lunes, junio 30, 2008

Pablo Sebastian, Felipe, Zapatero y Esperanza

lunes 30 de junio de 2008
Felipe, Zapatero y Esperanza

Pablo Sebastián
Pasado el vendaval futbolero de la Eurocopa, donde la selección nacional brilló cual preciosista y sincronizada orquesta de cámara, lejos, por fin, de la insufrible “furia española”, ha llegado el momento de reencontrarnos con la cruda realidad que permanecía oculta tras la patriótica cortina del fútbol, a cuyos faldones se han agarrado el Rey, el Príncipe, Zapatero y Rajoy. En suma, toda España con la excepción de Ibarretxe, que permanece castigado, por deseo propio, en su rincón.
La vida sigue, de mal en peor, mientras el héroe de la gesta, Luis Aragonés, se va hacia los dorados atardeceres de Estambul, con un “ahí os quedáis” a esa insufrible federación del crónico Villar, que lo despreció. Como suele ocurrir tantas veces en España con sus mejores ciudadanos, a los que sólo se les reconoce después de muertos, o cuando están fuera del poder. Así ha ocurrido, por ejemplo, con Adolfo Suárez —lo de Leopoldo Calvo Sotelo fue una exageración—, y empieza a pasar con Felipe González, uno de los “tres tristes tigres”, de esta crónica de actualidad, basada en las entrevistas que Felipe González, el presidente Zapatero y Esperanza Aguirre concedieron este domingo a la prensa dominical del papel.

Felipe González, el viejo Shere Khan de la jungla española de la Transición, es ahora el tigre melancólico y sabio de la izquierda moderada española que, de la blanca mano de Josefina Martínez del Alamo, ha elaborado en ABC, como lo hace en su taller de piedras, una equilibrada composición entre el Gobierno de su tiempo y el actual de Zapatero —el tigre de papel—, sin eludir los temas y reconociendo, como nunca se le había oído, sus errores ante la corrupción que le llevó a la pérdida del poder (esta vez no habló del acoso y derribo de la oposición), lo que le honra, aunque hubiera quedado mejor, y más completo y redondo, si, de paso, se hubiera referido a los GAL.

González habla de España con gran sentido, advierte de la centrifugación de la nación española en la pasada legislatura, de las necesarias reformas de la democracia (como la ley electoral), de política exterior consensuada, de la oportunidad de la energía nuclear, y dice de Zapatero que lo peor es que cumplió su —“demencial”, se entiende— programa electoral, empezando por el Estatuto catalán, añadimos.

Y siguiendo por la demencial y fracasada negociación con ETA, y la crisis de la economía, todo ello plagado de mentiras, que es lo que impregna una y otra vez los mandatos de Zapatero y lo que se adivina en la entrevista río, insufrible y nada reveladora del diario El País, y de sus cinco mosqueteros o mosquiteros, porque fueron a abanicar al presidente y no trajeron noticia alguna digna de subrayar. Más bien lo de siempre, demostrándonos que el presidente miente y está fuera de la realidad: no hay crisis; Bibiana merece estar en el Gobierno; el manifiesto por la defensa del idioma no es necesario porque está la Constitución; con la Iglesia no se atreve; Solbes y Sebastián se entienden; la directiva europea sobre la emigración es progresista (sic, a todo) etc.

El presidente Zapatero, nuestro tigre de papel, tiene la manía de cabecear una y otra vez mientras habla, y abre los brazos, como diciendo misa. Y a estas alturas de la película aún no sabemos si sigue siendo un producto del marketing, nacido de una carambola en un congreso del PSOE y crecido por culpa de una oposición demencial del otro Rajoy —el de la legislatura pasada—, o si por el contrario ha aprendido algo y empieza a estar asustado por causa de este monstruo de la crisis, cuya existencia aún niega, que lo empieza a estrangular.

Lo del otro Rajoy es la única verdad que ha dicho Esperanza Aguirre, la tigresa furiosa y derrotada en el congreso del PP, en la entrevista masaje de encargo que le han hecho en el diario El Mundo, y donde ella se presenta, por su cuenta, como la intérprete del sentir del 99 por ciento de los votantes el PP, cuando es sabido que las últimas encuestas sólo le dan a ella entre el 6 y el 8 por ciento de apoyos de la militancia. Aguirre acierta cuando subraya que Rajoy se viste ahora de centro, cuando fue, hasta hace poco, el líder del PP de la crispación durante la pasada legislatura.

