jueves, junio 12, 2008

Oscar Elia Mañú, ¿Quien se atreve a escribir algo asi en España?

viernes 13 de junio de 2008
LA DIFERENCIA PROHIBIDA
¿Quién se atreve a escribir algo así en España?
Por Óscar Elía Mañú
El liberalismo ha solido tener muchos problemas para conciliar lo social con lo individual. Los intentos por separar lo público de lo privado se han mostrado insatisfactorios. Por esta razón, la política de Rodríguez Zapatero ha cogido por sorpresa y atada de pies y manos a buena parte de la derecha española.

¿Acaso no está el Gobierno socialista otorgando derechos, reconociendo realidades individuales? ¿No está reconociendo la realidad gay, la abortiva, la eutanásica? Ante la política de derechos sociales que está desarrollando la izquierda en el poder, la derecha liberal se muestra semiperpleja, entre la indignación más o menos inconfesable ante estas políticas y el miedo a representar el papel de la derecha tradicionalista y ultraconservadora.

Ahora bien, conviene recalcar que cuando Rodríguez Zapatero otorga derechos a los homosexuales, el Ministro de Sanidad habla del derecho a la eutanasia y el Gobierno califica el aborto de "derecho humano" no se piensa en el individuo que sufre y padece los rigores de la vida, sino educar a la sociedad en determinados valores; "hacer pedagogía", por emplear las palabras del propio presidente. La creación del fantasmagórico Ministerio de la Igualdad, la utilización de Carmen Chacón como mujer objeto en Defensa, etcétera, tienen como finalizar educar y reeducar a los españoles en determinados valores psicológicos e ideológicos.

A la izquierda no le interesa la psicología del individuo, sino la social. No está reconociendo realidades individuales, sino modelando la sociedad, proponiendo una determinada manera de entender la familia, la sexualidad o la educación. Así que, más vale no engañarse: para oponerse con eficacia al progresismo izquierdista lo más eficaz es acudir a las fuentes psicológicas, antropológicas y morales. En España, este camino no se ha recorrido. Sí lo ha hecho, en cambio, Tony Anatrella en el libro que nos ocupa: La diferencia prohibida.

Profesor de las Facultades Libres de Filosofía y de Psicología de París (IPC), Anatrella, consultor de los consejos Pontificio para la Familia y Pontificio para la Pastoral de la Salud, es un cercano colaborador de Benedicto XVI (como antes lo fue de Juan Pablo II). Hablamos, pues, de una persona con una trayectoria de ésas que hielan la sangre del izquierdismo español, lo que ya representa toda una garantía para el lector liberal.

"Al multiplicar los grupos minoritarios mediante ficciones identitarias, parece que nuestra sociedad tolera la diferencia cuando lo que hace es negarla", escribe Anatrella, para a continuación sostener que tal política contiene el germen innumerables problemas. Determinados comportamientos y patologías psíquicas son producto directo de unas políticas basadas en las mamarrachadas sesentayochistas.

Anatrella aborda aquí cuestiones psicológicas de primer orden –como las relacionadas con la desestabilización y crisis de la familia, la corrupción de la educación y el sexo– desde la prohibición de la diferencia en nombre de la... diferencia y desde la conciencia psicológica, afectiva y moral del individuo que vive, y padece, la sociedad contemporánea.

En relación a la familia, más vale no llamarse a engaño. Como afirma nuestro autor, padre escamoteado, familia desestabilizada. Para Anatrella, uno de los rasgos que caracterizan a la sociedad actual es la ausencia del padre. No se refiere a la ausencia física, sino a la moral y psíquica. En la sociedad actual falta una figura paterna que complemente y se oponga a la materna. Es está una ausencia dramática porque, a juicio de Anatrella, es en la oposición padre-madre donde el niño descubre nociones familiares básicas, la autoridad, la feminidad, la masculinidad, la diferencia, y se descubre a sí mismo. Anatrella analiza fríamente las características psicológicas que se esconden bajo las distintas formas de familia: el concubinato, el matrimonio provisional, las familias monoparentales. La desestabilización familiar alentada por la sociedad actual provoca inestabilidad, inmadurez, que el niño, cuando se haga adulto, se muestre incapaz de actuar como tal.

