martes 1 de julio de 2008
ESTADOS UNIDOS
Carta a una madre
Por Jeff Jacoby
Move On y la American Federation of State, County and Municipal Employees (Afscme) han patrocinado un spot en el que una joven dice: "Hola, John McCain. Éste es Alex. Es mi primer hijo. Por el momento, entre sus habilidades se cuentan el probar cualquier comida nueva que se le ponga por delante y correr tras nuestro perro; y hacer que me dé un vuelco el corazón cada vez que le miro. Cuando usted dice que se quedaría cien años en Irak, ¿acaso está contando con Alex? Pues si es que sí, váyase olvidando".
Ésta podría ser la respuesta del candidato republicano a la Casa Blanca:
Hola, madre de Alex. Soy John McCain.
Su hijo es adorable, y, evidentemente, no le voy a reprochar que esté loca por él. Créame, sé exactamente cómo se siente. He sido bendecido con siete hijos (Doug, Andrew, Sidney, Meghan, Jack, Jim, y Bridget), y por experiencia puedo decirle que el intenso vínculo que le une con Alex no hará sino reforzarse con el paso del tiempo. Incluso cuando Alex sea ya todo un jovencito, su amor por él la traerá de cabeza. Pocas cosas le procurarán mayor paz interior que saber que su hijo está bien y es feliz; en caso de que algo le dañe o amenace, sentirá una dolorosa inquietud y deseará protegerle con todas sus fuerzas.
Por todo ello, entiendo que desconfíe de mí o se indigne conmigo si le cuentan que soy partidario de que en Irak se libre una guerra interminable e invencible, o que para mí los niños como Alex son una suerte de carne de cañón. Cualquier padre decente echaría pestes de un político que se mostrara alegremente indiferente ante la perspectiva de que nuestras tropas se pasen otros cien años luchando y muriendo en aquellas tierras.
¡Pero es que yo no soy así! Lo último que deseo es ver a nuestro país inmerso en una guerra que no pueda ganar. En una guerra como la que estábamos librando en Irak antes de que, en enero de 2007, se aplicara la estrategia del incremento de efectivos, estrategia que yo llevaba defendiendo desde hacía cuatro años.
Hoy, gracias a dicho cambio, nuestras perspectivas de éxito en Irak son mayores que nunca. "Cruce los dedos, pero el Gobierno y el Ejército [iraquíes], respaldados por Estados Unidos, podrían estar ganando la guerra", decía el otro día el Washington Post en un editorial. Por su parte, el USA Today informaba en su edición del 23 de junio de que, en aquel país, los ataques en carretera –y las víctimas que se cobraban– han descendido casi un 90% en el último año. Por supuesto, en una guerra nada se puede dar por hecho, pero creo que las posibilidades de que venzamos en Irak antes de que Alex vaya a la guardería son muy altas.
No obstante, es posible que hasta en un Irak ya sin guerra y apacible nuestros soldados tengan que desempeñar algún papel, como de hecho lo desempeñan en otras zonas conflictivas. Pese a lo que Move On, la Afscme y el Partido Demócrata quisieran que usted creyera, no contemplo otro siglo de guerra en Irak. Contemplo, ciertamente, un siglo de paz. Es por eso que cuando, el pasado enero, un votante dijo que el presidente Bush había hablado de quedarse cincuenta años en Irak, yo dije: "Quizá cien"; y añadí: "Después de todo, llevamos sesenta años en Japón y unos cincuenta en Corea del Sur. Por mí, perfecto, siempre y cuando los americanos no resulten heridos, sufran daños o sean asesinados".
Barack Obama y los suyos se saltan siempre las cursivas, pero convendrá conmigo, estimada madre de Alex, en que resultan esenciales para lo que quiero decir.
Con independencia de cuáles puedan ser nuestras diferencias políticas, usted y yo odiamos la guerra. Mi familia tiene una larga tradición de servicio al país, y, como antes que yo mi padre y mi abuelo, conozco de primera mano lo terribles que pueden ser sus costes. Para mí, los sacrificios inherentes a la guerra no son meras abstracciones o elementos del discurso político. Nunca podría serme indiferente el hecho de que valerosos compatriotas nuestros arriesguen sus vidas en defensa de la seguridad y la libertad de nuestra nación; valerosos compatriotas nuestros que, como mis dos hijos menores, han optado por la carrera militar. Quién sabe, lo mismo su hijo quiere ser uno de ellos cuando sea mayor.
El mundo va a seguir siendo un lugar peligroso, y vamos a seguir necesitando hombres y mujeres que nos defiendan de quienes pretenden afligirnos. Si Alex decide dar un paso al frente, tendrá el apoyo y la estima de una nación agradecida. Y, estoy seguro, de su orgullosa y amantísima madre.
JEFF JACOBY, columnista del Boston Globe.
http://exteriores.libertaddigital.com/articulo.php/1276235027
lunes, junio 30, 2008
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