miércoles, junio 25, 2008

Oscar Molina, Ganar jugando bien

jueves 26 de junio de 2008
Ganar jugando bien

Óscar Molina

A pesar de lo que pueda sugerir el título de este artículo, y de la fiebre futbolística eurocopera que nos invade, no voy a hablarles de fútbol. Voy a hablarles del Partido Popular, de su evidente y nada disimulada ansiedad por ganar, independientemente de cómo juegue, o para ser más exactos, de para qué.

En el deporte profesional y de alta competición la victoria es el fin; ganar es al final lo único importante, y si bien es cierto que no siempre se gana jugando bien, también lo es que quien mejor juega, quien mejor compite, tiene más posibilidades de llevarse el gato al agua.

En Política no es así. En Política ganar no es un fin, es un medio. La Política entendida como administración de un Estado, como amejoramiento de la calidad de vida de los administrados o como gestión de las parcelas públicas, exige estar apoyada en principios o ideas; basada en un plan de acción que la haga atractiva a quienes tenemos que decantarnos por diversas opciones. Exige una forma de jugar. En Política no vale ganar como fin, porque ganar es un medio para conseguir los fines que, esos sí, la alimentan.

Cuando un ciudadano vota a un determinado partido político, no lo hace en base a un impulso forofo, sino porque desea que ese partido gane para que se lleven a cabo las propuestas de gestión, establecimiento de prioridades y providencias de administración más acordes con su concepto de los valores en los que cree: Libertad, Justicia Social, Fortaleza Económica, Igualdad…es decir, para el ciudadano la victoria es un medio, a través del cual puede designar a quienes han de llevarnos a todos a una aproximación lo más cercana posible a los fines.

En el Partido Popular no se entiende así. Lo más destacado y enfático que ha dicho Mariano Rajoy desde su derrota electoral es que desea que sus votantes sean “12 millones, en vez de 11”. Es decir, que su máxima prioridad es ganar. En el reciente congreso del partido las discusiones y discrepancias han girado mucho en torno a la mejor manera de llegar a la sociedad para ganar las elecciones, poco sobre principios. Han versado tanto sobre los medios y tan poquito sobre los fines que uno tiene la impresión de que los medios han llegado a la categoría de fines.

Lo que es lo mismo, los principios que el PP piensa ofertar a la ciudadanía en el futuro están infinitamente más orientados a captar el mayor número de votos posibles que a ajustarse a una línea argumental y filosófica coherente con la historia del partido, con el espectro ideológico en el que se encuadra y con el pensamiento de esos casi 11 millones que a Rajoy le parecen insuficientes. Pocos, porque a pesar de haber creído en su discurso, no le dan para ganar.

Se equivoca Rajoy. Por esa vía no sólo tirará por la borda una tradición de principios en la que se ve reflejada media España; no sólo mandará a la basura los fines, sino que además no ganará. Pondrá etiqueta de fines a los medios, pero serán unos fines que no verá.

Además es triste, porque todo esto transmite de manera muy señalada la sensación de que tenemos políticos cuya vocación por el triunfo (a fin de cuentas la optimización del rendimiento a su labor, en varios sentidos) es bastante mayor que su anhelo de servicio a la sociedad basado en unos principios en los que creer. Y los ciudadanos, lo que realmente queremos saber es si alguien está dispuesto a liderar un cambio en el que el fin no sea ganar, sino detener la transformación de España en un mixturado de taifas insolidarias, en un paraíso para la estupidez oficial o en un enano internacional con el que no se cuenta para nada.

Y sobre todo, en una nación en la que se destierre para siempre la eterna cuestión previa que plantea el nacionalismo para redefinir España cada cuarto de hora. Un ejercicio de valentía que acabe con el eterno chantaje y nos posibilite ocupar nuestro tiempo y esfuerzo en la resolución de los muchos problemas que tenemos planteados. Un lugar en el que podamos vivir sin levantarnos cada mañana con las surrealistas reivindicaciones e inmorales acciones de quienes llevan instalados en el centro de nuestra vida política treinta años, los mismos treinta que nos han dado casi exclusivamente gobernantes y opositores más pendientes de ganar que de jugar bien.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4699

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