viernes 2 de mayo de 2008
Y cundió el ejemplo de Fraga
Juan Urrutia
S EGURO que todos ustedes conocen la historia del famoso baño que tomó don Manuel Fraga Iribarne en Palomares tras la caída de un petardo atómico de amplio espectro. Resulta que, siguiendo el ejemplo del, en aquella época, ministro de Información y Turismo, Bernat Soria retó a un reportero a que le trajese una botella de aceite de girasol de cualquier marca para que se la tomase. Eso es valor, señor ministro, aleluyas y loas lanzo en su honor. No le achaco valentía por atreverse a probar cualquier aceite procedente de la casa de un consumidor cualquiera, y por tanto anterior a la retirada del mercado de este tipo de aceite, sino por asegurar que “no existe ninguna botella tóxica” y quedarse tan ancho sin dar más explicaciones. No quiero entrar en los efectos terriblemente laxantes que produciría pimplarse una botella de aceite como si se tratase de inofensivo whisky, pero la verdad es que el estreñimiento es uno de los males más pertinaces de la política española. En ese sentido aprecio el propósito de enmienda del señor Soria. Cabe decir que la actuación del Gobierno fue rápida, eficiente y correcta hasta que les dio por hablar a ellos mismos en lugar de dejar esas cosas a profesionales del asunto, véanse los portavoces. Cuando escuché por la radio del coche que el aceite de girasol venido de Ucrania, la mitad del que consumimos, incluía disolvente para barnices y pinturas, los famosos hidrocarburos, y metales pesados, cancerígenos de narices y tóxicos que da gusto, me alegré de llevar tiempo usando el maravilloso aceite de maíz que, además de ser más barato no deja sabor en las patatas fritas. Pero en el momento que mis sufridas oréjulas percibieron las declaraciones del Ministerio de Sanidad diciendo que no había peligro para la salud pública en lugar de recomendando el uso del susodicho producto oleaginoso para engrasar cerraduras, qué les voy a decir, comencé a dudar de mis propias apreciaciones y a considerar la idea de freír unos escalopes a la milanesa con la pintura que me sobró tras tapar un arañazo de mi vehículo particular. Quiero aclarar que dicho raspón no fue culpa mía sino de cierto buzón de correos que el ayuntamiento instaló en un lugar inadecuado, frente a un bar. Regreso de los cerros de Úbeda, Sierra Morena y el Valle de Arán para decirles que no es de recibo confundir a la gente de forma tan grasienta y aceitosa cuando aún no se había retirado el aceite sospechoso del mercado. Hidrocarburos, dicho así suena feo, pero si decimos petróleo y sus derivados, como el yogur de coco, diversos gases que se forman en las entrañas de la tierra y en las de cualquiera después de consumir ingentes cantidades de fabada, suena peor. En este caso parece ser que son sustancias obtenidas del oro negro para disolver todo tipo de barnices utilizados en bricolaje o como droga por vía inhalatoria. Por supuesto, hagan la prueba, verter este tipo de brebajes en el café de sus más queridos allegados, como jefes, vecinos, familiares y otros seres indeseables no repercute en absoluto en la salud de éstos. Lo dice el ministro de Sanidad y si lo dice él debe ser verdad. Quizás tenga razón Soria, pues aquellos que presumen de llevar una vida sana, comer mucha verdura, caminar media hora al día y consumir pescado con omega tres, absorben a diario pesticidas, gasoil y parásitos intestinales suficientes para matar a un caballo. He ahí la respuesta, nos hemos inmunizado.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4596
jueves, mayo 01, 2008
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