lunes 30 de junio de 2008
La crisis, como la nación
José Javaloyes
Si un día dijo aquello de que la “la nación es discutida y discutible”, ahora, por la misma regla de tres mediante la que se permite lidiar con lo evidente, acaba de declarar —quedándose igual de fresco que entonces— que “es opinable si hay o no crisis en la economía española”. Para esta flor de la relatividad con que nos hemos vuelto a adornar los españoles, nada es ni consiste por sí mismo en algo, sino que todo depende del color del cristal con que se mire.
Si se mira desde el lado, la perspectiva y el interés de los partidos nacionalistas, a la hora de emprender un camino —el de las reformas estatutarias, que confederalizan la articulación territorial de España— ese camino llevará en principio a donde los nacionalistas quieren. Habrá que contar en principio con la venia del Tribunal Constitucional. Pues éste, con su relativizado criterio —dependiente de la sintonía ideológica de la turnante mayoría política de los magistrados que lo componen— dará su visto bueno a la pretensión de los nacionalistas, o echará los Estatutos para atrás.
Pero como dice el presidente Rodríguez, todo, desde la propia nación a la misma crisis, es discutido y discutible. La premisa residente en esta Moncloa es la de que lo único cierto es el que nada lo es. Y el corolario político, aquello otro de que conviene seguir avanzando por la senda de la relativización: desde la realidad de España a la constancia existencial y numeral de que la crisis económica tanto puede estar como no estar ahí. Pues toda cosa consiste en algo sobre cuya existencia y entidad se puede discutir indefinidamente. No hay más verdad, conforme parece llevar este discurso —blindado en lo políticamente correcto—, que aquella que ni se pronuncia ni se define mientras no convenga a quien maneja el tren político de las relativizadas realidades que nos conciernen a los españoles. Lo mismo en lo nacional que en lo económico.
La inflación de la política ha llevado el lenguaje al extremo de que cualquier cosa pueda significar simultáneamente lo uno y su contrario. Denominar país a una comarca y nación a un país, pues todo es discutido y discutible. También, llamar al estancamiento desaceleración y desaceleración a una crisis como la presente, donde concurren de forma simultánea, como ocurrió en la década de los 70 —cuando la Transición estuvo a punto de estrellarse, antes aun de haber despegado—, la inflación y el estancamiento.
Tal contumacia del presidente del Gobierno en los juegos verbales y malabares implica un riesgo del que posiblemente no se han percatado sus asesores de la Moncloa. Supone tal práctica un ostensible desprecio por la consideración y el respeto a los millones de españoles que se están apretando inequívocamente el cinturón, y a los que no cabe decir que da mismo apretárselo que no, puesto que la crisis es discutida y discutible.
Lo mismo que la nación española, puesto que su equivalente semántico —tras hinchar el gol de las “nacionalidades” en la Carta de 1978— ha venido, al cabo, a valer caso a caso tanto como ella, y juntas todas las “nacionalidades” más que ella.
Con tanto calor como y tanta crisis como nos abruma, mejor estaría callada la inversa esfinge maragata.
jose@javaloyes.net
lunes, junio 30, 2008
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