El niño, por cierto, ha pasado a ser un referente social. Se le trata como a un adulto, y el adulto busca cada vez más comportarse como un niño. La sociedad de esta hora, "por querer ser totalmente igualitaria, se niega a diferenciar al niño del adulto", anota Anatrella (p. 87). Pero esta igualdad es sólo aparente: el adulto tiene unos recursos de los que el niño carece, y más bien asistimos a la agresión continua del niño por parte de los adultos. Agresión no reconocida, y que hace la educación imposible.

Para Anatrella (p. 110), la educación debería incluir la protección del menor, la mediación entre él y el mundo que le rodea. Debiera permitir al educando individualizarse, fijar unos límites a éste, decirle que no cuando sea preciso, tener en cuenta los problemas aparejados a la infancia y adolescencia. La educación de hoy en día se caracteriza por todo lo contrario, por sumir al niño en el mundo adulto, la permisividad y el desentendimiento.

Anatrella denuncia que la tan extendida mentalidad igualitarista está deshaciendo a marchas forzadas los fundamentos de la sociedad. Ciertas formas suicidas de entender la familia, la educación, la individualidad y el sexo acaban produciendo patologías sociales e individuales como las subyacentes en la violencia escolar, la pederastia, violencia doméstica o las violaciones.

Mayo del 68 pretendió acabar con unos mitos. Los sustituyó por otros. El sexo cobró un gran protagonismo. Desde entonces, lo relativo al sexo se ha convertido en una religión extendida por todo Occidente. Vivimos en sociedades hipersexualizadas en las que la búsqueda del placer y de los sentimientos más vivos e instantáneos ha sepultado la verdadera relación amorosa, la afectividad profunda, la afinidad vital entre los componentes de las parejas.

El individuo se abandona al placer y encuentra placer en saltarse las normas, del tipo que sean. Después, denuncia Anatrella, llega la ley a prohibir, detener, encarcelar. Si moralmente se permite cualquier cosa, la ley se presenta únicamente como coacción. ¿Cómo perseguir la pederastia si el sexo es bueno y es igualmente bueno que los niños lo practiquen cuanto antes?

Bajo todo esto se esconde una fragmentación del ser humano. La sexualidad se reduce a los mecanismos de producción de placer; de placer para uno mismo. La sociedad occidental se desentiende de cualquier aspecto del sexo que no sea médico-mecánico, que no tenga que ver con el aborto, el preservativo, el sida. Queda prohibida una concepción global del ser humano que incluya lo afectivo, lo racional y lo social. La biologización del ser humano tiene sus consecuencias sociales; por ejemplo, que el Estado considere al individuo un manojo de pulsiones y sensaciones susceptible de manipulación cuando convenga.

En esta sociedad adicta al sexo y adepta al igualitarismo, la homosexualidad aparece como el modelo de comportamiento por excelencia. Por doquier asistimos a la hiperlegitimación de la homosexualidad, a la idealización de sus prácticas. Resulta interesante la explicación que se da aquí de la génesis del comportamiento homosexual, así como la afirmación de que éste es la conclusión necesaria de una manera de entender la sociedad que destierra la figura del varón, idealiza la de la mujer y tiene en la igualdad y la homogeneidad dos de sus principales dogmas.

En España nadie se atreve a escribir un libro como La diferencia prohibida: la censura cultural que ha impuesto la izquierda es tan fuerte, y el retraimiento de la derecha tan profundo, que el cielo mediático y político caería sobre quien osara hacerlo. En otra ocasión afirmé que lo último Pío Moa había abierto la brecha por donde debía lanzarse la derecha para cargar contra los mitos sagrados de la izquierda española. Esta obra de Anatrella llega del exterior, pero puede brindar munición intelectual de primera para tal combate. Queda por saber si hay alguien dispuesto a utilizarla.


TONY ANATRELLA: LA DIFERENCIA PROHIBIDA. Encuentro (Madrid), 2008, 335 páginas.

ÓSCAR ELÍA MAÑÚ, analista del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES)

http://libros.libertaddigital.com/articulo.php/1276234919

No hay comentarios: