sangran en la cartelera
Por Juan Orellana
Esta semana se han estrenado varias películas que, a pesar de su heterogénea condición, tienen en común una situación de fondo; y es que todas ellas ilustran algunas de las heridas más sangrantes del hombre actual, heridas que tienen que ver con una incapacidad de responder a la realidad.
Tanto en Margot y la boda como en La princesa de Nebraska o en Caos calmo se nos cuenta la vida de un personaje (Margot, Sasha y Pietro, respectivamente) que tiene un cortocircuito existencial que le impide vivir feliz con experiencia de libertad. Margot tiene una inseguridad afectiva patológica, Sasha un embarazo no deseado del que planea deshacerse y Pietro censura el dolor y se esfuerza por no mirarlo de frente. Pero estos personajes están rodeados de otros tantos igual de inconsistentes y disfuncionales. Es una epidemia de infelicidad.
¿Qué les falta a esos personajes que no pueden ser verdaderamente humanos? Les faltan certezas. Certezas sobre la vida, sobre el dolor y sobre la muerte. Y no tienen certezas porque son producto de una educación falsa y estéril. Margot y Pietro, cuarentones, son hijos de la debacle ideológica setentera. Sasha, adolescente, ha nacido en un mundo de adultos canijos y raquíticos. Y encima cae sobre ella lo peor del comunismo y lo peor del capitalismo.
Pobre Sasha ¿quién le hará intuir la grandeza de tener un hijo? Y a Pietro, ¿quién lo hará descubrir que el dolor no es la antesala de la Nada? Y a Margot ¿quien le hará que se sienta amada y abrazada incondicionalmente? La respuesta que a estas preguntas dan las tres películas no es demasiado esperanzadora. Nuestros personajes están solos.
Pero hay un punto de verdad. Un plano. Sólo un plano basta para hacer añicos el nihilismo acumulado durante décadas de libros y discursos vacíos. Un plano que entra por la puerta grande de la historia del cine. Un plano a la altura de los grandes maestros. Pura elocuencia del drama humano. Es el controvertido plano final de La princesa de Nebraska, de Wayne Wang. La bella Sasha, sola y frágil, de pie ante un frontón, una camiseta como única prenda. Mira al vacío, y lentamente levanta la vista al cielo mientras se oye Hope there’s someone, la maravillosa canción que compuso en 2004 Antony Hegarty para su grupo The Johnsons y que traducida dice así:
Espero que haya alguien que me cuide
¿Iré allí cuando muera?
¿Como daré descanso a mi corazón?
Espero que haya alguien que libere mi corazón.
Este plano conmovedor –la melodía es impresionante– es más verdadero que el resto de planos de las tres películas. Sencillamente porque rompe el círculo vicioso de la desesperación. Sasha, la más joven y frágil de los tres personajes, hace lo más humano que puede hacerse cuando se toca fondo: ponerse en pie, casi desnuda, mirar al cielo y expresar sin rodeos el anhelo más profundo del corazón.
Frente a eso, el director Noah Baumbach, que hizo una crítica mordaz al sesenta y ocho con su película Una historia de Brooklyn, se regodea en Margot y la boda en una asfixiante cinta de heridas sin resolver, cuentas pendientes, personajes inmaduros, desórdenes afectivos y sexualidad onanista. Pero apenas hay salida, más allá de algún gesto de afecto desbordado que habla de la soledad del corazón.
Por su parte, el film de Grimaldi, Caos calmo, nos ofrece una feroz escena sexual como la catarsis instintiva de un hombre, Pietro, que no sabe gestionar humanamente su dolor y su conciencia de culpa. Si no hay nadie "que libere mi corazón", como dice la citada canción, sólo queda la rabia y el rencor hacia la vida. Y de eso no hay ninguna Educación para la Ciudadanía que nos libre. ¿Cómo no oír el grito del hombre en el cine contemporáneo?
http://iglesia.libertaddigital.com/articulo.php/1276234992
miércoles, junio 25, 2008
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