La tigresa furiosa y herida del PP dice que Aznar era el centro y que adora su bronco discurso valenciano, a pesar de que el ex presidente no le hizo ni caso a ella. Pero olvida que Aznar llegó al poder en 1996 con una promesa de regeneración que traicionó, para conseguir la investidura, en el pacto del Majestic con Pujol. Ofreciendo el borrón y cuenta nueva a la corrupción felipista (y pujolista), y renunciando a reformas democráticas prometidas y también a su pretendida limpieza, porque muchas privatizaciones de las que se consideraban joyas de la corona —Telefónica, Retevisión, Azucarera, etc.— fueron centros de pelotazos descarnados, otra manera de corromperse desde el poder. Y, si no, ¿por qué no explica Aznar cuáles fueron los verdaderos motivos para que Rato no fuera su sucesor? O ¿Por qué regaló a Polanco la fusión de Vía Digital con Sogecable, liquidando Aznar el periodismo libre e independiente, al que llamaba el “ejército de Pancho Villa”? O ¿por qué tiró por la ventana a Vidal-Quadras y aceptó la “normalización lingüística” de Pujol? Y lo de “la chica fuera”, de la fiscal Márquez de Prado, etcétera.

De las locuras “centradas” de Aznar en su segunda legislatura, las que van desde la guerra de Iraq a las mentiras del 11-M, pasando por la boda de El Escorial, el Prestige o la huelga general, mejor no hablar. Y lo de “ganar primero las elecciones, y pactar después”, del discurso valenciano aznarí, eso nunca más. Ése fue el fraude de Aznar a sus electores, traicionando todas sus promesas de regeneración, en su solo beneficio. Es mucho mejor, como lo ha hecho Rajoy, enseñar desde ahora las cartas, para que nadie se llame a engaño si el PP vuelve a pactar con los nacionalistas para gobernar.

Aguirre, la tigresa herida, no tiene cabeza política y va de error en error. Miente más que Zapatero, que ya es decir, y empieza negando que los ceses de Prada y Lamela de su Gobierno no son consecuencia de una venganza contra Rajoy, algo que sabe todo el mundo. Luego lo reconoce cuando se queja de que sus pupilos más queridos, González y Granados, no fueron aceptados por Rajoy para entrar en la Ejecutiva del PP, pero no por haber criticado al líder del PP, sino por motivos de más calado, como muy bien sabe ella. Los que permiten, como ocurría en los tiempos de Mao, tildar a estos dos, a los que habría que añadir a Pedro Antonio Martín Marín e Ildefonso de Miguel como “la banda de los cuatro” que habita y maneja la Comunidad de Madrid. Los que nadie sabe, ni se explica, cómo siguen en el poder madrileño, a no ser que, en vez de “los cuatro”, sea de “los cinco”, con la propia lideresa Aguirre a la cabeza del clan, con el que, ahora, se ha quedado a solas a ver los barcos venir y las olas llegar, que llegarán.

Aguirre no sabe nada de política y menos aún de democracia, libertades o liberalismo, basta con asomarse a su espejo del alma, a Telemadrid. Y es verdad que Rajoy, que perdió en el 2004 por culpa de Aznar y que se dejó mangonear por Aznar hasta la derrota del 2008, cargó con Acebes y Zaplana como una herencia obligada, para proteger, con ello, las responsabilidades de ambos y las de Aznar. Pero ahora que “ha matado al padre” —o que el “padre” se suicidó, en el congreso valenciano del PP—, veremos qué hace el nuevo Rajoy; por sus obras y sus pompas le conoceréis (de momento, lo de De Cospedal no empezó con buen pie). A la que ya conocemos es a la tigresa furiosa de Madrid, haciendo kilómetros en su jaula dorada de la Puerta del Sol, y sin más salida posible que ponerse a las órdenes del verdadero rey de la selva del PP, que es Gallardón.

http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=30/06/2008&name=manantial

1 comentario:

Anónimo dijo...
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